Reino Unido abre el melón de los grados universitarios comprimidos en dos años
Todavía estamos en España a vueltas con los tres años de grado más dos optativos de máster en la universidad cuando llega, como algo lejano aún, la última vuelta de tuerca en los campus: los grados compactos de dos años. Sin embargo, en este caso no se trata de recortar duración a las carreras tradicionales, como ocurre en el anterior, sino de ofrecer un producto nuevo.
En Reino Unido, el Gobierno permitirá a las universidades ofrecer a partir del año 2020 grados comprimidos, según anunció el ministro de Universidad, Jo Johnson. La idea es que las carreras tengan los mismos créditos que sus equivalentes (que en las islas británicas son de tres años) pero con menos vacaciones y, si hiciera falta, más horas de clase al día, de manera que se puedan completar en dos años.
“No son menos créditos o una menor calidad”, explicó el mandatario británico a los rectores de las universidades. “Es el mismo estándar, la misma calidad (...) y tiene ventajas claras para los estudiantes”, como que se ahorran el coste de vida de un año y pueden empezar a buscar trabajo más rápidamente, argumentó Johnson.
En lo que no ahorrarán es en tasas. Según el proyecto británico, las universidades podrán cobrar a los estudiantes el mismo precio total por un grado de dos años que por uno de tres, de modo que el coste anual de las carreras compactas será un 50% mayor que el actual si se mide en tiempo. En el caso del Reino Unido –exceptuando Escocia que tiene su propia política universitaria– las tasas en las universidades públicas se disparan hasta las 9.000 libras por curso (10.170 euros) para un grado de tres años, lo que suma 27.000 libras (30.500 euros) en total. Si los planes del Gobierno se mantienen, los estudiantes que quieran hacer una carrera de dos cursos tendrán que abonar unas 13.500 libras por año.
Medio año sin docencia
En España ya hay algún responsable universitario al que le parece una gran idea. “Hay un elemento clave en el aprendizaje: el elemento tiempo. La percepción del tiempo de un adulto en el siglo XXI es mucho más rápida que la que había en otras épocas. Hay una aceleración del tiempo y del uso que se le da”, empieza a argumentar Lluis Pastor, director del eLearn Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
“Con esto en mente, pensemos en la educación universitaria. Es uno de los pocos servicios que la mitad del tiempo está cerrado. Tenemos 28 semanas de docencia al año de las 52 que hay. Imagina que el súper estuviera cerrado medio año. Esto, en el siglo XXI, es fastidiar al alumno”, sostiene. Aclara Pastor que él no entra en el coste de los estudios (no es su competencia, argumenta), solo entra en la propuesta académica.
La doble crítica que está recibiendo esta iniciativa apunta a la pérdida de calidad de los estudios por recortar su duración y la posibilidad de que desde el sector privado se utilice para hacer negocio ofreciendo grados de dos años casi al peso y con bajos estándares docentes, según advirtió UCU, uno de los principales sindicatos de profesores del país.
Crítica en la que coincide el presidente de CRUE-Asuntos Académicos (la comisión sectorial de la Conferencia de Rectores dedicada a estos asuntos) y rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Andradas: “Mi opinión personal es que conduce a una devaluación de los estudios”, explica. “Da la sensación de que hay un componente de rentabilidad y eficiencia”. “Las cosas necesitan un tiempo de asimilación, de ir complementándolas con lecturas. El paso por la universidad tiene un poco de ósmosis”, sostiene Andradas.
“El conocimiento requiere reposo”
Jurjo Torres, catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de A Coruña, cree también que el paso por la universidad va más allá que asistir y sacarse las asignaturas: “El conocimiento requiere reposo, ir dosificándolo en el tiempo. En una sociedad que cada vez considera que es necesario saber más y conocer más, la tendencia es acortar todo”, se sorprende. “Cada vez hay más libros, se lee más. Con las personas que yo hablo siempre decimos que el reposo de una lectura, el tiempo para pensarla —no hoy, mañana—, tiene que ver con los aprendizajes, con cómo se organiza el pensamiento a medida que reflexionas”, argumenta. “Y lo que no se puede compactar es el número de horas que te llevará hacer un trabajo, argumentarlo, prepararlo...”.
Pastor, de la UOC, cree que esta manera de ver la educación es antigua. “En el siglo XIX hubo una corriente llamada 'higienista' que hablaba de metabolizar lo aprendido, de reposar las cosas. Muy bien, pero no es el ritmo de vida actual, no creo que tenga sentido obligar a la gente a que sea así”, advierte. “Estas universidades [las británicas] no obligarán a nadie a cogerlo, simplemente lo proponen”.
Andradas concede que “puede haber gente interesada y que tenga más capacidad para poder hacerlo. Bienvenidos, pero como criterio no me parece una buena idea”.
Para Pastor, la clave es que con este tipo de cursos se invierte el eje sobre el que pivotarían los estudios. “Hasta principios de este siglo quien decidía sobre la formación de las personas, sobre todo a nivel universitario, éramos nosotros [la institución]. Con estas propuestas vemos que, igual que ha pasado en sectores como la televisión o la música, hay que cambiar el poder para que lo tenga el ciudadano”, argumenta.
Torres cierra con una reflexión. “Lo que me llama la atención es que en las universidades de élite anglosajonas, donde las matrículas son más caras, los estudiantes pasan más tiempo, viven en los campus. Y no creo que sean más tontos como para andar perdiendo el tiempo”.
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*El artículo ha sido editado a las 10.59 para corregir el subtítulo que decía que los grados en España son de tres años.