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Cuando el lodo desaparezca

El senador del PSOE y alcalde de Paterna, Juan Antonio Sagredo, despliega en el Senado una bandera de la Comunitat Valenciana manchada por el barro de la DANA
16 de noviembre de 2024 22:10 h

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Han pasado dos semanas de la desgraciada DANA que cayó sobre Valencia y aún nos parece mentira, como falso resulta el relato del presidente valenciano que no quiso reconocer culpa alguna tratando de esconderse tras la tinta del calamar del recurso fácil señalando al mal funcionamiento del “sistema”. No, señor Mazón, no es así como va a superar y dar por zanjado este drama que, como mínimo, debe afectarle tanto como a sus representados. Ni los muertos, desaparecidos, vidas destrozadas ni los bienes perdidos o el sufrimiento causado por su frivolidad se redimen con comparecencias como la suya. Aún queda mucha tela por cortar y decisiones que tomar para que las élites políticas lleguen a la altura de su ciudadanía, que nos ha dado ejemplos admirables de cómo comportarse en situaciones de crisis. Su verborrea de casi tres horas no le llega ni a la punta de las botas de la gente damnificada. 

Cuando Espartero y Maroto rubricaron el acuerdo que puso fin a la primera guerra carlista, su abrazo en la campa de Vergara quedó para la Historia como icono de reconciliación hispana –y no de rendición de una de las partes–, gracias a la acuarela que inmortalizó el momento y debemos al ilustrador Pablo Antonio de Béjar. El famoso cuadro del Abrazo de Vergara. Ya nos gustaría que similar gesto fraternal, protagonizado esta semana en el Palacio de la Marina por dos senadores valencianos del PP y el PSOE, representara también para el futuro la necesaria unidad en el dolor que tanto hemos visto reconforta a los damnificados por la DANA. Hombres y mujeres de toda edad, devastados por la violenta descarga de los cielos, se abrazaban en los primeros días a quienes acudían en su ayuda, ya sea como voluntarios, autoridades locales, militares, bomberos o policías. Mis colegas periodistas –los primeros en llegar– tienen mil y una historias que contar del sufrimiento compartido con aquellas gentes a las que reconfortaron y mostraron empatía con palabras o espontáneos gestos de consuelo.

El senador socialista y alcalde de Paterna, Juan Antonio Sagredo, pidió el miércoles ante el pleno de la Cámara alta “unidad para recuperar la dignidad y la confianza del pueblo” y propuso “cambiar la confrontación por la unión”.  En justa correspondencia a tan honestas demandas, el parlamentario del PP por Valencia, Gerardo Camps, sorprendió a la audiencia antes de tomar la palabra y desvió su camino hacia el atril para acudir primero al escaño de su adversario y fundirse con él en un emotivo y largo abrazo que arrancó los aplausos del hemiciclo con sus señorías en pie. Este momento de alta tensión emocional llamó la atención de quienes seguíamos la sesión. Particularmente, yo me sentí conmovida por los pucheros del senador socialista que contemplaba la escena junto a los dos protagonistas, sin poder evitar las lágrimas. Fue un instante que pudo haberse prolongado si el contagio prendiera en el resto de los escaños, como ocurrió en Vergara aquel 31 de agosto de 1839. Pero no fue así.

El general carlista Maroto dejó constancia que el ademán de los jefes de filas se multiplicó entre las tropas tras el acuerdo de paz, y los soldados “…cual tributo de pazo olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción… tan español proceder”. Pero el tiempo no pasa en vano y las costumbres han cambiado ese proceder español al que aludía el oficial decimonónico. En esta ocasión, el desahogo personal resultó una estupenda ocasión perdida porque, desgraciadamente, el ejemplo no cundió en las filas de los dos grandes partidos, como ya se ha visto. Casi a la misma hora, la confrontación reinaba en el pleno del Congreso, donde comparecía el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, para dar cuenta de las consecuencias de la DANA.

Mientras lo habitual es que las familias y las amistades se busquen en momentos de dolor, los cargos políticos y sus terminales mediáticas digitales prefieren fomentar el enfrentamiento, la división, los reproches y el rencor. Es lo que vemos a menudo y esta semana, ni siquiera la localización de los cuerpos de los dos niños arrastrados por la avalancha mortífera del agua coincidente con el debate parlamentario, enterneció los pétreos corazones de nuestros representantes. El PP pasó de pedir a Sánchez que arrebatara las competencias al gobierno autonómico valenciano de su mismo color político a defender la nefasta actuación de Mazón para atacar al inquilino de La Moncloa. Este giro copernicano que imprimió a su oposición Núñez Feijóo, en el peor tempus político posible, resulta un juego peligroso que terminará por costarle caro. La maquiavélica y desvergonzada maniobra de llevar a Europa la vendetta contra el Gobierno de España, arrojando sobre la mesa de la candidata a vicepresidenta de la UE las pérdidas de vidas humanas en Valencia, estoy segura de que está abochornando a las personas decentes, sean de la ideología que sean. 

En el pleno del Congreso, mientras los senadores se abrazaban, la oposición atacaba a su presa y el Gobierno intentaba bajar el diapasón de la polémica, convencido de que la riña de gatos no beneficia a nadie en plena desgracia. De poco le sirvieron al ministro Torres las contorsiones dialécticas de político veterano, como expresidente autonómico que es, para evitar la confrontación, como pretendía, porque tampoco se avino a reconocer los errores del Ejecutivo central y recibió críticas -más o menos acertadas- por todos los flancos.

Como suele ser habitual, el toque de sensatez en el discurso corrió a cargo del portavoz del PNV que nos dejó grandes joyas de la retórica y pensamiento para el diario de sesiones. Aitor Esteban (el del tractor) no pudo ser más claro al llamar a los partidos políticos a renunciar a la crítica y los reproches –para la que ya habrá tiempo– porque éste es el momento de ayudar, dijo. Y nos ofreció una receta tan simple como valiosa: “No hacer acusaciones mientras haya lodo en las calles”. Genial.

Comparto su alarma y la de otros portavoces ante la venenosa y perversa desinformación de maledicentes y conspiranoicos, especialmente activos en tiempos de crisis convirtiéndose en un auténtico “poder digital”, como también se dijo en el Congreso. Como en la epidemia de la COVID, en esta mortífera DANA la acción de estos personajes desalmados ha hecho mucho daño, especialmente, a las personas más vulnerables y, sin embargo, quedan sin sanción penal, política o administrativa. Cuando el barro desaparezca de las calles, habrá que tomar cartas en el asunto. Es urgente esperar a ese momento. 

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