Brecha de género en la participación laboral
El debate sobre desigualdad de género tiende a basarse en una mezcla de experiencias concretas, aportaciones ideológicas y acontecimientos esporádicos, algo que, si bien aporta una visión importante del fenómeno, en muchos casos dificulta la elaboración de un análisis completo que nos marque una hoja de ruta hacia la igualdad de oportunidades.
En las próximas semanas vamos a publicar en eldiario.es una serie de artículos con datos y reflexiones sobre distintas dimensiones de la desigualdad de género, tratando de formar una pequeña panorámica general a partir de fotos individuales. En este caso, vamos a comenzar hablando de las diferencias de género en la participación laboral.
En primer lugar, analicemos la historia reciente. La incorporación de la mujer al mercado laboral ha sido especialmente rápida en España, en los últimos 30 años el número de personas activas ha aumentado en 8.9 millones, de los cuales más del 70% son mujeres (es decir se ha multiplicado por 2.5 el número de mujeres que participan en el mercado de trabajo). No parece arriesgado asumir que una parte nada desdeñable del anterior largo ciclo económico expansivo en nuestro país (1993-2008) haya sido gracias al proceso de incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
A mediados de los 80, sólo un 35% de las mujeres españolas entre 15 y 64 años trabajaba o buscaba activamente empleo. En Estados Unidos, lo hacía ya el 64% y en Francia o Alemania algo más del 50%. Tan sólo 30 años más tarde, estamos prácticamente al mismo nivel que nuestro vecino galo y EE.UU. y sólo unos 4 puntos porcentuales por debajo de los alemanes. Existe, sin embargo, margen de mejora, tal y como se deriva del ejemplo de Suecia, cuyo proceso de incorporación de la mujer al mercado laboral culminó en 1990 y cuya tasa de participación femenina lleva 30 años en valores superiores al 75%.
El gran avance en la incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha permitido reducir la brecha en participación, como se puede ver en el siguiente gráfico. Aunque la brecha es menor que la media europea, aún existe un gran margen de mejora.
Este gran avance esconde, sin embargo, importantes problemas.
En primer lugar, la brecha en participación laboral decrece a medida que aumenta el nivel educativo. Destaca el caso de las mujeres entre 25 y 29 años, pues cuando tienen estudios universitarios la brecha es prácticamente inexistente, mientras que cuando no han completado la secundaria superior hay una diferencia de 15 puntos en su tasa de participación. Esto es especialmente preocupante dado el elevado nivel de fracaso escolar en nuestro país. Por otro lado y como anotábamos anteriormente, dado que España continúa siendo un país en transición vemos también que la brecha se reduce con la edad.
Otro de los factores más importantes a la hora de decidir si trabajar o no hacerlo es la maternidad. La participación laboral de las mujeres cae demasiado y durante demasiado tiempo cuando se tiene hijos, denotando problemas serios en la compatibilización de vida familiar y laboral. La tasa de empleo en adultos viviendo en pareja sin hijos no difiere demasiado de la brecha en adultos solteros (pese a que sí existe un incremento del 6 al 8%). La gran diferencia en la brecha de empleo se encuentra entre tener o no tener hijos (diferencia porcentual del 6 al 33%). Esto tiene efectos devastadores sobre nuestra tasa de fertilidad.
Ese hecho se aprecia mejor analizando las tasas de empleo en la horquilla de edad de entre 25 y 45 años y segmentando de acuerdo a la edad del hijo más pequeño. En España observamos una diferencia muy grande en la tasa de empleo entre personas con hijos y personas sin ellos (25 puntos). Esta brecha se mantiene independientemente de la edad del hijo, señal de que la desconexión del mundo laboral tiene un carácter bastante poco temporal (si bien también afecta que las mujeres con hijos más mayores tienden a ser ellas mismas más mayores y la brecha decrece con la edad). En países como Suecia observamos como la brecha va cayendo según el hijo más pequeño va haciéndose más mayor, pasando de los 15 puntos cuando el hijo menor tiene menos de 3 años hasta el entorno de los 6 puntos cuando éste está entre los 6 y 15 años.
Existen multitud de trabajos académicos que relacionan la participación laboral de las mujeres con el reparto equitativo de las tareas domésticas dentro del hogar. ¿Cómo es el reparto de las tareas dentro del hogar en nuestro país?
En España el avance en la distribución de tareas domésticas (que en parte importante define el tiempo disponible de hombres y mujeres) no se ha correspondido con el avance experimentado a nivel de participación laboral femenina. Utilizando datos armonizados de distintas encuestas de empleo del tiempo observamos que los hombres españoles dedican alrededor de una hora y media más al día a trabajo remunerado que las mujeres de nuestro país. Esto es algo inferior a otros países como Francia u Holanda y muy inferior a Italia, donde la participación femenina es aún bastante baja en comparación con los niveles medios de otros países desarrollados.
Sin embargo, la diferencia en horas dedicadas a trabajo doméstico es bastante mayor. Las mujeres españolas dedican 2 horas y media más al día a tareas del mantenimiento del hogar (incluyendo cuidado infantil y de otras personas), algo por encima de lo observado en otros países de nuestro entorno (excepto Italia). La hora que cuelga entre la diferencia positiva para los hombres en trabajo remunerado (+1,5) y la negativa en trabajo doméstico (-2,5) se va en tiempo libre. Los hombres tienen casi una hora más de tiempo libre que las mujeres en España, una cifra mucho mayor a la de Francia, Holanda o Suecia y casi al nivel de Italia.
Si miramos el problema un poco más a fondo, desagregando las tareas domésticas por tipología, nos encontramos un problema serio de segregación. Las mujeres realizan casi el 70% de todo el trabajo doméstico y prácticamente ninguna actividad se acerca a la paridad. Los hombres sólo llevan a cabo el 35% de las horas de cuidado infantil.
En el siguiente gráfico usamos datos de distintas encuestas sobre uso del tiempo de países europeos a lo largo del periodo 2000-2013 para calcular diferencias de género en el número de horas de tiempo dedicado a tareas domésticas y la comparamos con la brecha de género en participación laboral. Observamos claramente que desde el año 2000 al año 2010 la mejoría en España en participación laboral es enorme, pero la mejoría en distribución de tareas del hogar es mucho menor. Entre todos los países se observa una dinámica muy clara: la reducción en la brecha en la tasa de participación tiene una correlación bastante fuerte con una distribución más equitativa de las tareas de la casa (incluyendo cuidado de dependientes). Es importante recordar que correlación no implica causalidad.
En definitiva, el avance en la participación laboral de las mujeres en las últimas décadas ha sido espectacular. No obstante, es especialmente preocupante como se abre la brecha de género en participación cuando se decide formar una familia. La desigualdad es también excesivamente grande en el reparto de las tareas del hogar, donde una parte enorme del peso recae sobre las mujeres.
En el último artículo de la serie analizaremos las distintas políticas públicas que podrían ayudar a progresar en materia de igualdad de oportunidades tanto en el mercado laboral como a nivel familiar. Por ahora, nos conformamos con poner de relieve todo el potencial de talento femenino que estamos desaprovechando. Mucho talento a la espera de su oportunidad.