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La causa contra el fiscal general llega al Supremo

La maldición de Nacho Cano

El productor y compositor Nacho Cano

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Iban montados en bestias como demonios del mal"

Amparo Ochoa ('La maldición de la Malinche')

Currar de periodista te fuerza a veces a ejercicios de aguante que, a la larga, resultan hasta edificantes. Eso me pasó el martes, cuando desde plató asistí en directo a la rueda de prensa de Nacho Cano. Entiéndanme, motu proprio nunca se me hubiera ocurrido, aunque, insisto, el curro es lo que tiene. Cuarenta años que lleva el tío en esto de la música, según nos informó reiteradamente, y, como dije sin disimulo, cuarenta años que llevamos sufriéndolo y no por eso le manifestamos animadversión alguna. Sobreviví al trauma emocional de pasarme la adolescencia huyendo de aquella fiesta en la que al parecer la gente se colaba mientras otros sólo pensábamos en huir. Prueba superada, siempre me monté otros paraísos en el piso.

La cosa es que el chavea no empezó mal. En plató pensábamos: mira tú, un ejercicio de transparencia y tal y cual y pascual. Sólo era un simulacro antes de torcerse. Moraleja: no hagas comparecencias con abogados y les arrebates el micrófono para dejarlos silentes. Cano llegó del pop a la canción protesta para acabar en la canción denuncia. Todo porque le habían hecho lo que a tantos. Lo digo muy a menudo: cuando algo parezca un escándalo y les digamos que pasa todo el rato, no interpreten que nos gusta que pase, sólo que ha de plantearse una reivindicación social y no personal. No voy a entrar en si lo que le achacan a Nachete es delito o no. Es complejo. Laboral y Extranjería además de Penal. La policía ha ido a por todas, lo hace casi siempre, y bien podría tratarse de una infracción administrativa y nada más. Veremos. Porque el asunto no ha llegado aún ni al juez. Veremos. Total, que todo mal. Van a por él. La Stasi y la cuneta. ¡Vaya desparrame de conspiración! Detención ilegal. Pues miren, será que no, pero debería ser que sí. Aquí el problema es que a Nachete le llamaron y acudió y estando en Comisaría –dice que sin abogado porque no le dejaron entrar– le detuvieron, le ficharon (ahora le llaman filiar) y le des-detuvieron en menos de lo que se tarda en glosar la filosofía de su arte. El problema no es de ojeriza sino de una norma mal redactada y una interpretación del Tribunal Supremo que muchos ven errónea. ¿Para qué detenerte si has ido y no hace falta hacerlo? La interpretación del artículo 492.4 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es la responsable. Hay policías que incluso creen que existe una obligación de detener cuando pillan a alguien en flagrante delito. Una parte de la doctrina considera que en la aplicación de esa norma debe tenerse en cuenta un elemento de necesidad y de proporcionalidad.

Es decir, ¿era necesario y proporcionado detener a Nachete Cano que había ido voluntariamente y no se iba a ir a ningún lado que no fuera su Malinche? Si esa interpretación es la correcta, una detención como esta sería ilegal. Mas héteme aquí que el Tribunal Supremo considera que no hace falta que exista un riesgo de sustracción a la Justicia, que si el poli ve indicios de delito puede detener. No es una interpretación muy respetuosa con los ciudadanos y sí más propia de un estado policial. Como quiera que sea que el Supremo no está llamado a legislar, ¿por qué el legislador progresista no ha enmendado esto para que quede claro? No saben la cantidad de gente que es detenida cada día sin que haga ninguna falta detenerla en realidad, todo queda a la discrecionalidad del agente. ¿No es hora de enmendar esto y dejar claro que la detención debe realizarse solo cuando sea estrictamente necesario? Pues como la Ley Mordaza, qué quieren.

El desparrame del compositor y el desparrame y la falta de institucionalidad flagrante de Ayuso y de su portavoz, en comparecencia tras el Consejo de Gobierno, merecen un comentario aparte. El señor compositor llamó “criminal” a la Policía, acusó con nombres y apellidos a un comisario y afirmó que Marlaska ha urdido una conspiración contra él que puede hacerle acabar en la cuneta. Unos cuantos delitos puede que cometiera mientras lo veíamos en plató. Saltar de la sartén para caer en las ascuas. Decía Ignatius Reilly que cuando un genio aparece en el mundo se le reconoce por el signo de que todos los necios se conjuran contra él. Jejeje. En todo caso, se trata de un particular metiendo la pata ante la mirada impotente de sus abogados y en directo. Lo de Ayuso es otra cosa.

Lo mismo que un ministro de Justicia no puede ser abogado de Begoña Gómez, la presidenta de la Comunidad de Madrid no puede ser abogada de Nachete Cano. En sede oficial, a melena suelta y con traje de apropiación cultural, la presidenta del corralito de su Madrid se descolgó diciendo: “Ayer, aquí, en España, se mandó un mensaje muy preocupante a cualquiera que se atreva a disentir y se ejecutó el atropello en la persona de uno de los artistas que más ha hecho en los últimos años por la música en español a los dos lados del Atlántico”. Luego, donde su amigo del alma había dicho Stasi –el ministerio de seguridad de la Alemania comunista– ella prefirió decir Stalin, supongo que por no tener clara la atribución histórica y por la ese líquida que tanto confunde. Habló de “destrucción personal” por razones políticas. En roman paladino, nos dijo que se hacía lawfare con su amigo; como Cano nos dijo que le hacen lawfare por ser su amigo.

Sugiero que dejen de sobreactuar y que dejen a la Justicia actuar. Es lo que recomiendo casi siempre, básicamente porque en una democracia liberal no se puede hacer otra cosa. Ni siquiera a Trump se le ocurrió no sentarse en el banquillo.

Y al pobrete de Nacho, que tenga paciencia. Está gafado pero no por ser el amigo de Ayuso sino tal vez por serlo de Ignatius y tocarle los ovarios a la Malinche. La maldición de la Malinche es un icono latinoamericano y su venganza un restaurante madrileño. Su hermano Jose Mari quiso consagrarse como un grande componiendo nada menos que una ópera y la cosa fue peor que mal. No por falta de medios ni de padrinos. Le grabó Deutsche Grammophon y le interpretaron Plácido Domingo, antes de los líos, Ainhoa Arteta, Teresa Berganza y Renée Fleming. Oigan, con la London Symphony Orchestra y María Pagès. Pues como si no. Una interpretación en versión concierto en Valencia y un disco con algunas partes. Todo, cómo no, por ninguneo y por la malvada crítica especializada que despreció aquel atrevimiento. La Malinche no cesó. Le hizo concebir un espectáculo musical que precisaba de una pirámide azteca de 30 metros de altura en terreno municipal, en pleno distrito de Hortaleza. El escándalo por la cesión pública fue implacable. Acabó en Ifema y celebró las 500 representaciones, todo para que la Inspección de Trabajo y la policía se las quieran fregar ahora. 

Que se haga Justicia como con cualquier otro, lo que significa que si lleva razón y es inocente lo sepamos tanto como si es responsable de lo que se le acusa. Tengo claro que él con nosotros no va a ser justo ni piadoso; a saber qué éxtasis creativos laten todavía en ese hijo de la luna.

Es la fuerza del destino, Nacho. Me cuesta mucho olvidarlo.     

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