El PSOE exhibe en público su dramática pelea interna
Por primera vez se han dicho las cosas a la cara. Esa ha sido la noticia fundamental de un debate en el que Pedro Sánchez y Susana Díaz han mostrado ante el público las diferencias que les sitúan en dos lugares irreconciliables del socialismo. La discusión ha sido descarnada, con tintes de ajuste de cuentas, y hasta Patxi López, a pesar de su papel conciliador, ha participado en la pelea golpeando a los otros cuando menos lo esperaban.
Los optimistas en la dirección del PSOE aseguran que lo que ha ocurrido ante las cámaras puede acabar teniendo un efecto positivo: “No ha habido tregua y, por primera vez, se ha puesto sobre la mesa todo lo que hasta ahora solo se decía en off. Eso puede tener un efecto terapéutico –aseguran fuentes de Ferraz–. Se han saldado cuentas pendientes”.
El debate a tres demuestra que la incógnita del PSOE no pasa solo por saber quién ganará las primarias, sino por aclarar cómo se enfrenta el vencedor al día después de esa victoria frente a un partido abierto en canal y polarizado en extremo, como ya demostraron los datos de recogida de avales.
La formación fundada por Pablo Iglesias hace 138 años se encuentra en un momento de colapso interno del que le será muy difícil recuperarse. Los que quieren ver el vaso lleno en el PSOE sostienen que el debate televisado puede ser el primer paso: los bandos enfrentados se han hablado de frente. Ese, dicen, es ya un trabajo hecho. Está por ver si la militancia, y sobre todo los votantes que abandonaron al PSOE, compran ese discurso.
Pedro Sánchez acudió a la cita decidido a arrinconar a su contrincante con un arma principal: los reproches sobre lo ocurrido en el Comité Federal del 1 de octubre y la responsabilidad de la abstención ante el Gobierno de Rajoy. Sánchez acusó a Díaz de estar detrás de “un proyecto impuesto por las bravas”, en referencia a la dimisión de la mayor parte de la Ejecutiva que provocó su caída y reivindicó su proyecto como el único de izquierdas sin temores al Ibex 35.
La dirigente andaluza, sin asomo de culpa, acusó a Sánchez de haber perdido el apoyo de los principales referentes de la formación política y de estar solo: “Zapatero ya no se fía de ti”, le espetó. A renglón seguido dijo que Felipe González (que apoyó inicialmente a Sánchez) se había sentido engañado por el exsecretario general y que casi nadie de los que le habían acompañado en su mandato siguen a su lado.
La idea de Díaz era clara: dibujar a un Sánchez aislado y en huida constante hacia delante: “Si tu problema fuese yo, tu problema se habría acabado hace tiempo”, aseguró la dirigente andaluza.
Faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando se produjeron los momentos más tensos entre los dos principales contrincantes. A partir de ahí, Sánchez decidió evitar el cuerpo a cuerpo e incluso se quejó ante el árbitro por el reparto de los turnos.
Frente a los dos protagonistas, Patxi López consiguió hacerse un hueco sin dudar en golpear durante un debate que iba de eso. A Susana Díaz le recriminó no haber escogido entre la presidencia andaluza y sus opciones a la dirección del PSOE. A Sánchez, le acusó de copiarle ideas. El exlehendakari rehuyó cada intento del madrileño de dibujar las similitudes entre ambos proyectos para pedir su retirada.
Los colaboradores del político vasco son los que han salido más contentos del cara a cara. Su intervención puede contribuir a algo que hasta ahora parecía imposible: que quienes le han avalado no se dejen llevar por la idea del voto útil y mantengan sus apoyos a la hora de votar en primarias. No es un objetivo menor, ya que de las pequeñas tropas que mantenga el exlehendakari puede depender la victoria en la gran guerra interna del PSOE.
Sánchez no ha podido rentabilizar en el debate su imagen de héroe maltratado y Díaz se ha mostrado como la killer que el viejo PSOE siempre vio en ella y que, por ahora, no se había exhibido en público. Ahora lo ha hecho en un debate televisado que pudo ver todo el que esté interesado en las primarias.
Que el PSOE está abierto en canal es ya un hecho incontestable. Para eso ha servido el debate: para verles y oírles diciéndose a la cara lo que opinan sobre sus cuentas pendientes. La terapia ha comenzado.