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Sorpresas aparte, Andalucía no va a cambiar mucho las cosas

El sorteo sitúa a Marín a la izquierda y Moreno a la derecha, con Díaz y Rodríguez en el centro

Carlos Elordi

Se han creado demasiadas expectativas en cuanto al impacto que las elecciones andaluzas van a tener en la escena política española. Es cierto que los líderes de los grandes partidos, particularmente los de la de la derecha, se han volcado en esa campaña, Casado casi a tiempo completo. Y también que para alguna de esas formaciones, y concretamente para el PP, un fracaso sonoro en Andalucía puede ser el detonador de un desastre. Más allá de eso, los resultados no van a cambiar sustancialmente la relación de fuerzas que existe en el conjunto del país. A menos que se produzcan sorpresas formidables respecto de lo que dicen los sondeos.

La que produciría más asombro y convulsión política sería un hundimiento del voto socialista. Porque acabaría de golpe con los esfuerzos de Pedro Sánchez por permanecer en La Moncloa y sería el anuncio prácticamente inevitable de la convocatoria de elecciones generales a corto plazo. Y, además, porque ese batacazo tendría lugar gracias a una importante ascenso electoral de sus rivales. De Podemos y de Ciudadanos, que son los partidos que más claramente disputan al PSOE franjas de su electorado, mientras que el PP se ha ido demasiado a la derecha para que en estos momentos pueda entrar en esa dialéctica.

Esos dos efectos, sumados, sí que provocarían un cambio sustancial del escenario político general. Pero ningún sondeo lo ve posible y los estudios cualitativos de las actuales actitudes del electorado andaluz lo descartan casi de plano. Habrá que fiarse de esos pronósticos. Aunque buena parte de ellos no sean del todo desinteresados.

Tiempo habrá para denunciar su fracaso si éste se produce. Pero por el momento no hay más remedio que dar por bueno su vaticinio. Y asumir que el PSOE va a ganar y que Susana Díaz seguirá gobernando Andalucía. En coalición con otro partido, con un acuerdo parlamentario o en solitario. Pero lo hará. Y aunque pierda plumas, en forma de escaños, en el empeño, eso será un éxito para ella.  

¿También para Pedro Sánchez? En principio, está claro que sí. Cuando menos viendo lo que para él supondría una derrota clamorosa del Partido Socialista andaluz. La victoria de Susana Díaz también le daría algo más de aliento para resistir unos cuantos meses más en La Moncloa. Pero, más allá de eso, sus problemas seguirían siendo sustancialmente los mismos, al igual que los riesgos de que la situación se le escape de las manos en el giro de unas pocas semanas. Aparte de que el éxito de la líder de los socialistas andaluces reforzaría su posición en el interior del PSOE, y supondría su recuperación tras el fracaso en las primarias.

Y hay pocas dudas de que esa nueva fortaleza será una fuente de dificultades para Pedro Sánchez. Aún más, es muy posible que la mera perspectiva de una nueva victoria del PSA haya sido uno de los elementos que han influido para que el presidente del Gobierno haya cambiado de política en las últimas semanas, dando la espalda a Podemos y renunciando a cualquier acercamiento a los independentistas catalanes a cambio de su apoyo a los presupuestos.

Un avance electoral importante de Adelante Andalucía podría modificar algo ese designio. Porque daría más fuerza a Teresa Rodríguez y a Antonio Maíllo para imponer condiciones al PSA a cambio de su apoyo para que éste pudiera gobernar. Y Susana Díaz podría verse obligada a a ser más dialogante con lo que existe a su izquierda de lo que ha sido hasta ahora. Es previsible que haría todo lo posible para soslayar esos condicionamientos. Pero si las circunstancias no se lo permiten, un entendimiento con Podemos y con IU en Andalucía, por tibio que sea, también tendrá su impacto en la escena española.

En el terreno de la derecha, la principal incógnita electoral es lo que puede ocurrirle al PP. Los sondeos le pronostican una caída significativa. Pero entre los analistas no se descarta que ésta pueda ser aún mayor de lo que concluyen las encuestas. Si pierde el suelo del 20 % de los votos y, aún peor, si es superado por los resultados de Ciudadanos, eventualmente reforzados por que obtenga la ultraderecha, Vox, Pablo Casado habrá arruinado definitivamente su futuro político.

Si consigue aguantar, aun cayendo, tendrá un tiempo adicional. Y podrá seguir siendo presidente del partido cuando se celebren las municipales y autonómicas. Si éstas también son malas para el PP, lo cual puede perfectamente ocurrir, surgirán voces potentes en el partido para que Casado no encabece la lista de las generales. Cualquiera de esas hipótesis será tenida en cuenta en La Moncloa y Sánchez también podría decidir la fecha de la disolución del parlamento en función de cómo vea al PP.

Los sondeos andaluces descartan que los resultados vayan a propiciar un gobierno de coalición PP-Ciudadanos o Ciudadanos-PP. Y aunque no son tajantes respecto a cuál de los dos partidos saldrá por delante, sí que abonan la idea de que Ciudadanos se está configurando como el referente principal de la derecha, en detrimento del PP. A menos que se equivoquen, eso sí que marca un dato nuevo en el panorama español. Pero la concreción de sus efectos aún se hará esperar. Porque sólo en unas elecciones generales se establecerían las dimensiones de ese cambio. Que si se produce de manera consistente abriría la puerta a lo que muchos creen que se está cociendo de cara al futuro: una coalición para gobernar España entre el PSOE y Ciudadanos, o entre Ciudadanos y el PSOE. La decisión sobre la fecha de las generales también depende del grado de maduración de esa perspectiva. Hay quien dice que esa coalición sería una buena solución para hacer frente a las tensiones catalanas, sobre todo a las que generará el juicio del Procés.

Sorpresas clamorosas aparte, este domingo en Andalucía podrían apuntarse pistas interesantes en todos y cada uno de esos terrenos. Pero en ningún caso una línea clara de lo que va a ocurrir. La vida política seguirá dominada por la incertidumbre. Y por la inacción en todos y cada uno de los frentes que no tienen que ver con los intereses concretos de los distintos partidos. Que son muchos. Y algunos muy acuciantes.

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