¿Sabían que el artículo 49 de la Constitución Española se refiere a las personas con discapacidad como disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos?
Tal cual. Una muestra más –y muy gruesa– de que lo del lenguaje inclusivo no es otra cosa que el postureo del que está contaminada la esfera pública. ¿Quién se acordaba de la Constitución? Y eso que miles de personas la estudian año tras año para cualquier oposición… pues a nadie ha parecido chirriarle la palabrita.
La periodista Vicky Bendito, una mujer que vive la vida desde la normalidad de su sordera congénita, ha iniciado una campaña para tratar de cambiar semejante anacronismo. A ella le molesta mucho que, cerca ya de estrenar la segunda década del siglo XXI, cuarenta años después de su aprobación, la Constitución llame “disminuidos” a las personas con discapacidad.
Como mujer pragmática, nada amiga de eufemismos, pide firmas para que la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados cambie ese término tan negativo por el de personas con discapacidad. “Es que no tendría ni que discutirse, porque, además, se trata de una cuestión de coherencia, España debería emplear la misma expresión que recoge la Convención de la ONU de Derechos de las Personas con Discapacidad, de la que es firmante”. Una reforma que solo requiere tres quintos de cada cámara, como establece el artículo 167 de la Constitución. “Pero es que además debería cambiarse en todas las leyes, normas y demás textos legales y administrativos, porque a veces es una locura buscar lo que necesitamos. En unos aparece minusválido, en otros discapacitados, en otros disminuidos…”.
Para esta periodista sorda, suelen ser las personas sin discapacidad las que tienen más reparo a la hora de usar esta palabra que nosotros mismos. ¿Por qué? “Tal vez, porque la discapacidad no está tan normalizada como se piensa”.
Vicky nació con el síndrome de Treacher Collins. Una suerte de malformaciones congénitas que afectan a ojos, orejas, mandíbula y que implica sordera. Discapacidad auditiva que puede, en parte, paliarse con un implante osteointegrado que le permite oír con audífonos. Ella forma parte de ese pequeño porcentaje de personas sordas (no llega al siete por ciento) que logra obtener un título universitario en nuestro país. Insiste en que, a lo largo de su etapa escolar y universitaria, no se sintió discriminada, y la creo, porque, a menudo, observo que la actitud con la cual afrontas los retos diarios, te hace minimizar o, incluso, obviar los prejuicios ajenos. No porque tales no existan. Pero o aprendes a que los gestos y acciones discriminatorias te resbalen o terminas viviendo una vida de amargura que nadie merece. De nosotros sí depende no encarar las afrentas de la vida desde el resentimiento.
De niña, sus padres le explicaron que ella era diferente, porque había nacido así. Al pan, pan, y al vino, vino. Con unos padres tan lúcidos, no sorprende la actitud vital de esta mujer de ideas tan claras. Tan claro lo tiene que, lejos de quedarse cruzada de brazos, ha impulsado una petición que recabe apoyos para que sus señorías destierren, de una vez por todas, eso de “disminuidos” de la Carta Magna.
Les dejo el enlace para que firmen si gustan:
https://www.change.org/p/soy-sorda-no-disminuida-aunque-lo-diga-la-constituci%C3%B3n
Cordialmente,
Nuria del Saz