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El sufismo en Marruecos, barrera contra el salafismo y la contestación social
El islam sufí, que durante esta semana celebra su mayor concentración popular en el noreste de Marruecos, constituye para el Estado el arma perfecta para contrarrestar el auge del salafismo y un vehículo de contención de las masas.
El sufismo, una tendencia presente desde los primeros tiempos del islam, siempre ha abogado por la paz social e incluso en “amor a la patria”, como dejan claro los asistentes a la gran concentración de la cofradía Qadiriya Butchichiya, quienes como cada año celebran en Madagh (noreste de Marruecos) su gran romería con ocasión del aniversario del nacimiento del profeta Mahoma.
Los adeptos, procedentes de diferentes estratos sociales, comparten un mismo objetivo: buscar las bendiciones del jeque Sidi Hamza, guía espiritual de la cofradía, (ya sea besándolo o comiendo de su mano), y expresar así la máxima sumisión a su persona y obediencia a sus palabras y consejos.
Para el politólogo marroquí Mohamed Darif, junto a la función de “impartir bendición o baraka”, el papel educativo que desempeñan las cofradías conlleva este matiz de “domesticar” al pueblo para evitar movilizaciones que no agraden al régimen establecido.
Además, Darif añadió que estas cofradías tienen otra función implícita, aunque sus responsables no quieran reconocer, que consiste en “establecer equilibrios” al hacer frente a la corriente salafista y a los otros movimientos religiosos que se salen del molde del “islam oficial”.
El Estado, prosigue el politólogo marroquí, “ejerce su control, y en particular sobre el mundo rural, a través de la cofradías religiosas”, en el que éstas disponen de una amplia base popular, por lo que, según él, los grupos salafistas e islamistas en general “encuentran dificultades” para penetrar en él.
Las diferencias entre la tendencia sufí y la salafista parten del hecho de que el salafismo dice representar un islam “más puro” que no admite el culto al santo o la adoración de la persona, que está casi en la misma base del sufismo, además del rechazo salafista a los rituales (danzas y música) con que los sufíes expresan su amor a Alá.
En esta lógica se enmarcan, por ejemplo, la reciente destrucción de morabitos históricos (tumbas de santos o de personajes venerados) en Mali por los grupos salafistas que se han adueñado del norte del país.
La cofradía Qadiriya Butchichiya es la más importante de Marruecos y tiene ramificaciones en Europa y América; sus delegados asumen el papel de veladores de la seguridad espiritual de los marroquíes.
El profesor Hakim Idrisi, profesor universitario y adepto de la cofradía, lo asume sin tapujos. Según él, uno de los fines de estas organizaciones es “proteger a los jóvenes de las ideas que no sirven al interés del Estado”.
En este sentido, las cofradías no contestan la autoridad religiosa del rey; al contrario, buscan consolidar su legitimidad. Así, la gran fiesta de los butchichíes no se realizó sino después de que el monarca Mohamed VI hubiera terminado su celebración oficial, retransmitida a todo el país.
Las cofradías religiosas fueron históricamente edificios de culto musulmán que servían para acoger a sus adeptos y darles de comer, o para combatir a los colonizadores. Hoy son una especie de instituciones no estatales que ejercen implícitamente el papel de garantes del islam oficial articulado por el Estado.
Junto a la Butchichiya, es cierto que coexisten otras cofradías menores por todo Marruecos, adeptas a tal o cual santón, y que caen a veces en prácticas de tipo meramente folclórico y hasta supersticioso. Fátima Zohra Bouaziz
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