Poner en los Pirineos la puerta de Europa (otra vez)
Hubo un tiempo, largo tiempo, en el que se dijo que Europa comenzaba en los Pirineos o que África terminaba en esa cordillera. La frase, con tintes xenófobos sin duda, respondía en origen a las drásticas diferencias entre la Europa democrática y la que vivía bajo el Régimen dictatorial franquista. Las actitudes de la derecha española –ya apenas indistinguible en sus gradaciones de extremo a extremo- parecen añorar aquella época, a la que se diría nos quieren retornar.
El Tribunal de Justicia de la UE acaba de dar un tremendo varapalo a la justicia española al confirmar la inmunidad de Oriol Junqueras como eurodiputado. La astucia y tenacidad del equipo jurídico que ha asistido a los independentistas catalanes procesados, ha logrado imponer la lógica que emana de la pura democracia que tiene sus procedimientos. Vemos interpretaciones en varios sentidos. Vivimos tiempos en los que surgen los expertos en derecho, titulados en Facultades Universitarias y en las “academias” de las creencias, las tertulias y el WhatsApp.
Lo cierto es que los tribunales españoles han dado la impresión de obrar más por emociones y venganzas que por los estrictos trámites jurídicos. “Esta sentencia del TJUE profundiza en el refuerzo de garantías, derechos y valores democráticos. Ante dicha resolución no valen falsos patriotismos irracionales”, escribe el magistrado Joaquim Bosch, uno de los expertos que pueden encontrar apostando por la racionalidad en este tema.
El problema es la justicia española, inscrita en parte dentro de esa misma derecha con fondo más retrógrado que conservador. Por espíritu, mecanismo de elección de los cargos decisivos o la falta de renovación que se viene arrastrando. Afortunadamente, hay muchos otros juristas con mentes más abiertas que deberán llegar a órganos ejecutivos y regenerar la justicia, o, si lo quieren, la confianza de los ciudadanos en la Justicia.
Las reacciones a la sentencia del TJUE de los dirigentes de los tres partidos conservadores están siendo el más claro ejemplo de lo que define a un ultranacionalismo de derecha extrema. Nada que envidiar a Salvini, Orban o Le Pen; al contrario, oído lo que declaran, parecen dispuestos a resucitar los Tercios de Flandes. Dicen en el Vox que les impregna que es una humillación para España y un ataque a la soberanía nacional. García Egea, PP, afirma que Junqueras ha de seguir en la cárcel “lo diga quien lo diga”. Porque además -añade- un tribunal “belga” no puede enmendar la plana a un tribunal español. Y no ha sido un tribunal belga el que ha sentenciado el caso, sino el Tribunal de Justicia de la UE del que forma parte España.
Ése es el problema, que la derecha española más obtusa y reaccionaria ve a Europa como “el extranjero” y rivalizan con ella como queriendo imponer sus humores. En Vox ya les han increpado varias veces en un patetismo sin medida, pero que debe calar en algunas cabezas ilusionadas con doblegar tanto a los “malvados catalanes” como a los foráneos que no entiendan la grandeza de su concepto de España. El Mundo lanza una portada incendiaria. Y los servicios informativos de Onda Cero, una encuesta con esta pregunta: ¿Cree que la decisión de la justicia europea sobre Junqueras debilita al Estado español? Lógicamente, con semejante planteamiento, la mayoría dice que sí, que se debilita nada menos que el Estado español.
Incluso se está intentando lanzar la amenaza de un Spexit, una salida de la UE, más con apoyo mediático que real. Regresar a un país gobernado, por supuesto, por los nuevos héroes de las cruzadas de la España grande, una sin la menor fisura y tan libre como disponga esa derecha. La misma que anda denunciando a profesores por hablar de violencia de género, por mostrar en un documental a Ana Orantes, asesinada por su marido en 1997 tras denunciar en televisión que era víctima de malos tratos durante años. Ésa es la España que les gusta, sin injerencias de la Europa a la que pertenecemos.
Repetir elecciones fue una decisión nefasta, tal como no dejamos de advertir algunos. Esta derecha se creció y se añadieron dificultades al proyecto de un gobierno progresista. Todo tipo de influencias y presiones se sientan en las mesas de la negociación. La derecha atiza con toda su carga, hasta la iniquidad como Díaz Ayuso la presidenta de Madrid -gracias a Ciudadanos y Vox- que se ha atrevido -ella sí- a hacer terrorismo ideológico al soltar que “el próximo ministro de Hacienda puede ser un etarra”. No tienen medida. Verborreas de mala vid que no hacen sino evidenciar lo lejos que está la derecha española de las homólogas en Europa, a excepción de los nuevos fascismos a los que aventaja en franquismo y en, si cabe, menor cordura.
Pablo Casado, el dirigente de las carreras y máster exprés, dice que “nada ha cambiado jurídicamente” con Junqueras y Puigdemont. Mientras el Parlamento europeo les ha reconocido ya como eurodiputados y les ha entregado la acreditación como tales.
El presidente de la Eurocámara David Sassoli “ruega a las autoridades españolas competentes a que cumplan la sentencia”. Su antecesor, Tajani, confundador de Forza Italia con Berlusconi y premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2017, tuvo en cambio una actitud beligerante contra los independentistas catalanes. En la justicia a la carta, la Fiscalía española pide al Supremo que inhabilite a Junqueras como europarlamentario y que no lo excarcele. Propone solucionar así el problema creado.
Y el mismo día de la sentencia del Tribunal de la UE, el TSJC , de Catalunya, condena a Torra a año y medio de inhabilitación por desobedecer a la Junta Electoral y no retirar unos lazos amarillos. Repito: un presidente de un Gobierno autónomo es inhabilitado 18 meses por no retirar unos lazos amarillos en campaña electoral. Sí, está pasando. En España.
Los procedimientos del Tribunal Europeo son algo más laboriosos y templados de lo que han demostrado en la práctica los españoles. Menos mal que estamos en la UE. En estos casos sigue siendo un alivio. Porque esta España que busca la derecha en todos sus campos de influencia no tiene un valor de especial aplauso por ser bravucona e irracional, sentar sus reales embistiendo y creerse mejor que nadie. Todos los pueblos lo hacen. Bien mirado, quizás España es meritoria por haber sobrevivido durante decenios con dignidad y no pocos logros a esta derecha castradora. Catalanes incluidos, por supuesto.