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El Gobierno extraerá medio millón de metros cúbicos de lodo del Guadiana para intentar erradicar un nenúfar invasor

Nenúfar en el Guadiana

Raúl Rejón

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El Gobierno calcula que deberá extraer más de medio millón metros cúbicos de lodo del río Guadiana para intentar detener la invasión del nenúfar mexicano. Se trata de destruir la base de operaciones desde donde la Nymphaea mexicana se está expandiendo por la cuenca, según la documentación entregada por la Confederación Hidrográfica para su evaluación ambiental.

El plan ilustra la dificultad que entraña lidiar con la proliferación de las especies exóticas invasoras. Este nenúfar está catalogado como invasor por los daños que provoca al medio ambiente desde 2013, lo que no ha impedido su multiplicación. Ha experimentado una expansión “explosiva” gracias a la mezcla de lodos acumulados y nutrientes que llegan de los restos de fertilizantes en el cuarto río más largo de España.

Entre 2009 y 2020, la invasión por el Guadiana y algunos de sus afluentes en el área de Badajoz ha ido a un ritmo medio de 6,6 hectáreas al año. La tasa de expansión anual en estos años ha sido del 36%. En 2012, se calculó que había más de siete millones de ejemplares.

Las hojas de esta planta, originaria del sur de EEUU y el norte de México, se despliegan sobre la superficie acuática y crean un tapiz verde que dificulta el paso de la luz. Esto impide que crezca vegetación subacuática, lo que se traduce en una disminución de los niveles de oxígeno.

Las observaciones por satélite indican que ocupa siete cauces. Además del río Guadiana, se ha detectado en los arroyos de la Cabrera, Quebrada de Sagrajas y el Potosí y en los ríos Caya, Gévora y Rivilla. Su patrón hace que se extienda aguas abajo. Aunque organizaciones como Salvemos el Guadiana caculaban que había 400 hectáreas invadidas, el documento de la Confederación indica que las imágenes satelitales muestran, a fecha de septiembre de 2020, una ocupación de 116 hectáreas.

Pero, además de los daños que el propio nenúfar inflige al ecosistema fluvial, se ha comprobado que “la presencia de la especie está favoreciendo la dispersión del camalote o jacinto de agua”. La Nymphaea mexicana sirve de criadero para uno de los mayores quebraderos de cabeza con los que lidia la biodiversidad en España: la invasión del Eichhornia crassipes. El camalote, cuya invasión ha obligado a la adopción de una Estrategia de gestión, control y posible erradicación por parte del Ministerio de Transición Ecológica ante el “importante riesgo para la conservación de la fauna, flora o los hábitats autóctonos amenazados”.

El jacinto acuático es una de las 100 especies exóticas calificadas como más invasoras. El esfuerzo contra su expansión ha supuesto, solo en la Confederación el Guadiana, más de 40 millones de euros y, entre 2004 y 2018 se han retirado de sus aguas más de un millón de toneladas de la planta. También se ha detectado (y en principio extirpado) en la Comunidad Valenciana, puntos de Galicia, Asturias y la isla de Mallorca, según la estrategia de Transición Ecológica.

“Efecto cuna” para las semillas del camalote

El nenúfar mexicano que medra en los lodos hace las veces de refugio para que las semillas de camalote broten y se expandan por el curso fluvial. Las hojas ejercen un “efecto cuna” para la simiente invasora porque son un “lugar idóneo donde germinar, lo que propicia el avance de las poblaciones de esta última [especie] de un modo alarmante y eleva los costes de control del propio camalote”, describe el plan de la Confederación que calcula que, al retirar los lodos, se extirparán “millones de semillas” del jacinto invasor.

El nenúfar ha encontrado en el tramo urbano del río Guadiana en Badajoz unas condiciones ideales para medrar: agua constante no muy fría, un cauce no muy profundo y presencia de lodo para fijarse al terreno. “Un lugar perfecto para que se instale la especie”, admite el plan de erradicación.

Los lodos aquí son un campo de cultivo ideal para esta variedad invasora. Por un lado, son muy abundantes “ya que llevan acumulándose en la zona desde la construcción del azud de Granadilla”, describen los técnicos. En algunos puntos tienen un espesor cercano a los cuatro metros. Cuatro metros de fango acumulado.

Por otro lado, los lodos están repletos de nutrientes que alimentan al nenúfar aportados por las actividades humanas: “La contaminación difusa proveniente de las amplias extensiones agrícolas de regadío situados aguas arriba”, es decir, los vertidos de fertilizantes agrícolas que acaban en el río. Además, la ciudad de Badajoz estuvo vertiendo aguas residuales directamente al curso hasta 2018.

Los suelos de la cuenca en las zonas donde crece el nenúfar mexicano son dedicados mayoritariamente a cultivos de regadío. Esta industria libera gran cantidad de nutrientes al medio, los fertilizantes, que son aprovechados por las especies invasoras. “La existencia de cultivos de regadío podría justificar la elevada proliferación del nenúfar mexicano en las Vegas del Guadiana”, indican las biólogas de la empresa Tragsatec que han elaborado el documento. Pero, ante la dificultad de abordar este fenómeno, se ha optado por el plan de extirpación a base de llevarse los lodos y, con ellos, las colonias de nenúfar.

La cuestión queda así: unas plantas importadas con fines ornamentales llegan al agua, desechadas por sus dueños. Allí encuentran un vergel a base de lodos y alimento –los restos urbanos y agrícolas–. El nenúfar se expande y, además, empeora la invasión de otra especie exótica: el camalote.

Un plan agresivo

“Para poder eliminar la especie será necesario quitar todas las manchas de nenúfar existentes, extrayéndolas desde las raíces y rizomas, ya que presentan gran capacidad de rebrote a partir de los mismos”. Ese es el resumen del plan. Se pretende hacer bajar el nivel del río por tramos para acceder con maquinaria a los bancos de lodo. Excavarlos, sacarlos y llevárselos en camiones. Una vez terminado con un sector, se pasará a otro río abajo y así sucesivamente.

Se trata de un plan agresivo, ya que incluye la construcción de compuertas y el desvío provisional del curso del río, bajar el nivel del agua por tramos para acceder a los lodos, extraerlos con retroexcavadoras, cargarlos en camiones y luego vigilar los rebrotes para eliminarlos.

El propio documento admite toda una serie de impactos ambientales que puede conllevar la operación: se va a compactar el suelo, habrá movimiento de tierras, excavaciones, acopio de materiales o la generación de gran cantidad de residuos, como los propios lodos. Todos estos posibles impactos son los que deberán ser evaluados ambientalmente. La organización Ecologistas de Extremadura ya se opuso a esta alternativa, que consideraba un “dragado” del río.

¿Dónde acabará todo ese lodazal cuando salga del río? Los técnicos creen que lo mejor es reutilizarlo en tierras de cultivo, relleno de antiguas extracciones de áridos o parcelas pendientes de renaturalización.

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