La investigación se olvidó de los virus hasta la COVID-19: solo el 4% de los ensayos en España buscaron remedios
España ha multiplicado en unos meses los ensayos clínicos relacionados con la COVID–19 y roza el centenar de estudios que buscan medicamentos contra la pandemia. Sin embargo, la investigación española ha tenido casi olvidadas durante años las enfermedades causadas por virus, como esta. De los 5.251 ensayos clínicos diseñados en España desde 2013 a septiembre de 2019, solo el 4% se dedicaron a patologías infecciosas víricas. 210 búsquedas de terapias o medicamentos en siete años, según los datos del Registro Español de Estudios Clínicos que ha recopilado la plataforma Salud por Derecho. En el mismo periodo, los fármacos para el cáncer coparon el 35% de todas las investigaciones autorizadas.
“Nos hemos olvidado de los virus y ahora pagamos las consecuencias”, sostenía ante eldiario.es el virólogo del Centro Nacional de Biología, Mariano Esteban. El científico lleva tiempo quejándose de la falta de interés de los gobiernos y la industria farmacéutica por desarrollar terapias específicas o vacunas para estos patógenos. “No ha habido apoyo a la investigación de antivirales y esa falta de planificación la estamos pagando a un precio altísimo”.
El registro de ensayos ofrece un panorama de quién y hacia dónde se orienta la investigación sobre medicamentos –y por tanto los fondos que la sustentan–. El 79% de los ensayos durante este periodo de siete años están promovidos y financiados por compañías farmacéuticas. El 15% están liderados por universidades, fundaciones o centros de investigación y el resto son mixtos, según los datos oficiales.
Además, se da la circunstancia de que, en España, “los hospitales públicos acogen una gran parte de los ensayos en los que los recursos humanos y tecnológicos propios del sistema público de salud se ponen a disposición del proceso”, añade el análisis de Salud por Derecho.
Con ese campo de juego, la mayoría de los proyectos desde que existe un registro se ha dedicado a terapias para el cáncer. Más de 1.800 investigaciones, lo que supone ese 35% del total. La diferencia con cualquier otra área terapéutica es muy grande. El siguiente grupo en la lista es el de las enfermedades del sistema nervioso, con un 8% y las del sistema inmunitario con un 6% de los estudios. En ese ránking, los virus han recibido un 4% de la atención. Y por debajo todavía hay áreas más olvidadas como las infecciones por bacterias y hongos que se han quedado en el 1,9% de los ensayos clínicos.
Ahora se han puesto en marcha 95 ensayos admitidos por la Agencia Española del Medicamento solo para intentar paliar los efectos de la COVID–19. Como indicaba el virólogo Manuel Esteban, “estamos tirando de lo que hay a mano”. Casi todos los proyectos en marcha son a base de utilizar en los pacientes infectados con el SARSCov–2 medicamentos diseñados y ya aplicados para otras enfermedades.
La hidroxicloroquina, que nació contra la malaria, y la dexametasona, un antiinflamatorio, son dos ejemplos de reubicación de productos. El remdesivir, que sí es un antiviral, no tenía todavía la autorización para administrarse en los enfermos para los que se pensó, los infectados de ébola, cuando apareció la COVID–19. En estos meses se ha trabajado para ver si produce efectos positivos con el nuevo coronavirus. Diseñar y conseguir productos específicos para un patógeno es un proceso largo de años poco compatible con la emergencia impuesta por la pandemia.
De los ensayos dependen las autorizaciones de medicinas o nuevos usos de las ya existentes. Pero también son la pieza angular para orientar la acción terapéutica de los médicos en los hospitales y los centros de salud. Además, los resultados y datos que proporcionan son cruciales a la hora de que los responsables sanitarios decidan qué medicamentos se financian con el presupuesto público.
Aspectos económicos
Aunque este olvido de los virus y la concentración en otras áreas como la oncológica no es exclusiva de España, a la luz de los datos del registro español, la plataforma Salud por Derecho entiende que es urgente “reequilibrar la agenda de investigación y revisar sus prioridades para asegurar que los avances llegan a todas las enfermedades, no solo a las que generan más beneficios económicos”.
Porque las derivadas económicas planean sobre el desarrollo de medicinas. Precisamente en septiembre pasado, la Sociedad Europea de Medicina Oncológica presentó sendos estudios que concluían que el precio de varios tratamientos contra el cáncer “no tiene correlación con su efectividad”.
Se referían a una investigación en Francia que indicaba que la mitad de todos los nuevos fármacos contra tumores sólidos entre 2004 y 2017 no ofrecían beneficios nuevos al tratamiento, pero tenían un precio 2.500 euros más caros de media que sus equivalentes anteriores. El segundo análisis aseguraba que, tras revisar 63 medicamentos oncológicos utilizados en Europa y EEUU, los precios en el país norteamericano eran un 52% mayores.
No han sido las únicas alertas sobre el aumento sin precedentes de los precios de estos medicamentos que acaparan el esfuerzo investigador en España mediante ensayos mayoritariamente promovidos por la industria. “La mayoría de los fármacos aprobados por la Agencia Europea de Medicamentos entre 2009 y 2013 entraron en el mercado sin presentar pruebas de beneficio sobre la supervivencia o la calidad de vida”, sentenciaba un estudio sobre los nuevos tratamientos contra el cáncer autorizados publicado en British Medical Journal ya en octubre de 2018.
En medio de la pandemia vírica de la COVID–19, la viróloga del Centro Nacional de Biología Sonia Zúñiga decía a Efe: “Quiero ser optimista y pensar que esta situación cambiará al menos la valoración de la virología que en los últimos años se estaba quedando relegada de los proyectos y la financiación internacionales”.
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