Urkullu medirá en las urnas su gestión y la solidez de su pacto con los socialistas mientras PP y Podemos estrenan liderazgos
En España no se celebraban unas elecciones en julio desde 1839, en la etapa de Isabel II. Para poder votar había que ser varón y haber pagado 200 reales en impuestos. En 2020, la pandemia de COVID-19 ha llevado a un domingo de verano los comicios que Euskadi -y Galicia- no pudo celebrar el 5 de abril, justo en el pico de la enfermedad. La fecha elegida es el 12 de julio y así lo ha comunicado este lunes el lehendakari, Iñigo Urkullu, tras superar el formalismo de deliberar sobre ello en un Consejo de Gobierno extraordinario. Habrá mascarillas y gel desinfectante en la misma cantidad que sobres y papeletas.
Se impulsará el voto por correo -apenas 47.000 solicitudes hace cuatro años- y se intuye una campaña diferente -quizás de una semana si hay un acuerdo político- con actos electorales de otro formato y sin aglomeraciones. Las urnas medirán la gestión de la pandemia y también las recetas para la segura crisis económica y social. Frente a Urkullu, que ha gobernado cuatro años con los socialistas, EH Bildu aspira a ser alterativa mientras Podemos y PP estrenan liderazgos tras sendas crisis internas que cambiar de raíz la fisonomía de sus equipos en puertas de la anterior campaña.
El PNV, como principal partido vasco, entiende factible otra campaña más pegada “a la realidad social, sanitaria y económica” del país, según indican sus portavoces. No en vano coincidirá con un período vacacional con playas con aforos limitados y sin grandes eventos como conciertos o fiestas patronales. Las de Vitoria, Bilbao y Donostia ya están canceladas, así como los grandes festivales de 'rock'. Pero recalca el PNV que ello debe partir del consenso, ya que con la ley en la mano la campaña arrancaría el viernes 26 de junio a la medianoche y no hay un Parlamento activo que pueda cambiarla al modo de la modificación 'ad hoc' para las repeticiones de las generales y que se estrenó el pasado otoño.
La posibilidad de elecciones en julio se barruntaba desde que Urkullu lanzara la hipótesis en el Parlamento el 24 de abril. Era la primera vez que comparecía de manera presencial para dar cuenta de su gestión frente a la COVID-19 y el anuncio copó titulares frente a los datos de atención sanitaria. Los partidos se han reunido varias veces, la última el pasado jueves, y no ha habido grandes acuerdos por las dudas que el calendario genera en los dos principales partidos de la oposición, EH Bildu y Elkarrekin Podemos-IU. Los movimientos de Alberto Núñez Feijóo en Galicia aplacaron las quejas del PP vasco.
Urkullu está convencido de que el verano es el mejor momento, con menor riesgo de contagios frente a un otoño de posibles repuntes. Además, si falla la opción de julio por un rebrote, quedaría una “alternativa” para septiembre u octubre. Explorar más allá de ese momento sería entrar en un nuevo limbo jurídico, porque la legislatura habría acabado. Hay informes del Gobierno que hablan de ello como una “ablación” del derecho al voto y a la participación de la ciudadanía.
La decisión se ha presentado este lunes tras resolver todos los formalismos, como un Consejo de Gobierno para deliberar y la reunión del comité que ha gestionado la emergencia sanitaria para certificar el levantamiento de la alerta -Euskadi la ha “superado” ya, considera Urkullu-. La emergencia sanitaria ha sido paralela al estado de alarma y se ha dado ya por desactivada. Pero la suerte estaba echada desde el jueves. En la tarde-noche de ese día la consejera de Salud, Nekane Murga, y su 'número dos', Iñaki Berraondo, firmaron ya los documentos que daban por finalizada la emergencia sanitaria, aunque en aquel momento Euskadi vivía todavía una fase 1 de la desescalada más restrictiva que la de otras zonas en el mismo régimen. Antes, en el Congreso, el PNV ya se había asegurado que el estado de alarma no iba a ser un obstáculo para el calendario electoral.
Preguntado por si la sociedad entenderá que se dé por finalizada la emergencia sanitaria para convocar elecciones cuando ni siquiera es posible celebrar un cumpleaños familiar en una casa de Euskadi, Urkullu ha asegurado que el 12 de julio la desescalada ya habrá completado todas sus fases. “Insisto en que estamos hablando de aquí a 54 días. Por lo tanto, situémonos dentro de dos meses. Para entonces habremos superado la cuarta fase. No nos situemos hoy como si hoy fuera el 12 de julio. 54 días han de transcurrir desde mañana y en 54 días pueden suceder muchas cosas”, ha enfatizado el lehendakari, aunque ha terminado por admitir que el final de la emergencia sanitaria no acarreará ningún efecto práctico para la ciudadanía, que tendrá este martes las mismas limitaciones derivadas del estado de alarma que las que tiene este lunes.
Urkullu se siente “fuerte” para seguir
Urkullu, que se dice “fuerte” y con ánimo, encara su tercer mandato, su segunda reelección, como candidato del PNV. No ha ocultado su deseo de revalidar la coalición de Gobierno con los socialistas, que también opera en las tres diputaciones y en los principales municipios, incluidas las capitales. Lejos quedan esos sondeos previos a la pandemia aunque todos ellos le eran muy favorables a los nacionalistas, con crecimiento claro en las tres circunscripciones, Álava, Bizkaia y Gipuzkoa. Sin embargo, se abre la incógnita de cómo se valorará su gestión de la crisis del coronavirus, no exenta de polémicas y sobresaltos. Sólo hay un indicador, un reciente sondeo hecho público por la propia Presidencia vasca que ponía un notable alto (8,2) al Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) y algo menos nota a la política de “comunicación” del Ejecutivo vasco (6,7).
Pero no han sido meses sencillos. El portavoz de Urkullu, Josu Erkoreka, empezó el estado de alarma hablando de un “155 encubierto” y de que el confinamiento no era necesario. Euskadi cuestionó también el parón general de toda la actividad económica no esencial, el primer plan de uso de mascarillas -ahora ha pedido al Estado que las haga prácticamente obligatorias- y, en los últimos días, ha tenido que desdecirse de la vuelta a las aulas que quería haber efectuado ya este 18 de mayo y se ha enredado con una fase 1 de la desescalada 'sui generis', con mayores restricciones que en otras zonas de España. En lo puramente sanitario, han sido confusas las explicaciones sobre algunas compras -como los respiradores “birlados” procedentes de Turquía- y las estadísticas de la evolución de la pandemia han ido sufriendo modificaciones con el paso de los días. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos casos totales hay en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa en este momento. Y en el camino ha tenido que dimitir el responsable de Emergencias, Jon Sánchez, por viajar a su segunda residencia en Cantabria.
A ello se le añade que el final de la legislatura, de por sí, no fue sencillo. Las elecciones de abril eran elecciones anticipadas. Se convocaron a principios de febrero a pesar de que la coalición de PNV y PSE-EE -a un escaño de la mayoría absoluta- estrenaba socio en Podemos-Equo tras las aprobación de los presupuestos de 2020 y una oferta para sacar grandes leyes pendientes. Y es que el Ejecutivo cerró la persiana del Parlamento con muchos de sus principales proyectos sin ser aprobados, como las leyes de cambio climático, de reforma de la renta básica, de igualdad o de memoria histórica.
De Miguel, Montai, Osakidetza, Zaldibar
También se conoció en diciembre la sentencia del mayor caso de corrupción de Euskadi, el 'caso De Miguel', con penas de cárcel por cobro de comisiones para exdirigentes del PNV de Álava. Y la oposición demandó explicaciones por las decenas de adjudicaciones a las empresas de un cargo del PNV, Aitor Elorza, Montai, Denok, Estali La Karpa y Kultur Kirol y dedicadas a la organización de eventos, como adelantó este periódico. Además, justo cuando Urkullu sopesaba la convocatoria electoral, cayó el vertedero de Zaldibar. Todavía 100 días después no han aparecido los cuerpos de Alberto y Joaquín, dos trabajadores que quedaron sepultados. Y sigue viva la investigación por el fraude en las oposiciones médicas de Osakidetza, que llevaron a a la dimisión al anterior consejero de Salud, Jon Darpón.
Eso en el pasado. Pero el futuro no es alentador tampoco. El propio Urkullu asume que a la crisis sanitaria le seguirá una económica y también social. La recaudación de las Haciendas vascas podría caer entre 3.000 y 3.500 millones, el equivalente al presupuesto de Osakidetza. Se han esfumado de un plumazo 25.000 empleos cuando ha costado toda una legislatura que el paro cayese del 10%.
Frente al PNV, EH Bildu quiere postularse como única alternativa real. Han pasado del enamoramiento con una propuesta conjunta para reformar con acento soberanista el Estatuto vasco a un enfrentamiento directo. A la candidata Maddalen Iriarte y al líder de la coalición, Arnaldo Otegi, no les convence la fecha de julio. Consideran que Urkullu “tiene como único objetivo resguardar sus propios intereses electorales y partidistas”.
Los socialistas, por su parte, pendulan entre su papel de socio del PNV en la mayoría de instituciones y su perfil propio. Esto segundo se ha acentuado durante la pandemia como respuesta a las críticas nacionalistas a la gestión de Pedro Sánchez. Aunque el balance global de la legislatura es positivo -y así lo ha recalcado la candidata Idoia Mendia al conocerse la fecha-, no faltan las voces que cuestionan la mala gestión de Nekane Murga y su equipo durante la pandemia de coronavirus.
Nuevas caras en PP y Podemos
Las coaliciones de Elkarrekin Podemos-IU e PP-Ciudadanos encaran las elecciones con líderes nuevos. Para Miren Gorrotxategi -sorpresiva vencedora de las primarias- y Carlos Iturgaiz -elegido por Pablo Casado tras la desautorización a Alfonso Alonso- estos meses de retraso les han permitido no lanzarse a una campaña precipitada e ir cogiendo peso en la opinión pública. Podemos, además, quiere consolidar la nueva estructura tras la salida de todo el equipo anterior con un proceso interno telemático -al tiempo que es el más beligerante en criticar que se hagan elecciones tan pronto- en el que la diputada Pilar Garrido, cercana a Pablo Iglesias, se postula como coordinadora en Euskadi, la nueva denominación del máximo cargo autonómico. Podemos comparte cartel con IU pero no ya con Equo-Berdeak, tras la abrupta ruptura de febrero. El partido verde presenta su propia apuesta, José Ramón Becerra.
En el caso del PP, en coalición con Ciudadanos blindada de las tensiones en Madrid y otras comunidades, Iturgaiz afronta el reto mayúscula de sostener el suelo que ya Alonso dejó bajo. Con un mensaje más radical en lo identitario, quien ya fuera líder de los 'populares' vascos hace dos décadas aspira a cerrar al paso a Vox, al que algunas encuestas llegaron a atribuir un escaño por Álava.
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