El Papa abre la puerta al final del 'negocio' de las nulidades
A partir del 8 de diciembre, anular un matrimonio canónico será más sencillo, más rápido y, sobre todo, más barato, después de la reforma presentada la pasada semana por el Papa Francisco. Una reforma que es vista por los críticos como el primer paso para implantar en la Iglesia el “divorcio católico”, y que otros, más cercanos al Pontífice, consideran una “puerta abierta” para ofrecer soluciones a las personas que, tras un fracaso vital, quieren rehacer su vida. Se acabó el negocio de las nulidades.
Salvo contadas excepciones –curiosamente, las relacionadas con el mundo del espectáculo o altas esferas financieras– un proceso de nulidad resulta costoso, se prolonga hasta el absurdo y genera un sufrimiento que muchos consideran innecesario.
¿Cuáles son las principales causas de nulidad hasta el momento? Las más frecuentes se engloban en dos: incapacidad para asumir las obligaciones inherentes al matrimonio –un cajón de sastre donde se incluyen desde las infidelidades a la esterilidad, pasando por los malos tratos, las adicciones o la inmadurez de uno de los cónyuges, curiosamente la causa más citada– y la simulación –haber estado casado antes, tener un hijo y no informar de ello, o, sencillamente, casarse por dinero u otros intereses–.
Culpables e inocentes
En España, en 2014 se tramitaron 204 nulidades canónicas, 26 más que en el año anterior. No se presentan muchas más, pues alrededor de nueve de cada diez procesos culminan con la anulación del matrimonio. Pero el proceso sí resulta complicado. En primer lugar, porque no siempre se obtiene el permiso de la pareja para iniciar un trámite conjunto. En segundo lugar, porque se precisan testigos, que normalmente provienen del entorno familiar.
Son las madres, hermanas o hijos del matrimonio roto, que tienen que revivir los momentos más duros de la convivencia... y tomar partido. Porque en la mayor parte de las sentencias –las referidas a la incapacidad por parte de uno de los contrayentes para cumplir las obligaciones inherentes al matrimonio– se necesita un culpable, que en ocasiones, si quiere volver a casarse por la Iglesia, debe pasar por una suerte de “examen de validez”.
Esta es una de las causas que quiere atajar Francisco acortando los procesos, y exigiendo a los jueces –especialmente al obispo, que será el principal responsable– una formación pastoral. Más que declarar culpable o inocentes, pasar página. Mientras el Sínodo –o el propio Papa– no modifiquen la doctrina sobre los divorciados vueltos a casar, la única salida está en las nulidades.
Matrimonios madrileños anulados en Gabón
¿Es muy caro anular un matrimonio? Aunque desde las instituciones eclesiásticas se asegura que ya existen procesos gratuitos y que las tasas son mínimas, lo cierto es que una causa de nulidad tipo suele rondar entre los 2.500 y los 5.000 euros, y durar entre dos y cinco años.
Es cierto, como señalan los Tribunales Eclesiásticos, que las tasas son relativamente económicas –900 euros en primera instancia y unos 600 en la segunda, que es la que ha eliminado Francisco–. A las tasas hay que sumar los honorarios del abogado, que no suelen ser inferiores a los 2.000–2.500 euros, y el pago de las costas de los procesos, que normalmente son muy sencillas pero que en ocasiones suponen pasos por psicólogos, peritajes y viajes para lograr documentación.
Con la reforma impulsada por el Papa, se elimina la segunda instancia, o Tribunal de la Rota Romana. España es un caso especial, pues se trata del único Estado, además del Vaticano, con un tribunal de segunda instancia. Además, se establecen “nulidades exprés” para aquellos casos de mutuo acuerdo y donde resulte evidente la causa de la nulidad, que podrá fallar directamente el obispo en aproximadamente un mes. Además, Francisco ha proclamado la necesidad de que la anulación de un matrimonio sea gratuita, con la tesis de que bastante dolor provoca una separación al corazón, como para que también lo haga en el bolsillo.
Durante muchos años, existió cierta competencia entre tribunales, sobre todo en los causas de personajes famosos o adinerados. El obispo emérito de Segovia, Luis Gutiérrez, denunciaba en Religión Digital, la “fuga de causas” que tuvo lugar en los años 70 y 80, de tribunales diocesanos más estrictos a otros “benévolos”.
“En un viaje que, por recomendación del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y con el fin de verificar ciertas sospechas, el que esto escribe hubo de hacer a la República de Gabón en África, me encontré con algunas decenas de causas matrimoniales correspondientes al Tribunal eclesiástico de Madrid, que habían emigrado a los Tribunales eclesiásticos de Franceville y de Libreville de dicha República”, señala el prelado.
“Los Obispos de ambas diócesis me confesaron ingenuamente que ellos se limitaban a firmar las Sentencias que venían ya redactadas por algunos Letrados de Europa y a recibir la gratificación que voluntariamente les ofrecían. Otras causas de Madrid fueron localizadas en Tribunales eclesiásticos de Canadá (Vancouver) y de Estados Unidos en donde podía falsearse con mayor facilidad el título de competencia”, remataba.
Nulidades de famosos
¿Cuáles han sido las causas de nulidad más conocidas en nuestro país? Sin lugar a dudas, las de la estirpe de los Jurado. Rocío Jurado consiguió la nulidad de su matrimonio con Pedro Carrasco antes de contraer matrimonio con el torero Ortega Cano. Su hija Rocío consiguió lo propio de su esposo Antonio David Flores. También fue sonada la nulidad del compromiso entre el fallecido Paquirri y Carmina Ordóñez. Toreros y cantantes dominan el escenario. También, entre escritores: Camilo José Cela y Marina Castaño obtuvieron sus nulidades antes de casarse de nuevo.
La más reciente, la que permitirá en noviembre próximo al torero Cayetano Rivera Ordóñez casarse con Eva González, tras la anulación de su primer matrimonio con Blanca Romero. Pero, sin lugar a dudas, la que se lleva la palma es Isabel Preysler. La viuda de Miguel Boyer logró que los tribunales eclesiásticos le concedieran la nulidad hasta en dos ocasiones, en sus respectivos matrimonios con Julio Iglesias y Carlos Falcó.
La fama, no obstante, a veces resulta contraproducente en estos casos. De este modo, el empresario Fernando Fernández Tapias la logró de su primer matrimonio con Chiqui Martínez Suardíaz en la tercera instancia, y a una de sus exparejas, Mar Flores, le costó años que se la concedieran de Carlo Constanzia. Otros casos ni siquiera llegaron a resolverse nunca, como el del torero Curro Romero, que jamás la obtuvo debido a la negativa de su mujer, Concha Márquez Piquer.