La exgimnasta Gloria Viseras, sobre las violaciones en su infancia: “Cuando estás lista para denunciar, judicialmente es tarde”
Una tarde de 2012, a Gloria Viseras le regalaron un digitalizador de diapositivas. Con él recuperó muchas fotos de la época en la que competía en gimnasia, cuando llegó a ser campeona de España y a participar en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, con 15 años. En esas fotos aparecía con compañeras de promoción. A la mayoría no las veía desde entonces y las llamó para quedar y compartirlas.
Hablando afloraron los recuerdos y, en ese momento, comenzaron unos meses “malísimos” para Gloria, que desembocaron en una visita al Consejo Superior General de Deportes para pedir asesoramiento: “Moralmente no podía callarme más”. La historia es conocida: denunció a su exentrenador, Jesús Carballo, por abusos sexuales durante esa época en la que competía, de los 12 a los 15 años –entre 1977 y 1980–. Ella sabía que el delito estaba prescrito y, como así fue finalmente, sería archivado y no podrían ir a juicio. Pero decidió “ponerla para proteger a otras niñas y niños, a mis hijos”. Al poco, él fue retirado de la Federación de Gimnasia.
Después se inició un calvario que ya dura 5 años de insultos hacia Viseras –sobre todo en redes sociales– y procesos judiciales cruzados. Él le denunció a ella y a otros testigos a su favor por atentado al honor, que ganó en segunda instancia en la Audiencia de Madrid. Ellas recurrieron y este pasado enero el Supremo les dio la razón en sentencia firme y las eximió de indemnizarle. Por ello puede, al menos, hablar. “Muchas, viendo lo que pasa cuando tienes la valentía de decir ‘Me Too’, y que está prescrito, que no va a ir a ninguna parte… no quieren ponerse en esta situación. Yo las entiendo y las protejo”, comenta.
El Gobierno ha anunciado que trabaja en una reforma legislativa para que los delitos de abuso sexual a menores no prescriban. Viseras ha concentrado gran parte de sus fuerzas en concienciar para que se acabe con esa prescripción temprana: “Cada persona tiene su propio proceso emocional y su manera de superar los traumas, pero suele llevar mucho más de lo que dura el plazo. Por desgracia, en la mayoría de los casos, para cuando estás lista para denunciar y tienes la fuerza, el apoyo y la autoestima suficiente, judicialmente ya es tarde”. “Cuando nos hacemos adultos perdemos la capacidad de pensar cómo éramos de niños. Si pudiéramos retrotraernos, nadie nos preguntaría por qué no lo dijimos”, prosigue.
Porque a ella le han preguntado, mucho, por qué no lo denunció cuando sucedió: “Básicamente, tenía 12 años. Es mucho más fácil sonreír y decir que no te pasa nada que que te están violando”. Si tuviera que resumir en una palabra lo que recuerda sentir, esa es “confusión”: “Yo no era consciente de lo que pasaba y seguramente lo hubiera negado. Sabía que algo no era normal, no era correcto, porque era secreto y me hacía sentir muy mal. Pero es que, además, estaba convencida de que lo provocaba yo. De que yo era mala, gorda, una putilla. Y con 12 ó 15 años no quieres que nadie piense eso de ti, yo de puertas para afuera era campeona de España”.
Pasó 30 años sin la ayuda psicológica que este último tiempo sí ha podido recibir, comiéndose sola unas secuelas en cuyos detalles no quiere entrar. Gloria dejó la gimnasia a los 16 años; luego vivió en Bulgaria y EEUU, donde se lesionó gravemente y se desvinculó por completo del deporte. Durante años ni siquiera lo vio, no siguió ni por la tele los Juegos de Barcelona. Su padre falleció antes de que comenzase el proceso judicial y sin saber nada de lo que había sufrido; a su madre se lo contó el día antes de que se hiciese público. “Me hubiera ido a la tumba con ese secreto. Lo decidí en su día así, porque no quería hacer daño a mi familia”, dice. Hasta la tarde de 2012 en la que abrió el cajón de las diapositivas y cambió de opinión.
Reconfigurar el 'No pain, No gain'
A pesar de las descalificaciones y dificultades, Viseras también ha recibido muchos apoyos. Gracias en parte a ellos ha cogido fuerza y junto a otras cuatro mujeres también víctimas fundó Oro, Plata y Bronce, una asociación contra la violencia en el deporte. En el tiempo libre que le deja su trabajo en la Federación de Baloncesto (“Me dedico a otras funciones que nada tienen que ver”), asesora desde ahí: “No podemos dar asistencia psicológica ni legal, no tenemos recursos. Pero han venido a hablar conmigo muchos padres y muchas víctimas y les dirigimos. Muchas veces solo quieren ser comprendidas y escuchadas”.
También ha dado charlas y ha colaborado con diversas instituciones. Ahora se va al Consejo de Europa. Y aunque aún hoy le cuesta y se le quiebra la voz, ha participado con su experiencia en la Ley Integral de Protección Frente a la Violencia en la Infancia que prepara el Gobierno de Pedro Sánchez, ella en el apartado de Deporte y Tiempo Libre. Es la misma en la que también ha colaborado y difundido el pianista James Rhodes: “La ayuda de James ha sido absolutamente fundamental, con él ha sido genial. Le da un empujón de visibilidad a algo en lo que las asociaciones llevan mucho tiempo trabajando”.
Viseras plantea abordar una reforma estructural, un “cambio cultural en el deporte”. Las actividades físicas en general “tienen unas características que ponen a los niños y niñas en riesgo”. “Son ambientes cerrados y hay una idealización de los entrenadores y deportistas que está bien y hace falta, pero con límites”, dice. Menciona la filosofía del “no pain, no gain” como método a reconfigurar: “Es un lenguaje de adultos que nosotros entendemos, pero el niño no. Hay que explicar la diferencia entre un daño físico, o de musculatura, por ejemplo, con el emocional o incluso el que provoca una violación. A ciertas edades no se entiende”. Pasa en todas las disciplinas y contra niños y niñas, “también en el fútbol”, pero en la gimnasia “por número de casos en todo el mundo, podríamos decir que hay un problema gordo y sistémico”. Estas tres décadas se han dado pasos que valora en positivo, como que la edad mínima para participar en los Juegos sea ahora de 16 años.
Siempre se remarca que, lejos del mito, las agresiones se producen con más frecuencia en ambientes conocidos y cotidianos. Viseras lo aplica a los entrenamientos: “Los de base se parecen más a un entorno escolar, pero los de alto rendimiento, a uno familiar. Se pasan muchas horas ahí, la relación con el entrenador es estrecha y dependes de él para todo: seguridad, comidas, descanso”. Por ello, pone el foco en prevenir: “Antes del abuso sexual hay violencia física, daño emocional, daño a la autoestima. Si somos capaces de detectar esa fase y pararla, quizá podamos evitarlo. Intentamos dar pautas. A los padres les decimos que, si no consentirían que un profesor de matemáticas humille a su hija, le grite o le llame inútil, tampoco lo permitan desde las gradas”.