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Laicidad no es cocear los cultos

Un grupo de monjes budistas provistos de mascarillas para protegerse de la contaminación en Tailandia
26 de abril de 2023 22:26 h

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“La laicidad no es una opinión entre las otras sino la libertad de tener una. No es una convicción sino el principio que las autoriza todas”

Web del Gobierno de Francia

Estoy totalmente de acuerdo con la decisión tomada por el Gobierno español de extender la exención del IBI a todas las religiones reconocidas y registradas por el Estado porque, en efecto, es una medida de equidad que corrige los privilegios de la confesión mayoritaria y que nos acerca a un espacio más parecido a la laicidad. Veo, sin embargo, una gran agitación por parte de los que no comprendiendo exactamente ese concepto consideran que en un estado laico no puede haber “barra libre para las religiones”. Es una confusión muy común y muy comprensible en un país que ha estado tanto tiempo sumido en las tinieblas del estado confesional y del clericalismo y que ahora no parece diferenciar la laicidad de la rabia hacia determinadas religiones, o hacia todas, que sigue muy enquistada. 

Yo soy atea, lo he confesado muchas veces. Tan atea y tan convencida de mi ateísmo que no tengo en mi interior pleito alguno hacia ninguna de las religiones, tampoco hacia aquella en la que me educaron. No me molesta la religión católica porque sus dictados y sus acciones no me afectan, como no me concierne lo que prediquen los imanes o los rabinos o los pastores evangélicos. Simplemente son realidades ajenas a mí. Creo que no a todos los ateos o agnósticos les pasa lo mismo. Alguno conozco y creo que aún conserva la rabia hacia una religión que afectó demasiado a su vida. La rabia no forma parte de la laicidad. 

No me importa en absoluto que la gente crea en aquello que desee con la misma determinación con la que yo no creo en nada. Respeto que la gente crea y le exijo que respete mi falta de fe en dios alguno. La Constitución consagra en el artículo 16 el derecho a no creer y a creer. “Soy anticlerical pero como individuo no tengo ninguna necesidad de luchar contra la Iglesia porque para mí no es un fantasma del que me tenga que defender”, declaró un día Almodóvar y creo que iba exactamente en el mismo sentido que voy yo. Cuidado con los fantasmas, los fantasmas no son laicos. Por ese motivo no hay que echar espuma por la boca cuando el Estado decide no cobrar un impuesto a los templos de ninguna confesión, como tampoco a sus colegios igual que no hace con oenegés, fundaciones, edificios diplomáticos, organismos oficiales, asociaciones de utilidad pública, federaciones deportivas o comités olimpicos. Si se garantiza la libertad ideológica y de culto en la Constitución también deben darse facilidades para que ésta se produzca. Y voy a dejar para otro rato el hecho de que en concreto el IBI es un impuesto bastante injusto, poco progresivo, y basado casi únicamente en la voracidad recaudatoria de los ayuntamientos. Un impuesto que complica la vida de muchas personas que tienen vivienda en propiedad pero que luego incluso en la jubilación las pasan canutas para mantenerla. Cosa distinta es la voracidad de propiedad de la Iglesia Católica reflejada en las ilegítimas inmatriculaciones. Con eso a muerte y no creo que Calvo lo resolviera bien.

La laicidad real, la republicana, está basada en el principio de neutralidad religiosa del estado y en el de la separación de lo político y lo religioso. Ninguno de esos dos pilares implica que el espacio público sea arreligioso o irreligioso, simplemente es neutro y en él tiene cabida cualquier expresión de religiosidad, de agnosticismo y de ateísmo. Todo cabe. No excluye sino que protege e incluye. La laicidad garantiza a creyentes y no creyentes el mismo derecho a la libertad de expresión. Así que si comprendemos que los creyentes de cualquier religión expresan sus creencias asistiendo a los lugares de culto, no veo cómo podemos gravar con un impuesto la existencia misma de esos lugares. 

Me parece obvio también que la ampliación de esas facilidades para la expresión ideológica a todas las religiones implantadas acaba con una discriminación a favor del culto católico que sí que resulta impropia en la idea de un espacio neutro y equitativo que permita la libertad de todos. Porque, ¿qué se pretende argumentando que las religiones no tienen que tener ninguna ayuda? ¿Por qué habrían de tenerla las federaciones deportivas y no ellos? En el fondo de esa actitud sólo late la idea impositiva de que lo deseable es que los ciudadanos opten por ser agnósticos o ateos y que profesar otras creencias no debe estimularse como estimulamos mediante exenciones la existencia de la Cruz Roja o de Greenpeace. Yerra Europa Laica cuando considera que se trata de “privilegios” porque en la tortuosa senda de ese argumento se llega enseguida a la de los “chiringuitos” que denuncia Vox hablando de las asociaciones que ideológicamente no le gustan y para las que reclama la negación de toda financiación pública. No cobrar el IBI es una forma de subvención y no es de peor clase un templo que la sede de cualquier asociación de utilidad pública. 

Leo a Picó, presidente de Europa Laica, que “las religiones son organizaciones privadas de creyentes” y lo cierto es que son algo más, como los partidos políticos son más que organizaciones privadas de personas que tienen la misma ideología. Hay que tener cuidado con los fantasmas almodovarianos y con la rabia, sobre todo con la rabia. En la poco sospechosa Francia -precursora de la laicidad republicana- los edificios de culto están exentos del pago de la taxe foncière sur les propiétés bâties aunque si pagan todos aquellos propiedad de las iglesias destinados a albergar a los ministros de los cultos, los seminarios y sus los locales y oficinas. El Consejo de Estado ha determinado que “los locales de enseñanza y de debate sobre temas bíblicos y de ceremonias con carácter religioso” tampoco pagan la llamada taxe d'habitación. Que digo yo que no vamos a ser más papistas que el papa ni tampoco más laicos que los que son laicos desde 1905.

Un verdadero laico se preocupa por la colisión entre las iglesias y el estado y por la conversión de los lugares públicos neutrales en lugares confesionales pero no se enfada porque la gente crea ni porque existan iglesias y cultos. El punto laico es neutro y neutro no es beligerante contra la religión. Algunos constitucionalistas españoles han diferenciado la laicidad -cualidad de laico- del laicismo que sería “el diseño de un Estado absolutamente ajeno al fenómeno religioso”. Entiendo que hay mucho de esto entre los que no respaldan la medida. No debería preocupar a los no creyentes que otros crean. Es algo que sucede en otro plano y, por otra parte, ningún estado puede ignorar que tal fenómeno existe. Ni siquiera es malo. Muchos obtienen de la religión la salud espiritual y mental que otros buscan en los psicólogos. Son muy libres. 

Abramos el corazón también al creyente, hermanos ateos. Olvidemos la inquina y la rabia contra las sotanas que no nos afectan. Sacudámonos el anticlericalismo, porque el clero no es jerarquía que nos importe. Sólo así seremos nosotros y la sociedad verdaderamente laicos. 

Amén.

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