Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Los días de fango y muerte que València no olvidará
“Vivo en un bajo y me salvé de milagro con mis cinco hijos, nadie nos avisó”
OPINIÓN | El dolor y la furia, por Enric González

“Es humillante que a las personas trans nos traten de enfermas para que nuestra identidad sea reconocida”

Aitor González / Foto cedida

Marta Borraz

A Aitor le ha costado mucho llamarse Aitor. Lo consiguió hace un año, cuando tenía en sus manos el diagnóstico médico que todavía hoy la ley obliga a las personas trans a presentar en el Registro Civil para que modifiquen su sexo y su nombre legal. Este requisito se une al de estar un mínimo de dos años bajo tratamiento, que alarga un proceso administrativo que expone a muchas personas a situaciones incómodas: “A los meses tienes un poco de barba por la hormonación. Imagínate lo que supone pagar en una tienda con tarjeta de crédito y que te digan que tiene que ir la titular. Te obliga a dar explicaciones continuamente”, dice.

Llevaban años esperándolo. Lo celebran, aunque con la vista puesta en el camino que siguen recorriendo. El Congreso ha aprobado con el voto en contra del PP la toma en consideración de una iniciativa que reformará la ley que regula el cambio de nombre y sexo legal en los documentos oficiales. Aunque ahora empieza el trámite parlamentario, el objetivo es que las personas trans no tengan que cumplir ningún requisito médico para acceder a la modificación, por ejemplo, del DNI.

El informe que les piden ahora les obliga a pasar por un procedimiento médico que acaba concluyendo que padecen disforia de género. Aitor mira el informe de la psicóloga privada a la que acudió –puede hacerse en la pública, aunque es mucho más lento– y todavía lee con sorpresa.

“Diagnóstico de un trastorno de la identidad sexual. Trastorno clínico: transexualismo”, concluye el estudio clínico junto a una cascada de frases entremezcladas con referencias a Aitor como mujer. “Su aspecto físico es muy delicado y propio de una mujer, sin embargo su vestimenta y corte de pelo es masculino. Oculta sus atributos femeninos. El resultado es un aspecto que podría llamarse híbrido entre los sexos masculinos y femeninos”.

“Yo pensaba ¿pero qué hago aquí? ¿por qué tengo que hacer esto? Es incómodo. Te hacen preguntas como si has pensado en suicidarte o si de pequeño jugabas con muñecas”, explica este joven madrileño de 24 años.

No es una experiencia poco frecuente la de las personas que enumeran preguntas y comentarios muy dirigidos a perpetuar los estereotipos de género. “Es como tener que demostrarle a un desconocido que eres un chico porque juegas al fútbol y llevas gorra y depende de lo que se entienda por hombre y mujer. Yo por ejemplo soy poco normativo. Si ser chico es ser lo que son los que van a mi gimnasio, yo no lo soy”.

Superar el marco patologizante

Alicia Ramos cuenta una experiencia similar. Esta cantautora canaria que reside en la capital accedió a la modificación de los documentos en 2009. La ley, aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, llevaba un par de años en vigor. Cuando mira atrás siente “estafa y tomadura de pelo” porque uno de los objetivos del informe médico es descartar que existen “trastornos de personalidad que puedan influir en la existencia de la disonancia”, según la ley. “Yo no me daba cuenta, pero aquel modelo se basaba en la presunción de que las personas que recurríamos podíamos estar mintiendo”.

Alicia se refiere a la Unidad de Identidad de Género, encargada de estos tratamientos en los hospitales públicos. También recuerda cuestiones y comentarios para a discernir su idoneidad a la hora de afrontar un proceso hormonal mediante unos test “que pensaron que remotamente podían tener algo que ver con la identidad de género o sexual” para “diagnosticar una patología inventada: la disforia de género”. Más adelante, explica Alicia, comenzó a conocer a otras personas y realidades para darse cuenta de que “aquello era un paripé acientífico bajo el que subyacía una concepción cisexista [que asocia exclusivamente el género a la morfología genital]”.

Las personas trans piden pasar del enfoque patologizador de la transexualidad a un paradigma basado en la autodeterminación del género. Carmen, integrante del colectivo LGTBI Cogam, apunta a que “no se trata de que dejemos de ser atendidas por el sistema de salud, sino que se haga desde otra perspectiva. La sanidad también trabaja con personas sanas, como las mujeres embarazadas”. La concepción actual, prosigue, es discriminatoria: “Es humillante que a las personas trans nos traten de enfermas para que nuestra identidad sea reconocida”.

Esta funcionaria del Ayuntamiento de Madrid está en proceso de modificar su nombre y sexo legal. Pero mientras, con 55 años, se enfrenta a situaciones en las que siente que su identidad es cuestionada. “Me ha pasado de todo. Por ejemplo, ir a una tienda y que me digan que me he equivocado y he llevado la tarjeta de mi marido o estar en la sala de espera del médico y que me llamen por mi nombre masculino. Había 50 personas, pero te tienes que levantar”.

También los menores

La reforma que comienza a tramitarse en el Congreso no solo acelera y despatologiza este trámite, también incorpora a los menores, los extranjeros con residencia y los intersexuales, hasta ahora excluidos. Como Eli, una joven de 17 años que todavía no ha podido modificar su nombre y sexo en el Registro Civil porque la ley no le deja. Relata experiencias similares a las de Carmen, con la diferencia de que ha intentado la modificación en un par de ocasiones y ha sido rechazada. Actualmente los menores de edad están sujetos a la arbitrariedad de cada juez.

“Es algo muy incómodo, por ejemplo, cuando viajas y tienes que entregar tus documentos. La proposición que se ha aprobado es un avance, pero para cuando quiera aprobarse yo ya seré mayor de edad”, cuenta. Eli celebra lo ocurrido este jueves en el Congreso, pero llama a que la sociedad “no olvide que el mismo partido que ha presentado la iniciativa, el PSOE, fue quien aprobó hace diez años una ley injusta e incompleta”.

Ni Aitor, ni Alicia, ni Carmen ni Eli tienen una enfermedad por ser trans y rechazan conceptualizar así su realidad “porque establece un marco que problematiza, que concibe nuestra identidad como un trastorno”, dice Aitor. Un proceso tras el que se encuentra la idea de que “la transexualidad es una situación no deseable que se aparta incovenientemente de la norma en vez de entender que es una expresión más de la diversidad humana”, zanja Alicia.

Etiquetas
stats