Qué hay detrás del 'milagro' de sobrevivir a seis horas de parada cardíaca por hipotermia
Esta semana salió a la luz la noticia de una mujer que había sobrevivido a un paro cardiaco de más de seis horas causado por una hipotermia durante una tormenta de nieve en los Pirineos el pasado noviembre. La sorprendente supervivencia sin secuelas neurológicas de la afortunada montañera, Audrey Mash, ocurrió gracias a una feliz combinación de circunstancias, junto al protocolo especial de reanimación al que fue sometida tras su llegada al hospital por la insistencia de dos especialistas.
Una carambola del destino donde el peculiar funcionamiento del cuerpo humano ante las bajas temperaturas y la tecnología médica empleada a tiempo consiguieron recuperar a una persona que no estaba clínicamente muerta, pero que se encontraba en un delicado limbo cercano a las fronteras de la muerte. ¿Qué ocurrió en el cuerpo de Mash para que, tras seis horas de parada cardíaca que supondría la muerte segura en circunstancias normales, pudiera continuar con su vida como si nada hubiera pasado (salvo su falta de sensibilidad y coordinación en los dedos de las manos por la hipotermia)?
La animación suspendida
Nuestro cuerpo, que suele tener una temperatura entre los 36 y 37,5 °C, tolera mucho mejor las bajas temperaturas que las altas y la explicación es bien sencilla: un descenso significativo de la temperatura corporal induce un enlentecimiento de las funciones celulares que pueden sobrellevarse dentro de ciertos rangos. Sin embargo, una temperatura corporal de 43ºC o superior provoca la muerte por desnaturalización de proteínas (las proteínas dejan de tener su forma normal y pierden su función). Por esta razón, los seres humanos no pueden sobrevivir más allá de una temperatura corporal de 43ºC o 46ºC en casos excepcionales, pero sí que pueden llegar a resistir temperaturas internas extremas de 24ºC (hay personas que incluso han sobrevivido con 14ºC).
En el caso de la montañera, los médicos informaron que llegó a tener una temperatura corporal de 18ºC. Esta baja temperatura fue clave para que, aunque el corazón no latiera, no sufriera daños cerebrales irreversibles. En condiciones normales, tanto el cerebro como el corazón son órganos muy activos, con un metabolismo muy exigente que demanda nutrientes y oxígeno en abundancia constantemente. Si, por cualquier razón, el corazón se para, las células del cerebro son las primeras en salir perjudicadas porque no les llegan ni nutrientes ni oxígeno por la falta de riego sanguíneo. Bastan 4-6 minutos de parada cardíaca para que el daño cerebral irreversible sea de tal magnitud que provoque la muerte clínica y definitiva de la persona.
Las condiciones de Mash eran muy diferentes. Ella entró en una animación suspendida de forma accidental provocada por la hipotermia durante la tormenta de nieve. Debido a su extremadamente baja temperatura corporal, su metabolismo y diferentes procesos vitales se ralentizaron, sin llegar a provocar la muerte. Salvando las distancias, sería como una hibernación llevada al extremo. Con estas circunstancias, el corazón de Mash llegó a detenerse, lo que ocasionó que el consumo de nutrientes y oxígeno se redujera drásticamente en este órgano porque el bombeo constante de sangre es una actividad que demanda mucha energía. Además, la actividad cerebral de la montañera también se había enlentecido considerablemente por el frío, haciendo posible que sobreviviera durante horas ante una parada cardíaca que, de otra manera, la habría llevado a una muerte segura.
“Revivir” tras el recalentamiento
Este fenómeno de aumento de la supervivencia ante paradas cardiorrespiratorias en situaciones de hipotermia es bien conocido por la medicina. De hecho, uno de los factores que debe tenerse en cuenta a la hora de realizar las maniobras de reanimación cardiopulmonar ante una persona que está en parada cardíaca es su temperatura corporal. En caso de hipotermia, las probabilidades de éxito por reanimación, aún pasando un tiempo considerable tras la parada, aumentan sustancialmente. Hay una frase célebre en este ámbito de la medicina que dice así: “nadie está muerto hasta que esté caliente y muerto”. Son varios los casos descritos en la literatura médica de personas que habían sufrido hipotermia y que, aparentemente, parecían muertas (en parada cardíaca durante horas), que lograron “revivir” tras un delicado proceso de recalentamiento.
Dadas las ventajas de la hipotermia como factor protector para el cerebro y el resto del cuerpo ante el cese del flujo sanguíneo, múltiples equipos de cirugía a lo largo del mundo recurren a la hipotermia inducida para diferentes tipos de operaciones quirúrgicas. Por ejemplo, durante cirugías cardíacas complicadas en las que no se puede utilizar la máquina corazón-pulmón, la hipotermia puede resultar muy útil para minimizar los daños tanto en el cerebro como en el corazón.
Los peligros de la técnica
La hipotermia accidental grave necesita un cuidado médico especial para que el propio proceso de recalentamiento no mate definitivamente a la persona. Existen dos fenómenos que pueden aparecer durante este proceso y que ponen en riesgo su éxito. Uno es el “efecto de recaída”, que consiste en un paradójico descenso de la temperatura corporal central justo cuando se empieza el proceso de recalentamiento. Esto se debe a la dilatación de los vasos periféricos por el calor, lo que permite la circulación de la sangre fría, que estaba estancada en las extremidades, hacia zonas más profundas.
Otros autores defienden que este proceso ocurre simplemente por la transferencia pasiva de calor de los órganos internos hacia las zonas periféricas y más frías del cuerpo, independientemente de otros procesos en el cuerpo humano. El otro fenómeno que puede poner en peligro la vida es el shock de recalentamiento cuya causa no es bien conocida y que produce una caída brusca de la presión sanguínea cuando se está calentando a la persona víctima de hipotermia.
Por estos dos fenómenos y otros peligros adicionales (como arritmias), los médicos deben tratar a las víctimas de hipotermia con un recalentamiento lento y muy cuidadoso, evitando complicaciones cardiovasculares. Entre las diferentes herramientas para lograrlo, la oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO) es una de las que ofrece mejor pronóstico.
A grandes rasgos, consiste en una máquina que sustituye la función del corazón y los pulmones, al oxigenar y hacer circular la sangre fuera del cuerpo. Esta máquina permite, además, hacer un recalentamiento muy controlado y delicado, lo que garantiza mayores posibilidades de supervivencia en pacientes afectados por hipotermia grave.
Audrey Mash tuvo la suerte de que el equipo que la atendió no la dio por muerta (que era lo habitual en estos casos) y apostó por esta tecnología para sacarla de su limbo con mucho cuidado. Dado el feliz desenlace, puede que se establezca en España un protocolo de actuación más concreto ante casos de hipotermia grave. Si algo nos muestran las animaciones suspendidas accidentales es que desdibujan la frontera entre la vida y la muerte, dejando un hueco para la esperanza.