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El día que el lehendakari Ibarretxe tuvo que salir de un funeral por un asesinato de ETA por la puerta de atrás

Homenaje a Buesa y a su escolta, Jorge Díez, a los 20 años de sus asesinatos

Eduardo Azumendi

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Las familias del exdirigente socialista Fernando Buesa y de su escolta, el ertzaina Jorge Díaz, junto con representantes de los principales partidos y de las instituciones de Euskadi, han recordado este sábado, en Vitoria, a ambas víctimas de ETA, en el 20 aniversario de su asesinato. La ceremonia ha consistido en una ofrenda floral realizada ante el monolito instalado en la capital alavesa junto al lugar en el que Buesa y Díaz fueron asesinados con un coche bomba por ETA el 22 de febrero de 2000. En el acto, han participado la viuda e hijos del exdirigente del PSE-EE, y los padres y la hermana de su escolta, Jorge Díaz.

Y como viene siendo habitual en los últimos años, han estado acompañados de representantes de todos los partidos políticos. Que lejos queda esa imagen de unidad en el homenaje de la vivida hace 20 años, cuando el asesinato del destaco político fracturó a la sociedad vasca hasta el punto de que una parte se volvió furiosa contra el lehendakari Juan José Ibarretxe (que entonces dirigía el Gobierno vasco) y el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz (ya fallecido) por la alianza que mantenían los nacionalistas con los herederos de Herri Batasuna, Euskal Herritarrok. Buesa había ocupado prácticamente todos los cargos públicos destacados en Álava (salvo alcalde de Vitoria), era el jefe de la oposición cuando le mataron y había sido vicelehendakari con José Antonio Ardanza de lehendakari.

La rabia era tal que el propio Ibarretxe tuvo que salir por la puerta lateral de la Catedral Nueva de Vitoria fuertemente custodiado cuando concluyó el funeral debido a que los ánimos en el exterior estaban muy encendidos contra él y no era aconsejable ese tipo de exposición. Antes del funeral, la policía ya tuvo que abrirle un pasillo para que pudiera acceder al acto religioso en medio de gritos de “¡Ibarretxe dimisión!”, ¡Ibarretxe dimisión!“ de la multitud congregada para dar el último adiós a Buesa, un político muy querido en la provincia. Una imagen nunca vista antes en Euskadi hacia la figura de un lehendakari.

Manifestación convulsa

Días después, Ibarretxe convocó una manifestación en Vitoria para el 26 de febrero de manera unilateral pidiendo la paz (sin consultar con los socialistas ni la familia) y la tensión fue a más en unos días que aún se recuerdan en Euskadi por la fractura que supuso en la sociedad vasca. Aquella marcha se dividió a su vez en tres manifestaciones: en la primera marchó Ibarretxe y los militantes del PNV; en el medio una representación de Gesto por la Paz; y el tercer bloque estuvo integrado por las familias de Buesa y Díez, acompañados de simpatizantes del PSE y del PP. Cuando concluyó esta última marcha, Javier Rojo, dirigente del PSE alavés e íntimo amigo de Fernando tomó la palabra para dirigirse a la multitud congregada en la Plaza de la Virgen Blanca: “¿Dóndé está el lehendakar? ¿Dónde está el lehendakari?”, fueron sus palabras, que aún resuenan en la memoria colectiva.

Días antes de que esto ocurriera y al conocer la intención de Ibarretxe de convocar una manifestación, el hijo de Fernando Buesa, Carlos Buesa, le telefonéo en un intento de reconducir la situación y de lograr la convocatoria de una marcha unitaria, pero no fue posible. “Ibarretexe no le hizo caso”, recuerda Jesús Loza, amigo muy cercano de Fernando. “Aquella manifestación”, incide Loza, “visualizó la división que se venía larvando en la sociedad vasca, entre nacionalistas y no nacionalistas, y con un PNV alineado con la izquierda abertzale. Ya había roto con el Pacto de Ajuria Enea y había firmado el acuerdo de Lizarra (septiembre de 1998), que daba carta de naturaleza a la exclusión de los no nacionalistas”.

Además, entonces Ibarretxe (que gobernaba junto a EA) también había suscrito un pacto parlamentario con Euskal Herritarrok (la marca de la izquierda abertzale) para dar apoyo al Gobierno vasco. El asesinato de Buesa y el clamor popular llevaron a Ibarretxe a romper el acuerdo, pero ya era tarde para calmar el desasosiego que se había instalado entre los no nacionalistas.

18 años para superar la fractura

“Ibarretxe”, subraya Jesús Loza, “ni siquiera se acercó al lugar del atentado el día que asesinaron a Fernando, Arzalluz no dio el pésame a los socialistas en la capilla ardiente que se instaló en el Parlamento vasco, el lehendakari tardó tres semanas en acercarse hasta la viuda de Fernando, Natividad, para hablar con ella.....Todos los puentes se habían roto”.

El asesinato del concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, en julio de 1997 había lanzado un mensaje claro de hastío de la sociedad vasca hacia ETA, pero “el PNV lo entendió mal. Creyó que era un mensaje contra el nacionalismo, pero era contra ETA y Batasuna. No lo entendió y preparó la ruptura con los nacionalistas”. Lo que se consumó en el Pacto de Lizarra.

Han hecho falta casi 18 años para superar esa fractura y que PNV y PSE vuelvan a gobernar juntos, la fórmula que tan buenos resultados ha dado a Euskadi. Fue en noviembre de 2016 cuando peneuvistas y socialistas cerraron un acuerdo político para un gobierno de coalición en Euskadi. El antecedente anterior saltó por los aires en julio de 1998 debido al Pacto de Lizarra (la alineación de todas las fuerzas nacionalistas, desde el PNV a la izquierda abertzale), lo que inauguró la larga etapa de distanciamiento entre nacionalistas y no nacionalistas.

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