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Cuando mentir tiene un coste

Los candidatos Rishi Sunak (izquierda) y Keir Starmer junto a la periodista Julie Etchingham en el debate del martes.

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La agencia de vigilancia en el uso de los datos de la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido acaba de abrir una investigación sobre las palabras del primer ministro, Rishi Sunak, que dijo hace unos días en una entrevista en la BBC que la economía de su país “va viento en popa”. El Reino Unido ha salido de la recesión en la que cayó en 2023, y creció de enero a marzo un 0,6% del PIB, pero sigue siendo la economía entre las grandes del mundo que peor se ha recuperado de los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania. Un portavoz de la Oficina de Estadística dijo que “viento en popa” no es “una expresión que usaría para describir la economía del Reino Unido”.

La agencia de vigilancia del uso de datos oficiales también le ha dado un aviso oficial al primer ministro por el cálculo que utilizó Sunak en el debate esta semana contra Keir Starmer, su principal rival en las elecciones generales del 4 de julio, de que los planes del Partido Laborista costarán “2.000 libras en impuestos” a cada familia y atribuyéndolo a los funcionarios independientes del Tesoro, que ya han publicado una carta diciendo que no es así y llamando a ambos partidos a no utilizarlos como arma arrojadiza en campaña. Algunos conservadores ya han matizado que la cifra está basada en una estimación de las necesidades fiscales para cuatro años y el ministro de Transportes sufrió este jueves por la noche intentando defender a Sunak ante las recriminaciones de la audiencia en un programa de la BBC. El Instituto de Estudios Fiscales, un think tank independiente, se queja en todo caso de que ningún partido está siendo sincero sobre la situación insostenible de las finanzas británicas y la necesidad de subir impuestos.

No decir la verdad a sabiendas –es decir, mentir– va contra el código ético ministerial y hacerlo en el Parlamento, por ejemplo, puede costar una reprobación y el escaño. Eso le pasó en 2023 a Boris Johnson, que dejó su sitio un año después de dimitir como primer ministro antes de que le reprobara la Cámara de los Comunes por no informar de manera completa sobre lo que sabía sobre la vulneración de reglas sanitarias en fiestas y otros eventos en Downing Street.

En la actual campaña, el Parlamento está disuelto con lo que no puede haber reprobación formal, pero siguen funcionando las instituciones independientes, no partidistas, que al menos corrigen a los candidatos en público. 

Tener instituciones que velen por el uso íntegro de los datos y controlen a los políticos no es la cura milagrosa para evitar las mentiras en el debate público ni para el buen funcionamiento de un país. Ya he escrito en detalle sobre el deterioro de las infraestructuras y servicios básicos en el Reino Unido, en parte por el Brexit, cuya campaña es un ejemplo de promesas de falsos amaneceres y manipulación de datos. Sunak probablemente va a pagar ahora por lo que dijeron Boris Johnson y Nigel Farage en 2016, y lo que pasó en realidad después.

Pese a sus múltiples problemas, el país sigue teniendo un debate público con menos insultos que el de otros países vecinos. Los votantes no están tan definidos por posiciones ideológicas únicas ligadas a los partidos y tienen todavía un nivel de confianza razonable en fuentes de información de calidad. La BBC, la radiotelevisión pública, sigue siendo el medio con más alcance y más confianza. Las quejas por el primer debate entre Sunak y Starmer porque se habían interrumpido el uno al otro (en realidad, un poco) son casi difíciles de entender para cualquiera acostumbrado a la bronca en España y al uso de cualquier palabra a la ligera.

En el Reino Unido, mentir, al final, sigue teniendo un coste, aunque sea tarde y cuando el daño está hecho. Y esto es así por la existencia de instituciones oficiales e imparciales con reglas claras que se aplican a todos y un entendimiento común de que su respeto importa. Pese al aumento de ataques partidistas contra funcionarios y expertos desde el poder, los políticos tienen un freno constante que saben que existe y les puede costar el puesto. 

La campaña para las generales probablemente se agriará, en particular por lo que ahora parece un desplome histórico del Partido Conservador. Las próximas semanas serán así una prueba de fuego sobre el respeto de las reglas de las que los británicos todavía pueden presumir. 

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