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El duelo en los supervivientes de suicidio: “Los porqués no me dejan vivir”

El duelo en los supervivientes de suicidio: “Los porqués no me dejan vivir”
Cristina Andrade y Celia Arcos Madrid —

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Cristina Andrade y Celia Arcos

Madrid, 9 sep (EFE).- Por cada muerte por suicidio, hay seis afectados. El duelo por este fallecimiento es un proceso “largo” y “doloroso”, pero también un tabú social para el que familiares y expertos reclaman más visibilidad en el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora mañana viernes 10 de septiembre.

Cada dos horas y media una persona se suicida en España. Entre los jóvenes de 15 a 29 años el suicidio es la principal causa de muerte no natural, y las tentativas de suicidio en esta población han aumentado un 250 por ciento en 2020, un dato que los expertos relacionan con el impacto de la covid-19 en la salud mental de la población y en especial de los jóvenes.

El hijo de Charo Venegas tenía 22 años cuando se quitó la vida. Su madre lo recuerda como un chico sin problemas, que se había mudado hacía poco a otra ciudad, estudiaba Trabajo Social y tenía planes de futuro.

Charo relata a Efe que, cuando recibió la noticia del fallecimiento, no recibió ninguna atención psicológica ni al llegar al hospital ni en los días posteriores: “Ahí no había nadie”, recuerda la mujer, “sólo dos o tres médicos que me lo dijeron con las mejores palabras”.

“Es una muerte que no avisa”, explica la psicóloga del Hospital de Sant Pau de Barcelona, Thais Tiana, quien asegura que en estos casos los mayores afectados son los “supervivientes” (nombre con el que se denomina al entorno de la víctima), que son los que más desamparados se encuentran.

LA ASISTENCIA A LOS SUPERVIVIENTES, UNA DEUDA DEL SISTEMA

Tras el suicidio de su hijo, Charo encontró la ayuda que la administración pública no le ofreció en Ubuntu, una asociación de supervivientes donde conoció a más personas en su misma situación y desde la que ahora lucha para promover la prevención del suicidio.

Los familiares se enfrentan a situaciones como bajas laborales, citas con el psicólogo con una demora de tres a seis meses o una atención psiquiátrica basada en la receta de medicamentos para paliar su sufrimiento.

En este sentido, la psicóloga del hospital Sant Pau se muestra tajante: “La atención psicológica en la sanidad pública es muy escasa. Muchos especialistas tienen la sensación de no hacer bien su trabajo, no se puede hacer terapia en 10 minutos”.

Precisamente, familiares y expertos reclaman a la administración aumentar la ratio de psicólogos e introducir la salud mental en los colegios.

Las asociaciones demandan que el Gobierno apruebe un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, algo que incluso le han reclamado el Congreso de los Diputados y el Senado.

Este plan debe recoger el fomento de la educación para la salud mental en diferentes entornos. En el caso de los centros educativos, ha de incluir protocolos de prevención, detección e intervención inmediatas para casos de acoso escolar fuera o dentro del entorno educativo. Tampoco existe un protocolo estandarizado para atender.

Desde el Ministerio de Sanidad, la ministra Carolina Darias avanzó el pasado febrero que ya trabajan en una Estrategia Nacional de Salud Mental en la que se incluya un protocolo de detección de conductas que puedan derivar en suicidio.

“La salud mental no debe ser atendida solo cuando hay síntomas”, defiende Thais e insiste en que hay que hablar más del suicidio, pero también del sufrimiento posterior que genera este tipo de muerte. Para ello ve fundamental una “sensibilización comunitaria” para terminar con el “estigma” social.

Durante el 2019, 3.671 personas se suicidaron en España; de ellas, el 75 por ciento fueron hombres y el 25 por ciento mujeres. “Los hombres no piden ayuda, piensan que vas a ser menos o a aparentar debilidad”, opina la madre del joven fallecido.

“Hay que sensibilizar a la juventud de que pedir ayuda no es malo”, indica Charo, a la vez que defiende que con un plan de prevención se podrían detectar antes estas conductas.

LA CULPA, EL SENTIMIENTO DETRÁS DEL DUELO

Al tratarse de una muerte “sin aviso, sin despedida”, el vacío que deja el suicidio en las personas de su entorno es devastador. Muchas preguntas sin respuestas que no atienden a una sola causa, sino a múltiples motivos por los que una persona decide morir para dejar de sufrir.

La culpa, según explica la psicóloga, es el sentimiento más característico en familiares y amigos, quienes se preguntan constantemente si podrían haberlo evitado o detectado antes: “Los porqués no me dejan vivir”, se lamenta Charo.

Incluso después de mucho tiempo se siente “mal por volver a vivir”, confiesa la mujer, quien todavía no está preparada para reírse o disfrutar de un concierto de música sin acordarse de su hijo.

Una mezcla de “rabia, tristeza y culpa” les acompaña durante un período de duelo que para cada persona es diferente. “Es un proceso lento, con muchas idas y venidas”, afirma Thais Tiana.

Los especialistas remarcan que las muertes por suicidio nunca tienen un único detonante, sino que son el resultado de factores psicológicos, biológicos y sociales que tienen tratamiento. Las personas con conductas suicidas y sus allegados pueden recibir ayuda las 24 horas llamando al 112 o contactando con el Teléfono de la Esperanza (717 00 37 17).

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