Greta Thunberg: icono de la Generación Z en la lucha contra el cambio climático
La Generación Z tiene un mantra: es tiempo de actuar, y tiene que ser ahora. En lo que va de año, miles de estudiantes en todo el mundo han abandonado las aulas para protestar contra la inacción de sus gobiernos frente al cambio climático. ¿Su inspiración? La estudiante sueca Greta Thunberg, de 16 años, que dio inicio al movimiento cuando, en agosto de 2018, comenzó a faltar a clase todos los viernes. Pero esto es solo el principio.
Ninguna generación tiene tanto que perder como consecuencia de los efectos negativos del cambio climático como la Generación Z, y en la conferencia COP24 que se celebró recientemente en Katowice (Polonia), Thunberg llamó con contundencia a la acción: “Ustedes dicen amar a sus hijos sobre todas las cosas, pero les están robando el futuro en su propia cara”, manifestó, dirigiéndose a los líderes mundiales durante la cumbre del clima. “No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis”, agregó.
Pese a lo urgente del discurso de Greta y su petición a los activistas del clima para que adopten una postura más radical, los resultados de la COP24 dejaron mucho que desear en lo que respecta a acciones realizables para reducir las emisiones. Aún falta por saber si Greta y su llamada a la acción obtendrá respuestas y será el motor de un cambio significativo.
Nuestra intuición nos dice que la Generación Z, con la ayuda de las redes sociales y dotada de un creciente peso económico, es la que se encuentra en mejores condiciones para influir en las prácticas de las empresas, más que sobre los acuerdos climáticos internacionales, en los que el estancamiento político parece ser el la norma.
El activismo y una historia de orgullo
Un repaso por recientes movimientos sociales y medioambientales demuestra que el activismo liderado por jóvenes tiene el poder de transformar el debate actual sobre cambio climático.
Mientras nos acercamos al sesenta aniversario de las protestas de Greensboro, es oportuno recordar el papel fundamental que la juventud desempeñó durante los momentos más álgidos del movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos. Sus iniciativas contribuyeron a erradicar la segregación en las escuelas, a hacer frente al racismo y a allanar el camino de la legislación en defensa de los derechos civiles y de los votantes.
Otros movimientos destacables de los últimos 50 años fueron las protestas contra la Guerra de Vietnam, las de la Plaza de Tiananmén y la Primavera Árabe.
Si bien cada uno de estos movimientos se inscribe en un momento y un lugar histórico particular, comparten un elemento común: una autoridad concreta a la que hacer frente.
En cambio, es probable que, en la actualidad, la juventud que protesta contra el cambio climático tenga ante sí un desafío incluso mayor que sus antecesores. Lograr que se tomen medidas políticas es una tarea supuestamente imposible, y los movimientos juveniles de los últimos 30 años no han podido ejercer influencia real sobre las políticas globales. En gran medida, esto se debe a que ninguna organización ni ningún gobierno por sí solo tiene la autoridad suficiente como para generar el tipo de cambio necesario para resolver el cambio climático a escala mundial.
Un petición convincente
A pesar de que el mensaje de Greta puede haber caído en saco roto en la COP24, su llamada de atención a los líderes empresariales en el marco de la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, resulta esperanzadora.
Como académicos en el campo de la innovación social, nos interesa comprender cómo el activismo de la juventud puede transformar a las empresas.
Las empresas están analizando las posibilidades de subirse al carro de movimientos sociales y políticos y sacar provecho del poder adquisitivo de la Generación Z, que a nivel mundial se estima en unos 44.000 millones de dólares.
Una serie de campañas lanzadas por jóvenes en los últimos tiempos ha conseguido que ciertas compañías cambien sus hábitos.
El movimiento anti-pajitas, iniciado por Milo Cress, de 9 años, en 2011, mostró cómo las redes sociales pueden generar cambios de comportamiento en multinacionales como Mc Donald’s y Starbucks.
Asimismo, con la ayuda de la ONG australiana Wildlife Asia, la página de Facebook Kids Cut Conflict Palm Oil logró presionar a PepsiCo para que rompiera su contrato con un proveedor indonesio de aceite de palma ante sospechas relacionadas con la deforestación y el uso de la mano de obra.
Algunas de las iniciativas más recientes que quieren poner fin a la violencia provocada por el uso de armas de fuego en Estados Unidos también han tenido como protagonistas a los jóvenes. Después del tiroteo que se cobró la vida de 17 personas en una escuela de Parkland, Florida, los estudiantes lanzaron campañas vía redes sociales contra grandes empresas vinculadas a la Asociación Nacional de Armas (National Rifle Association). Dick’s Sporting Goods, un importante negocio minorista de armas, retiró los fusiles de asalto de sus tiendas.
Las compañías también buscan entender la manera en que los nativos digitales usan las redes sociales para interactuar con sus productos y servicios. Desde contratar a asesores expertos en la Generación Z para que les guíen en sus acciones de marketing digital hasta colocar a millennials y miembros de la Generación Z en sus organigramas.
Conscientes de que las causas sociales motivan a la Generación Z, las empresas quieren contactar con este segmento demográfico en las redes. Por ejemplo, Boxed Water se comprometió a plantar dos árboles por cada foto de su producto compartida con el hashtag #betterplanet y, hasta el día de la fecha, lleva plantados cerca de 800.000 árboles.
La comunidad internacional recibió la advertencia de que solo tenemos 12 años para evitar que las temperaturas globales suban más de 1,5ºC: el límite para frenar una “catástrofe climática”. Para entonces, Greta Thunberg apenas tendrá 28 años, por lo que no sorprende que la juventud de hoy en día esté decidida a continuar ejerciendo presión.
Para abordar el cambio climático será necesario el apoyo conjunto de las empresas, los gobiernos y la sociedad civil. Si los activistas jóvenes de esta nueva era son capaces de acelerar este proceso, se les debería dar vía libre. En definitiva, como reza el antiguo proverbio, la tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos.
Foto: Flickr - World Economic Forum
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.