Arrimadas: de pactar con el Gobierno de Sánchez a acusarle de hacer “barbaridades”
Inés Arrimadas lleva cerca de dos años en constante metamorfosis política. Sus relaciones tanto con el PSOE y Pedro Sánchez, como con el PP y Pablo Casado, han pasado por diversas fases. Su liderazgo al frente del mermado grupo parlamentario de tan solo diez diputados que le dejó Rivera tras las elecciones del 11 de noviembre de 2019, le ha llevado a mantener un juego a dos bandas: por un lado ha intentado conservar los pactos de coalición de gobierno que su antecesor cerró con el PP tras las autonómicas y municipales; y por otro, ha querido hacer valer el pequeño peso de su partido acercándose al Gobierno de Pedro Sánchez apelando a la “política útil”. Pero la estrategia le ha salido mal por ambos lados.
Con Sánchez ha pasado de pactar y negociar los estados de alarma y los Presupuestos Generales del Estado a acusarle de hacer “barbaridades”; y con Casado ha llegado a romper relaciones después de la opa hostil que desde Génova han lanzado a su partido, y de la frustrada moción de censura que Ciudadanos presentó junto al PSOE en la Región de Murcia. El resultado de esa decisión –que abrió una grave crisis interna en su formación porque pocos la entendieron–, precipitó las elecciones en la Comunidad de Madrid. El resultado ha sido nefasto: Ciudadanos ahora se ha quedado sin Gobierno en la Comunidad de Madrid, está fuera de la Asamblea regional, y ha perdido el Gobierno en Murcia – en el que ha entrado una consejera proveniente de Vox–, en donde las encuestas apuntan también a su desaparición. Pese a todo esto, la líder de Ciudadanos mantuvo hace unos días una almuerzo con Casado para intentar recomponer su maltrecha relación y del que no ha querido dar detalles, salvo dejar claro que no habrá fusión entre ambos partidos como pretende el líder conservador.
Arrimadas comenzó la legislatura votando en contra de la investidura de Sánchez, con el que se había reunido previamente en su despacho del Congreso en la ronda de contactos que inició el presidente para recabar apoyos. En aquel debate Arrimadas se mostró muy beligerante frente al líder socialista, que ya se había garantizado una mayoría con Unidas Podemos y los demás socios de investidura. “No le ha votado ni un solo español para hacer lo que está haciendo hoy aquí”, le espetó, mientras apelaba a la bancada del PSOE preguntándoles a los diputados si “no había ningún valiente” que rompiera la disciplina de voto para evitar que fuera elegido presidente. “Se saltan muchas veces la disciplina de voto, sáltensela por una vez por la igualdad de los españoles”, les insistió, poniendo de ejemplo a la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, que se desmarcó de su socio de Nueva Canarias al votar en contra.
Poco después, tras el estallido de la pandemia, la líder de Ciudadanos inició un inesperado y sorprendente giro estratégico: reclamó unos Presupuestos Generales del Estado de “emergencia nacional”, que negoció con el Gobierno a pesar del veto cruzado entre su partido y Podemos –que se opuso rotundamente a que Sánchez los pactara “con la derecha”, lo que logró– y decidió apoyar también todos los decretos de alarma, a cambio de que el Ejecutivo aceptara algunas de la medidas que pusieron como condición.
“Estamos en una situación excepcional. Es el momento de arrimar el hombro, de ser responsables y constructivos”, dijo. “Con ese ánimo vamos a continuar”, aseguró a principios de septiembre de 2020, después de su primer encuentro presencial en la Moncloa con Sánchez. Ambos quedaron en mantener contactos periódicos, mientras Arrimadas llamaba a todos los grupos políticos a “aparcar sus diferencias”, dejar a un lado sus “intereses partidistas” y a sentarse a negociar, pese a reconocer que no era “fácil negociar con este Gobierno”.
El idilio con el presidente del Gobierno duró apenas unos meses durante los cuales Arrimadas tuvo que afrontar varias crisis internas en su partido por culpa precisamente de ese cambio de actitud ante Sánchez, que para los críticos suponía convertirse en “cómplice del Gobierno populista”. Algunos exdirigentes de Ciudadanos, como Juan Carlos Girauta, comenzaron a lanzar ácidas criticas en las redes sociales contra Arrimadas, mientras otros abandonaban la formación, entre ellos, el empresario Marcos de Quinto. El propio Albert Rivera dejaba también patente su total distanciamiento con su sucesora, a la que no quiso arropar durante la Asamblea General telemática –retrasada a abril por la pandemia– que la ratificó en el cargo, limitándose a enviar a ultima hora un vídeo de compromiso a modo de despedida y en el que no tuvo ninguna palabra de aliento para Arrimadas.
La negociación de los Presupuestos, como muchos imaginaban, encalló. Podemos y los independentistas ganaron la partida y el 26 de noviembre del año pasado Arrimadas consumó en una rueda de prensa la ruptura con el anuncio del 'no' definitivo de Ciudadanos a las cuentas públicas. “Las contrapartidas al nacionalismo son intolerables”, lamentó Arrimadas, que se esforzó en destacar que “Sánchez nunca más podrá decir que no tenía otra opción, porque Ciudadanos ha estado ofreciendo sus votos moderados”.
Tras su portazo, el propio Gobierno dio por finiquitado el acercamiento a Ciudadanos. “Es definitivo”, reconocieron entonces fuentes gubernamentales a elDiario.es, que mostraron su decepción por el hecho de que la líder de Ciudadanos ni siquiera optara por una abstención después de tantas horas de trabajo en común entre los equipos negociadores.
Tras el 'no' a los PGE las relaciones se agrian con Sánchez
A partir de ahí las relaciones con Sánchez se fueron agriando, como quedó patente en el primer cara a cara que mantuvo en el Congreso durante un debate parlamentario sobre la situación sanitaria. Aquel día ambos se cruzaron un sinfín de reproches. Arrimadas atacó al presidente del Gobierno por haber preferido “ir de la mano de Otegi y Junqueras”, desdeñando la oferta “moderada y centrada” de su partido. “Bájese del Falcon. Gobernar no es solo ir en Falcon”, le espetó al líder del PSOE, con el que hasta hacía muy poco en el partido presumían de tener canales directos abiertos. La respuesta de Sánchez fue mucho más dura. “Usted ha hablado de tregua política, moderación, y política útil. Estos han sido sus eslóganes desde que llegó al frente de Ciudadanos. Suenan francamente bien, el problema aparece cuando llega la hora de la verdad y nunca se materializan”, le replicó, para afearle también “el tono condescendiente” de sus intervenciones. “Su grupo tiene solo diez escaños y el PSOE 123 –le recordó– pero usted viene aquí y pontifica”, señaló el Jefe del Ejecutivo, quien le reclamó que dejara de acompañar “a la derecha y a la ultraderecha”.
Desde entonces la relación ha continuado empeorando. Arrimadas ha desenterrado el hacha de guerra y no ha parado de acusar a Sánchez de haber puesto en peligro los fondos europeos “por sus cacicadas de repartirse los jueces”. Es más, votó en contra del decreto sobre el reparto de esos fondos, que el Gobierno salvó gracias a la abstención de Vox. También le ha reprochado en estos meses que se haya “repartido” RTVE con el PP y sus socios, en lugar de retomar el proceso del concurso público que quedó paralizado en el Congreso; le ha advertido de que no iban a consentir “locuras podemitas”, como “las subidas de impuestos a la enseñanza concertada o a la sanidad privada; la del IRPF a la clase media y la del Impuesto de Sociedades”; le ha acusado de no canalizar “ayudas directas” a los sectores más afectados por la crisis y de estar “arruinando a los autónomos”.
Y ha pedido las dimisiones de varios ministros, además de la de Pablo Iglesias –ya fuera del Ejecutivo– al que ha tenido siempre en su punto de mira. Entre otros, la del titular de Interior, Fernando Grande Marlaska, por diversos motivos, uno de ellos el cese del coronel Diego Pérez de los Cobos como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid.
Arrimadas tampoco ha dejado fuera de sus críticas la crisis sanitaria, pese a haber estado apoyando todos los pasos que había dado hasta ahora el Gobierno en esta materia. De repente, ha pasado a atacar al presidente del Gobierno por su “nefasta gestión” ante los rebrotes de la pandemia, y a cuestionar todo, o casi todo. Bien por no poner en marcha un “plan nacional de vacunación”; bien por no dotar a las comunidades autónomas de un plan de contingencia para cuando acabara el estado de alarma; o bien por no tomar medidas suficientes en los aeropuertos para “garantizar un turismo seguro”.
Pero el mayor enfado con Sánchez lo ha expresado estos días después de conocer la intención del Gobierno de indultar a los lideres separatistas encarcelados. Unos indultos que ha calificado de “insultos” por tratarse de una medida “vergonzosa” y “humillante para los españoles que han soportado el procés”.
“Como catalana estoy hasta las narices de que el Gobierno central diga que los indultos son buenos para Cataluña, porque no lo son”, ha denunciado este mismo viernes. “Tenemos un Gobierno que es una desgracia para nuestro país”, zanjaba en una entrevista en Antena 3.
La líder de Ciudadanos ha unido así su discurso al del PP y Vox, con cuyos líderes coincidirá el próximo 13 de junio en la madrileña Plaza de Colón. Su presencia la confirmó el martes, tras varias evasivas, aunque ha recalcado que de allí no saldrá otra foto como la que protagonizaron en febrero de 2019 las tres derechas, cuando Rivera presidía Ciudadanos: “Será la foto de Sánchez con Junqueras, Bildu y Otegi”.
Unas relaciones con Casado también complicadas
Este definitivo distanciamiento con Sánchez ha propiciado que Arrimadas quiera recomponer las buenas relaciones que ha mantenido siempre con Pablo Casado, rotas después de la opa hostil que emprendió Génova contra su partido y agravada tras la fallida moción de censura en Murcia.
El malestar se incrementó aún más después de que Casado asegurara en una entrevista que había ofrecido “todo” a Arrimadas, incluso una “convergencia” para hacer “con generosidad una nueva estructura” de las dos direcciones. Sin embargo, lamentó que ella “eligiera derrocar” al PP y “poner una alfombra roja” a Pedro Sánchez. Arrimadas, muy molesta, desmintió esos supuestos ofrecimientos calificándolos de “palabrerías”.
Sin embargo, pese a la tensión que ha habido entre ella y Casado –que no se saludaron en el acto por las víctimas del atentado del 11M– , los dos almorzaron juntos hace unos días en Madrid, según desveló El Confidencial y pudo confirmar este diario. Los dos líderes compartieron mesa y mantel en un restaurante en un encuentro discreto, que ambas partes han calificado como “privado”, y en el que solo estuvieron ellos dos sin ningún miembro de sus respectivos equipos.
La dirigente, que se define como “liberal y de centro”, ha suavizado desde entonces sus criticas al PP. De hecho, tras la imputación de Cospedal se ha limitado a calificar como un asunto “feo” el “utilizar fondos públicos para tapar un caso de corrupción”.
Arrimadas sí se ha esforzado en despejar de nuevo las dudas sobre una posible fusión de su partido con el PP y ha enmarcado ese encuentro con Casado como una reunión “normal” con el líder de un partido con el que siguen manteniendo varios gobiernos de coalición. “En esta vida hay que entenderse y hablar”, dijo; “con el PP compartimos muchas cosas, pero Ciudadanos tiene sus ideas propias”, señaló. “No quiero estar en política para defender las ideas de otros”, concluyó.
A su juicio “el espacio de Ciudadanos es importante para España” y así lo quieren remarcar en la Convención del partido que se celebrará a mediados de julio y a la que ha adelantado que acudirán líderes liberales europeos. El cónclave les servirá para “reforzar” el proyecto del partido e intentar lanzar una imagen de unidad tras estos difíciles momentos que ha sufrido la formación. Un propósito que algunos dudan que consiga dado que aumentan las voces internas que critican los “clamorosos fallos” de su estrategia.
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