El 15M se reencuentra en Sol
El 15M ha vuelto a la Puerta del Sol, al lugar emblemático donde todo empezó. No ha sido, como sucedió hace dos años, en forma de manifestación, sino de columnas que, desde varios puntos de Madrid, iban tiñendo la ciudad de protesta. Las razones, muy parecidas a las de entonces, pero exacerbadas por tres años de recortes: hartazgo e indignación con la clase política, la corrupción, la dieta estricta de la austeridad, unos servicios públicos menguantes y una necesidad aún no satisfecha de más participación y transparencia.
Las marchas recorrieron Madrid poco a poco. Aunque la afluencia de gente en las primeras horas -algunas empezaron a andar ya por la mañana- no auguraban una gran convocatoria, alrededor de las siete de la tarde la cosa cambió. Entonces, cuando algunas mareas ya habían llegado a la Puerta del Sol y alguna gente empezaba ya incluso a dispersarse, una gran columna inundó la calle Alcalá y dio el empujón final a la manifestación. Sin embargo, la plaza nunca llegó a estar llena por completo.
Aún quedaba un buen rato hasta el grito mudo de las ocho de la tarde. Algunos buscaban la sombra, otros hacían pequeñas sentadas y dibujaban carteles, y cientos de personas formaban una asamblea al lado de la boca de metro, repitiendo así una de las imágenes más reconocibles del movimiento. Los gritos no cesaban: “No nos representan”, “Derecho a techo”, “Nuestra educación iba en esos sobres”.
Muchas pancartas aludían a la indignación que hace dos años encendió calles y plazas. Esta vez, sin embargo, iban un poco más allá: “Indignaos...y comprometeos”, “Organiza, de verdad, tu rabia”, decían muchas. Una sensación compartida por Marta, de 26 años: en mayo de 2011 estaba a punto de acabar su carrera de psicología; hoy, dos años después, está en el paro. “Entonces estaba indignada, ahora estoy indignada y cansada. Veo el futuro negro, pero, además, veo que la gente no acaba de salir a la calle como debería, hay mucha gente muy cabreada pero también muy resignada y eso no es bueno, hace falta algó más, más compromiso”, decía.
Con su camiseta verde en defensa de la educación, José María, de 59 años, ha acudido a la marcha, como también hizo en mayo de 2011. “Las razones para salir a la calle son iguales o peores. Somos muchos, esto es una de las gotas que irá colmando el vaso. Aún habrá que aguantar más tiempo para que esto surta efecto”, aseguraba.
Cuando el reloj de la Puerta del Sol marcó las ocho en punto, la plaza se llenó de silencio y de brazos tendidos hacia arriba. Cuando los sesenta segundos de grito mudo acabaron, cientos de personas rompieron en aplausos y los gritos de 'Si se puede' y 'Dimisión' sonaron con fuerza.
“No es una crisis, es una estafa”. Antonio -no es su nombre real porque prefería ocultarlo para evitar “represalias”- hacía suyo uno de los lemas que más ha gritado el 15M. Para él, las recetas aplicadas en los últimos años han hundido la economía y buscan refundar un capitalismo “con unas bases como las de China”. “Claro que hay dinero, está en las grandes fortunas, en las Sicav, en los paraísos fiscales...”, señala Antonio, que reclama unos servicios públicos de calidad lejos de recortes.
Bárbara, de 36 años, acudía a la marcha con un grupo de amigas, tal y como hizo hace dos años. Aquel día, recuerda, se sorprendieron de cómo aquella manifestación consiguió ser algo más, “el germen de todo un movimiento”. A su lado, Itziar, se pregunta qué motivos quedan para no manifestarse: “A mi lo que me flipa es que la gente no salga a la calle”.
Poco después de las ocho, la concentración fue dispersándose, y ocho plazas adyacentes a Sol acogían ocho asambleas diferentes. Sobre las once de la noche, todas habían acabado.