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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera
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Los efectos del cambio climático en el mundo, en siete gifs

El Sáhara ahora es más grande que hace menos de un siglo / Yale Environment 360

El Rastreador

Explicar el cambio climático y convencer a los escépticos es una batalla diaria de los que quieren advertir de la situación del planeta. Se ha hecho de numerosas maneras, como mostrando fotografías del antes y el después, con gráficos o alertando de los porcentajes perdidos de glaciares o de subidas del nivel del mar. Las llamadas zonas climáticas, como lo que rodea a los trópicos o el propio Sáhara, también han cambiado de manera notable en las últimas cuatro décadas. Algo que se ve muy bien en formato gif.

En un análisis publicado por Yale Environment 360, se puede ver qué ha ocurrido en siete puntos del planeta en los últimos 40 años. Una situación que afecta a las plantaciones de trigo australianas o a los que viven en zonas que antes no tenían que temer el paso de un tornado. Para ello, se centran en sitios que van del llamado permafrost al meridiano 100. Y esos cambios los han presentado en un formato que permite ver al instante cuál era la situación entonces y cuál ahora.

Los cambios en los cinturones de los trópicos

En la proyección basada en la celda de Hadley, el contorno que rodea a los trópicos de cáncer y de capricornio ha crecido hasta 70 millas en los últimos 30 años. Concretamente, su extensión está provocada por el movimiento del borde entre 0,2 y 0,3 grados de latitud cada década desde 1980.

Esto provoca que hasta países que están mucho más al norte del trópico de cáncer, como Reino Unido o Alemania, acaben siendo más secos. Además, países del este mediterráneo ya han empezado a experimentar este nuevo escenario, al sufrir en 2016 la peor sequía en 900 años. Además, provoca que las regiones que están bajo el ecuador estén viendo como este área se reduce.

La contaminación asiática, el agujero de la capa de ozono o los gases invernaderos están detrás de esto.

Más Sáhara en menos de un siglo

El desierto más grande del mundo sigue creciendo. Como demostraron dos científicos de la Universidad de Maryland en un estudio publicado por la American Meteorological Society, el Sáhara tiene un 10% más de extensión en la actualidad con respecto a 1920. El crecimiento ha sido tanto por el norte como por el sur, lo que afecta una vez más a países pobres, que tendrán aún más complicado poder producir comida para sí mismos.

El mejor ejemplo en este caso es el de Libia, que ha pasado de no tener casi desierto a tenerlo prácticamente encima.

El Meridiano 100 se mueve al este

Estados Unidos está experimentando como sus zonas secas van creciendo hacia el este. La culpa la tiene el movimiento del Meridiano 100 oeste, que en su momento sirvió para separar el territorio más seco del resto. Pero en 20 años, la línea que lo delimitaba se ha quedado obsoleta. En total, se ha desplazado 140 millas. Los motivos son varios, pero destacan el aumento de las temperaturas que causa un repunte en la evaporación del suelo. El problema es que no parece que vaya a dejar de moverse, como avisó el científico Richard Seager.

Los tornados también se van al este

El llamado “cinturón de tornados” ya no preocupa solo a Texas o Dakota del Sur. Ahora, en Tennessee y Alabama también tienen que estar preocupados por este fenómeno. En solo 30 años, esa “zona cero” de tornados se ha movido 500 millas al este. Esto ha permitido a Oklahoma sufrir un 45% menos de estos. Una cifra alentadora para ellos, pero que solo se ha trasladado hacia Alabama, que vive un 48% más. Mientras que en Tennessee han doblado los días de azote, al pasar de 14 a 28.

Zonas de plantación “hardiness” desplazadas

Las bautizadas como “hardiness zone” son zonas clasificadas en base a la temperatura que tienen y que determinan qué se puede o debe plantear en ciertos meses del año. Estados Unidos tiene hasta 26 divididas en 13 categorías, lo que sirve de guía a los agricultores para saber a qué atenerse ante las cosechas de cada año.

En 2012, se comprobó que la mitad de los sectores eran más cálidos que lo que eran antes. Es decir, que la división de cada una que motivaba que soportasen mayores temperaturas se desplazó al norte. Paradójicamente, y aunque la culpa sea del cambio climático, esto puede beneficiar a ciertos cultivos. Pero también lo hace con las plagas.

El “permafrost” pierde territorio

La situación del Ártico es el síntoma más evidente de lo que supone el cambio climático. El aumento de las temperaturas y la consecuente descongelación tienen en alerta a toda la comunidad científica, que ha avisado de que se camina hacia una situación irreversible. El permafrost, que es un suelo que puede llevar congelado hasta miles de años, y que es una capa posterior a otras más superficiales sobre las que se puede desarrollar la vida, no se ha librado del fenómeno.

Su particularidad hace que no existan tantos estudios previo sobre la situación en la que estaba años atrás. Pero uno de los últimos que se hizo en Canadá ofrece un dato que se puede definir como aterrador: su temperatura está creciendo entre 1º y 2º cada década. El experto en este campo Kevin Schafer ha avisado de que ese cambio es “extremadamente rápido” en este ámbito.

Sobre el mapa, la pérdida es de 80 millas hacia el norte en los últimos 50 años. Y que vaya perdiendo terreno no solo afecta a la vida de los millones de personas que viven encima del mismo: también es una reserva de gases y minerales imprescindibles. Y si se destruye, ya no estarán.

El trigo australiano, en peligro

La combinación de escasez de lluvias y aumento de temperaturas lleva años afectando a numerosos cultivos. Uno de los que más lo ha sufrido es el trigo australiano, que es el que más se exporta junto al canadiese, el ruso y el estadounidense.

Que el ambiente sea más seco ha provocado que los cultivos pierdan gran parte de su superficie, y que además se muevan hacia el sur. Hasta ahora, los agricultores australianos han logrado salir adelante ajustando sus producciones. Algo que han logrado a pesar de perder el 27% de su cosecha potencial. Pero todo tiene un fin, y los expertos apuntan a 2040 como el año en el que se notarán más los efectos del desastre.

Datos y análisis publicados previamente en Yale Environment 360

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