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La infancia confinada: la COVID-19 y sus consecuencias colonizan los miedos de los niños, según un estudio

Imagen de las dos niñas haciendo tareas escolares

Laura Galaup

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Han pasado más de 40 días confinados, sin ir a clase ni salir de casa por la excepcionalidad que atraviesa este país. Durante estas semanas han aprendido qué es una pandemia, han convivido con las emociones generadas por la emergencia sanitaria y están afrontando sus consecuencias. Un estudio publicado este domingo analiza cómo 425 niños y niñas de entre 8 y 17 años están viviendo esta situación. “La COVID-19 ha colonizado sus vidas. No había elementos en sus respuestas, salvo casos muy aislados, que no tuvieran que ver con esto. Los niños y niñas no son ajenos a lo que ocurre en la sociedad”, apunta la socióloga Marta Martínez, una de las autoras de la investigación, titulada Infancia Confinada, ¿Cómo viven la situación de confinamiento niñas, niños y adolescentes?.

A pesar de que las respuestas era abiertas, uno de los resultados que más sorprende a Martínez se centra en el sueño más anhelado por cerca del 60% de los encuestados. “¡Qué se acabe todo esto!”, fue una contestación que leyeron en cientos de ocasiones, “como si se hubieran puesto de acuerdo” los participantes, detalla la socióloga.

Otra de las respuestas coincidentes se las encontraron al consultar sobre la aceptación de las medidas impuestas por el Gobierno.“Una abrumadora mayoría (el 94,6%) se muestra algo o totalmente de acuerdo con la frase 'todas las niñas y niños debemos estar confinados en casa para no contagiarnos del Coronavirus”, apuntan los investigadores, que defienden que“la población infantil ha sido el colectivo de personas más duramente apartado de la vida social” durante el estado de alarma.

“El confinamiento significa estar sin el derecho de salir de casa por un motivo mayor, por una orden de alguien superior”, apunta uno de los encuestados, que tiene 13 años y reside en el País Vasco. Los autores del estudio destacan que los jóvenes se refieren al confinamiento de “manera muy precisa”. “Las definiciones que giran en torno al encierro señalan un realismo que apela tanto a la resignación como al aislamiento que supone. Entre estas respuestas, la población participante incorpora apreciaciones relacionadas con el aburrimiento (un sentimiento muy presente), la preocupación y, de alguna manera, también la resignación y las dudas”, añaden.

Para Martínez estas contestaciones también conllevan una “tremenda solidaridad”, porque los encuestados “son conscientes de que el encierro es por una orden superior, pero que también hay que hacerlo para cuidarse a si mismo y para cuidar a otros”. El estudio no está solo firmado por ella; en él también ha participado el sociólogo Iván Rodríguez y la abogada Gabriela Velásquez. Se ha realizado con el apoyo del colectivo Enclave de Evaluación y Enfoque de Derechos Humanos y está prologado por Luis Pedernera, presidente del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas. El trabajo de campo se realizó a través de un cuestionario online entre el 21 de marzo y el 7 de abril. Durante esas semanas recibieron más de 900 respuestas, de las que finalmente han utilizado menos de la mitad (425).

Las consecuencias de la COVID-19 es uno de los grandes miedos concretados por los menores que han participado en la investigación, el 50,37% apuntan a esta enfermedad al ser preguntados por sus temores. “Que no se muera más gente por coronavirus, que se muera el bicho este (el coronavirus), que nadie de mi familia o amigos, incluida yo, muramos por coronavirus y que a la vuelta no nos peten a exámenes”, enumera un encuestado andaluz de 12 años.

“La población infantil y adolescente, lejos de vivir desconectada de las peores consecuencias económicas de esta crisis, son muy conscientes de la fragilidad económica de sus propias familias, y en particular de las dificultades en el empleo que pueden sobrevenir con motivo del confinamiento”, destacan los autores, que reseñan que el 11,85% de los encuestados están inquietos por la situación económica. Incidiendo más en este asunto y preguntados expresamente por cuánto les preocupa que su familia no tenga suficiente dinero para los próximos meses, casi uno de cada cinco encuestados (19,6%) asegura que le da vueltas “a menudo” o “todos los días”. El porcentaje se eleva unos puntos (22,9%) si se aborda su inquietud ante una hipotética pérdida del trabajo de los padres.

Preocupación por los abuelos

Entre los miedos estudiados, la preocupación por la situación que están viviendo sus abuelas y abuelos, a los que llevan semanas sin ver, también gana protagonismo (12,96%). “A veces me siento estresada y estoy preocupada porque mi abuela se murió (hace años ya) y mi abuelo está solo (no tiene compañía en este tiempo)”, explica otra de las participantes, una niña de 10 años, que reside en Galicia.

Según destacan los investigadores, la mayor parte de los participantes residen con sus padres. Por eso les parece “significativo” no toparse con encuestados que estén pasando el confinamiento con sus abuelos o abuelas. “Algo que es normalmente poco frecuente en los hogares españoles y que puede haberse agravado por el acento que se ha puesto desde los poderes públicos por limitar el contacto con las personas mayores”, inciden. Otro de los factores que también atemoriza al 11,11% de este colectivo es la duración del encierro.

El aburrimiento también se ha ido haciendo hueco en la vida de los menores, el 61,6% dicen haberlo experimentado bastantes veces o todos los días. Asimismo, los deberes escolares están muy presentes en el día a día de los entrevistados. De hecho, es mayoritaria la percepción de que existe una carga de tareas escolares, más de la mitad (60,8%) de los participantes aseguran que los deberes les provocan cansancio, incluso cuando son capaces de completarlos; para más de una cuarta parte (26,8%) son “claramente excesivos”. “Para mí que la palabra cuarentena para los maestros significa cuarenta tareas al día”, se queja una chica de 13 años de Andalucía.

Las condiciones de la vivienda en la que vive la infancia durante el confinamiento es otro de los asuntos que se abordan. El grupo de expertos reconoce que la metodología utilizada –a través de un cuestionario online y difundido por diferentes redes sociales– puede no haber penetrado en entornos familiares con “situaciones más graves de carestía”. A pesar de este obstáculo, a los autores les parece “muy expresiva” la diferencia de más de 8 puntos porcentuales que existe entre la proporción de niños encuestados “que dicen haberse sentido aburridos todos los días durante el confinamiento sin disponer de una terraza o un patio (el 31,6%)” y la que anotan ante los que sí disponen de este espacio (el 23,2%).

Una de las encuestadas, con 10 años y residente en la Comunidad Valenciana explica así su experiencia: “Como no tenemos balcón subo con mi madre a tender para que me dé el sol cuando no llueve. Mi hermano de 14 años no ha salido nunca. Y aunque está prohibido hago ejercicio subiendo 5 o 6 veces las escaleras de mi finca con mi padre”.

Los investigadores concluyen que “la situación excepcional generada por la pandemia y el confinamiento parece estar dejando una impronta tan honda en la vida de niñas, niños y adolescentes” en asuntos relevantes que “las diferencias de opinión que se registran son en general moderadas”. Martínez asegura que la infancia “ha demostrado una capacidad de resistencia muy grande”, pero recuerda que “eso tiene un coste”. “Lo va a tener para todos, que los niños y niñas te manifiesten de manera permanente que tienen miedo a la pandemia, a la muerte o la enfermedad puede acarrear indudablemente consecuencias en el futuro”, sentencia la socióloga.

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