Lo local marca tendencia
Dicen que los tomates que se comen sobre la tierra que los vio crecer saben mejor que otros procedentes de países lejanos. Pero ésta no es la única razón por la que cada vez más consumidores se decantan por adquirir productos locales. Para estas personas el consumo es una forma más de activismo y hacen de la cesta de la compra su particular caballo batalla.
Este perfil de consumidor responsable apenas pisa los grandes supermercados. Huye de los alimentos que recorren miles de kilómetros hasta llegar a las cocinas de los hogares. Los grupos de consumo alternativos se organizan para hacer pedidos de verduras legumbres, lácteos y otros productos a los productores locales. De estas manera promueven formas de producción y de consumo más justas, responsables y sostenibles. Y lo hacen porque son conscientes de que cada intercambio comercial tiene una influencia directa en la vida de otras personas y en el propio planeta. “Nuestra contribución para fomentar lo local y reducir la huella ecológica es como una gota en una océano pero aún así preferimos obrar de esta manera”, confiesa Miguel Ángel Peña, del grupo de consumo Murba. Este colectivo está integrado por unas veinte familias y su ámbito de actuación es el Condado de Trebiño en Álava.
La labradora Yolanda Urarte del pueblo de Argote, productora de verduras y hortalizas de la asociación Iudari, es una de las agricultoras que les abastece. El pan les llega de un obrador cercano, la sidra y los huevos también son locales. A los proveedores, además de ser próximos, les exigen que sus prácticas sean respetuosas con el medioambiente. “Queremos que compartan las mismas inquietudes que nos han impulsado a crear este grupo de consumo, que se preocupen por reducir la huella ecológica”. Bajo esa premisa abren el abanico y han extendido lazos hacia otras regiones en busca de naranjas de Valencia, aceite de Navarra o embutido de Extremadura que adquieren directamente al productor, eliminando el intermediario en la cadena de venta. Eso sí, todo ecológico. “Nos agrupamos para reducir costes y el precio es bastante competitivo con respecto a de productos de calidad similar. No es más caro como la gente piensa”, revela Peña.
Te llevan al huerto
El trato cercano con el cliente también se pone en valor con este tipo de transacciones. “Damos gran importancia a la relación directo con nuestros clientes, por lo que les invitamos a visitar nuestra finca para exponerles las razones y los objetivos de nuestras actividades. Pretendemos así generar un vínculo que determine el valor real de lo que hacemos junto con ellas y ellos. Ése, creemos, es el auténtico sello de garantía de nuestra labor”. Es la carta de presentación de Mónica García y Ramón Roa, del grupo de consumo Tierra, Papel,Tijera, Proyecto de vida sostenible basado en la agroecología y el arte. Esta pareja vive y trabaja en Salcedo, un pequeño pueblo Álava. Su actividad se centra en el cultivo de cereales, legumbres, huerta y frutales. Venden cestas de verdura ecológica. Su máxima área de cobertura de ventas son 35 km a la redonda, con Vitoria-Gasteiz como punto más alejado.
El proyecto nació en el 2009 con el objetivo de alimentar a 35 familias “Nuestro horizonte se encuentra en la autosuficiencia de la finca, de tal manera que podamos comercializar los excedentes generados. El objetivo es alimentar a 35 familias a través de diversas modalidades de cestas semanales de producto hortícola que iremos complementando con legumbre, fruta de temporada, frutos secos, huevos, harina, etc.”. Y en ello están, entregados a su pasión. “Pensamos en la agricultura familiar como parte de una filosofía de vida que aboga por el respeto a la tierra y por la proximidad a las personas; una agricultura con cara y ojos”.
Mejor cuanto más cerca
Otras 150 familias residentes en los barrios del Casco Viejo y Santutxu de Bilbao y de en otras localidades más alejadas de la capital vizcaína como Barakaldo, Portugalete, Basauri, Derio o Getxo componen Bizigai, una pequeña cooperativa de consumo. Lo de repartir cestas semanales con frutas y verduras de temporada ya queda lejos. Han crecido tanto que disponen de su propio local. Ahora trabajan con una comisión de calidad y compras que decide dónde y a quién se le compra, a partir de unos criterios establecidos por asamblea. “Tratamos a nuestros proveedores con la dignidad y la importancia que merece su trabajo y dedicación. Pagamos un precio justo por su esfuerzo y, si podemos, les visitamos para estrechar lazos y aprender de su experiencia”.
No abogan por consumir menos, sino por consumir mejor. El 28% de la compra se realiza a productores situados a menos de 100 km de Bilbao: huevos de Larrabetzu, verduras y hortalizas de Bakio; pan y lácteos de Cantabria, queso y yogur de Maruri; fruta, arroz, legumbres, vino, zumos, conservas y galletas de Navarra; miel, patatas y ajos de Tobalina. Y más de la mitad les llega de productores que viven a menos de 1.000 km como el aceite de oliva de Córdoba, aceite de girasol y bollería de Castilla, algas de Galicia, legumbres y fruta de Aragón, lácteos de Albacete, naranjas de Valencia, alimentos elaborados de Cataluña.
En Vitoria Bioalai reproduce el mismo esquema de funcionamiento. Se creó en 1993 y ya abastece a 1.000 familias.
LURgozo en Urdaibai, Marisatsa en Durango, Orekabioelkartea en Azkoitia son otros de los muchos ejemplos de estos grupos de consumo algunos incipientes, otros ya veteranos pero unidos todos bajo una misma filosofía: mejor cuanto más cerca.