El significado de la palabra justicia
Están siendo días de intensa reflexión. Desde que el viernes pasado conocimos la sentencia del Tribunal Supremo que daba la razón a Ángela González y reconocía la responsabilidad del Estado en el asesinato de su hija, no he dejado de pensar en el significado de la palabra justicia.
Pienso en Andrea, la hija de Ángela, que no va a volver y me pregunto si realmente Ángela ha obtenido justicia. Para mí, como para mucha gente, tener acceso a la justicia significa que te crean cuando pides protección porque tu vida o la de tu hija está en riesgo. Sin dudar de ti, sin cuestionarte por ser mujer. Es poner una denuncia y confiar en que las autoridades actúen deprisa. Es que no se tomen decisiones basadas en estereotipos de género como que las mujeres mienten o exageran. En definitiva, para mí justicia hubiera sido que a Ángela la hubieran creído y protegido cuando denunció que su expareja, un maltratador, podía hacerle daño a su hija.
Aunque, por otro lado, también siento que la sentencia del Supremo da un paso decisivo en la reparación del daño que la administración de justicia española le infligió a Ángela. Porque obtener justicia también es que, una vez se te ha producido un daño, puedas acceder a una reparación, especialmente cuando fue el propio sistema el que te falló.
No ha sido un camino fácil. Ángela ha estado 19 largos años buscando justicia ante distintas instancias. Incluso antes de que su hija fuera asesinada, Ángela pasó cuatro años, de 1999 a 2003, pidiendo protección para sí misma y para Andrea, y solicitando que las visitas de la niña con su exmarido estuvieran supervisadas por los servicios sociales. Sin embargo, en 2003 una decisión judicial le obligó a acatar un régimen de visitas en el que la niña podría estar con su padre sin supervisión. Y él asesinó a la niña como forma de hacer daño a Ángela.
Durante ocho años estuvo litigando Ángela ante la justicia española buscando que se reconociera la responsabilidad del Estado en el asesinato de su hija. La justicia no había actuado correctamente, se había producido un funcionamiento anormal de la administración de justicia, que entregó a su hija a su asesino. Eso es lo que Ángela buscaba demostrar, para intentar que no le volviera a pasar a ninguna mujer. Sin embargo, la justicia española no encontró responsabilidad o negligencia alguna y se lavó las manos en el asunto.
No fue hasta 2014 que Ángela obtuvo un atisbo de esperanza. Ese año, el Comité para la Eliminación de la Discriminación a las Mujeres de Naciones Unidas (Comité CEDAW), reconoció por primera vez que el sistema de protección español pudo haber hecho más para proteger a Ángela y a Andrea, pero no lo hizo porque priorizó los derechos del maltratador a tener visitas con su hija. Esta fue la primera vez que Ángela sintió que había encontrado justicia.
Sin embargo, han tenido que pasar cuatro años más para que el Estado español responda a Ángela. Como el Estado se negaba a cumplir con las medidas dictadas por la ONU, tuvimos que iniciar un nuevo procedimiento judicial para exigirlo. ¿Se imaginan lo desgastante de esa situación? Con la decisión de la ONU habíamos creído rozar la justicia con la punta de los dedos, pero poco después nos dimos cuenta de que, de nuevo, se alejaba de nosotras.
Pero esta larga lucha ha merecido la pena. Hemos ganado, aunque la victoria tenga un regusto amargo. Al fin, Ángela siente que se ha hecho justicia, que se le ha devuelto la dignidad. Porque para Ángela, la palabra justicia significa que se reconozca la responsabilidad del Estado en el asesinato de su hija. Y que, de esta manera, se confirme oficialmente lo que es evidente: que la responsabilidad no fue suya.
Esta sentencia es justicia para Ángela, pero también para muchas otras mujeres y sus hijos e hijas, ya que al reconocer que el sistema de protección falló, abre las puertas a que éste pueda revisarse para que funcione mejor.
Para nosotras, justicia es que se reconozca, por fin, el valor de su larga lucha.
Gracias Ángela.