Más medidas contra la corrupción, no, por favor
España ya no es el país de los NI-NI. Ahora somos más el país de los NO SÉ. Nadie recuerda muy bien quién estaba allí o quién contó la pasta, o quién la metió en el sobre, o quién le dijo que se la diera a no sé quién. A golpe de titulares, redadas, imputaciones y registros estamos viendo cómo a medio país le ha entrado la amnesia selectiva y a otra parte del país le ha entrado el furor por anunciar planes, medidas y contramedidas para hacer limpieza general como si mañana fueran a venir de inspección nuestras madres.
En España con la corrupción parece pasar lo mismo que acontece con el fraude fiscal. Cuantas más medidas y planes se anuncian en su contra, más fuertes y vigorosas parecen crecer y multiplicarse. Seguramente nos iría bastante mejor si dedicáramos más tiempo a hacer lo que anunciamos que a anunciar lo que es probable que hagamos en un futuro aún por determinar y siempre que lo hagan los demás; que luchar contra la corrupción es una cosa e ir de pardillo otra muy distinta.
En España sobran leyes, pactos y medidas contra la corrupción. Lo que faltan son medios, recursos humanos, técnicos y económicos, jueces y fiscales especializados, policías y guardias civiles que se dediquen a tiempo completo, inspectores de Hacienda con capacidad y recursos para investigar cuanto sea menester. Y falta también lo más importante: la voluntad de combatir sin excusas la corrupción, la propia y la ajena.
Detrás de eso que llaman desafección política está el cansancio general por tanto anuncio y tanta promesa rota. La gente quiere poder votar a gente que haga lo que dice y diga lo que hace. No queremos más anuncios, ni más promesas. Queremos empezar a ver resultados.
Ni más medidas contra la corrupción, ni más planes contra el fraude fiscal, ni más discos de concursantes de 'Operación Triunfo' o de Justin Bieber. Es el mínimo vital que deberíamos poder exigir como ciudadanos en un Estado democrático de derecho que merezca tal nombre.