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Rayos ultravioleta o máquinas de ozono: el miedo al coronavirus da alas a métodos y productos sin respaldo científico

Un supermercado pone el termómetro al entrar para "proteger" a los clientes

Esther Samper

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Los ciudadanos y los comercios son conscientes de la importancia de mantener a raya al coronavirus. Las directrices generales son bien conocidas: desinfección de superficies y objetos con lejía u otros desinfectantes virucidas, lavado frecuente de manos con agua y jabón, distancia de seguridad de dos metros, mascarillas, evitar tocarse la cara y etiqueta respiratoria. Sin embargo, el empeño por ir más allá ha potenciado la venta de productos de dudosa eficacia frente al coronavirus en el mejor de los casos y de aquellos sin ninguna eficacia demostrada en el peor. A continuación, vamos a mostrar una panorámica de los principales productos sobre los que estar alerta en esta pandemia y referencias para conocer más detalles sobre cada uno.

Máquinas de ozono como desinfectantes 

La epidemia de coronavirus ha disparado la demanda de desinfección por ozono en multitud de establecimientos en España. Esta realidad contrasta con la falta de estudios que demuestren la eficacia del ozono en el aire contra este patógeno. Tampoco se conoce cuál podría ser la concentración idónea para ello. De hecho, esta molécula no está en el listado de productos virucidas autorizados y registrados por el Ministerio de Sanidad. Además, el ozono puede ser peligroso para las personas a partir de ciertas concentraciones en el aire y causar irritación de la piel, ojos, vías respiratorias y pulmones, así como dificultad respiratoria.

A pesar de esto, se han documentado túneles y arcos desinfectantes de ozono aplicados directamente a personas. Para ser efectivos contra los virus, estos dispositivos tendrían que emitir ozono en concentraciones peligrosas para el ser humano y viceversa, para que fueran seguros para las personas tendrían que liberar concentraciones bajas ineficaces para los virus y solo estarían aportando una falsa sensación de seguridad a sus usuarios. La Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos alerta sobre el ozono y sus supuestas indicaciones: “Si se usa a concentraciones que no exceden los estándares de salud pública, el ozono aplicado al aire en interiores no elimina con eficacia virus, bacterias, hongos y otros contaminantes biológicos”.

Los rayos ultravioleta

De forma similar a las máquinas de ozono, los aparatos domésticos que emiten rayos ultravioleta (UV) se han popularizado como herramienta contra el coronavirus para desinfectar superficies y habitaciones. La eficacia de la radiación UV, especialmente de los rayos UV-C, es bien conocida en centros de investigación y hospitales para desinfección. Sin embargo, las lámparas que se usan en estos entornos tienen un precio elevado (de cientos a miles de euros) y emiten rayos UV con una elevada intensidad y durante un tiempo definido para lograr la destrucción de microorganismos en ciertos tipos de superficies. Las personas no deben exponerse a esta luz UV ya que puede provocar quemaduras, cáncer de piel y lesiones oculares, entre otros efectos perjudiciales. 

La situación es muy diferente para los dispositivos portátiles de rayos UV con precios asequibles que, según aseguran en su publicidad, pueden desinfectar de coronavirus las superficies rápidamente. En primer lugar, la absoluta mayoría de estos aparatos no tienen la potencia necesaria como para emitir radiación UV en una intensidad suficiente como para destruir virus y, menos aún, en cuestión de segundos o minutos. La mayoría de estos dispositivos no están regulados como desinfectantes y tampoco ofrecen garantías sobre efectividad. Sí que hay investigaciones en marcha sobre una tecnología de rayos UV-C útil contra virus que pudiera ser segura en humanos, pero no ha sido autorizada por ninguna agencia sanitaria ni tampoco está comercializada.

Las etiquetas 'COVID free' en establecimientos

El miedo de ciertos clientes a volver a los establecimientos por el riesgo de contagio, especialmente a aquellos del sector turístico,  ha motivado la implantación de los distintivos COVID free (libre de COVID). Estas etiquetas, que no están basadas en ninguna normativa de calidad actual, han recibido el respaldo de diversos grupos de empresarios, ayuntamientos y grupos políticos. La idea detrás de la insignia COVID free, cuya adquisición puede costar de 400 a 3.000 euros, es dar una garantía de que se han cumplido ciertos protocolos de seguridad e higiene que “garanticen” que un local está libre de coronavirus. En realidad, esta afirmación es palabrería vacía rodeada de marketing.

Un establecimiento puede contaminarse por coronavirus en cualquier momento que una persona infectada entre y libere gotitas con virus a las personas u objetos de alrededor. La única forma por la que verdaderamente se podría declarar a un local como libre de coronavirus sería prohibiendo la entrada de personas durante más de una semana (para asegurar la destrucción del virus SARS-CoV-2 en superficies) y no dejarlas entrar nunca más.

Aunque sí es recomendable que los establecimientos apliquen medidas de higiene, no hay que perder de vista que, por muy impolutos que estén, la principal vía de contagio es la difusión de gotitas con virus entre personas. En ese sentido, medidas como garantizar la distancia de seguridad, la higiene de manos, la etiqueta respiratoria o la utilización de mascarillas tienen un peso mucho mayor para frenar contagios. Y, aun así, el riesgo cero no existe.

Sensores de temperatura y cámaras termográficas  

La pandemia ha dado un gran impulso a la venta de estos dispositivos, fuera de los aeropuertos, para detectar a posibles casos de coronavirus en establecimientos y recintos. Por muy avanzados tecnológicamente que sean estos sensores para registrar la temperatura de los individuos, la presencia de fiebre es un indicador muy pobre para identificar a personas infectadas. Ni los individuos asintomáticos, ni aquellos en periodo de incubación o con síntomas leves o en tratamiento con antitérmicos tienen por qué mostrar una elevación de su temperatura corporal. Es más, la presencia de fiebre tampoco está siempre presente en las personas con síntomas claros de la enfermedad: un 88 % de los pacientes muestran este síntoma, que no tiene por qué mostrarse de forma constante a lo largo de la enfermedad.

Al igual que en los aeropuertos, no existe ninguna evidencia científica de que estos aparatos para registrar la temperatura corporal sean útiles para frenar brotes. Por otra parte, pueden aportar una falsa sensación de seguridad en los establecimientos que los usen.

Suplementos para reforzar las defensas 

Al igual que ocurre con las temporadas de gripe, la epidemia de coronavirus ha abierto la veda de los productos para “reforzar las defensas”: suplementos de vitaminas, zinc, homeopatía, propóleo, equinácea, jalea real, probióticos... El concepto de “ayudar a las defensas” es erróneo y sesgado por múltiples razones. En primer lugar, no hay ningún suplemento, alimento o producto alimentario que haya demostrado tener efectos significativos a la hora de evitar o mitigar infecciones (ya sea por coronavirus o por otros virus) en la población sana. En segundo lugar, cualquier persona sana con una dieta normal y equilibrada, sin déficits nutricionales no necesita ayuda de suplementos para reforzar su sistema defensivo.

La mejor forma de ayudar a las “defensas” contra el coronavirus es seguir las normas de higiene y mantener la distancia de seguridad para evitar el contagio. Además, tener una dieta rica y equilibrada, hacer ejercicio físico con frecuencia, tener una buena calidad del sueño y mantener bajos los niveles de estrés son medidas recomendadas para mantener en buenas condiciones al sistema inmunitario.

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