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The Guardian en español

Auge y caída de Medvédev, el “Robin” de “Batman Putin”

Dimite el Gobierno ruso del primer ministro Dmitri Medvédev

Luke Harding

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La decisión de Vladimir Putin de aceptar la renuncia de Dmitri Medvédev no ha pillado a casi nadie por sorpresa. Su posición en el Gobierno llevaba tiempo perdiendo peso sin remedio. En público, llegaba a lo embarazoso. A Medvédev lo han pillado echando cabezadas mientras el presidente Putin daba un discurso. Y no una vez. Varias.

Esos lapsus se perdonaban. Pero con las acusaciones de corrupción resultaba más complicado. Le han debilitado más. Mucho más. Hasta el punto de que Putin decidiera sustituirlo por un oscuro recaudador de impuestos, Mijáil Mishustin, que este jueves ha recibido el respaldo de la Duma para ser el nuevo primer ministro.

En un vídeo colgado en Youtube en 2017 que ha alcanzado 33 millones de reproducciones, el líder de la oposición, Alexey Navalny, acusó a Medvédev de poseer, en secreto, palacios, yates e incluso viñedos en Italia. En él se dice que Medvédev compra por Internet utilizando a un amigo. Aparentemente, una foto en la que se ve al primer ministro recién dimitido con unas zapatillas Nike lo confirma. Se supone que el mismo amigo ha actuado como testaferro de la riqueza oculta de Medvédev. El vídeo argumenta que ha malversado más de 1.000 millones de euros. La supuesta investigación es irresistible y divertida. Incluye imágenes del político bailando con su pandilla.

No le extraña a nadie que se acuse de corruptas a las autoridades del Kremlin. Medvédev se ha defendido, alegando que lo que se dice “no tiene ningún sentido”. Pero le ha hecho daño, y mucho, en un momento de la historia en el que la calidad de vida de los rusos ha caído como consecuencia de las sanciones aplicadas por Occidente a su país desde que se anexionó Crimea en 2014. Los discursos del propio Medvédev contra la corrupción no sirven de mucho.

La sacudida constitucional impulsada por Putin a raíz de la dimisión de su primer ministro parece señalar el fin de la carrera de Medvédev en la primera línea política. No la abandona, pero pasa a ser el subdirector del Consejo de Seguridad Nacional. Los cambios sugieren que Putin seguirá manteniendo el poder, independientemente de su ejercicio público o no, más allá de 2024, cuando termine su cuarto mandato presidencial. En todo caso, cualquier hipótesis que se aventure no es más que pura especulación.

A la sombra de Putin

Ha sido un final humillante para Medvédev. Quien fuera tercer presidente de Rusia tras Boris Yeltsin y Vladimir Putin llegó al cargo en 2008. Los observadores occidentales buscaron en vano aquellos gestos que permitieran detectar algún rasgo para concluir que era una figura más liberal que Putin. Tras varios intentos de comenzar de cero una relación nueva con Moscú, la administración Obama concluyó entonces que no iba suceder. Que los cambios no eran más que estilísticos.

En 2008, la embajada de Estados Unidos en Moscú envió al Departamento de Estado un chiste que estaba rompiéndolo en Moscú. Putin ejercía como primer ministro en lugar de Medvédev y la pregunta que se hacían quienes seguían lo que sucedía en el país era: “¿Cuál de los dos gobierna Rusia?”. Se decía que en el Kremlin había un sector progresista, el de Medvédev, del que por no saber, ni se sabía siquiera si el propio Medvédev formaba parte.

“Medvédev se sienta en el asiento del conductor de un coche nuevo”, podía leerse en el documento diplomático. “Examina el interior, el salpicadero, los pedales. Mira a su alrededor. No encuentra el volante. Se gira hacia Putin y le pregunta: 'Vladimir Vladimirovich, ¿dónde está el volante?' Putin saca un control remoto del bolsillo y dice: 'Yo conduzco'.

La anécdota es cruel pero ilustra algo que tanto el común de la ciudadanía como los funcionarios del Kremlin acaban de entender con total claridad. Que durante una carrera que ha sido larga y sin demasiados hitos, Medvédev nunca logró escapar de la sombra de Putin. Otro documento confidencial de la embajada estadounidense lo describe como el “Robin de Batman Putin”.

Si alguna vez hubo esperanza de que Medvédev liderara una liberalización, aun parcial, de la sociedad rusa, al llegar 2010 se había desvanecido por completo. Sus discursos, aquellos con tintineos de progreso o aquellos en los que atacaba el “nihilismo legal”, nunca se tradujeron los hechos. Nadie dudaba de que las riendas las manejaba Putin, sobre todo en política exterior, siempre de tono contrario a Occidente.

Putin “regresó” a la presidencia en 2012 y Medvédev lo hizo a su papel de primer ministro obediente. La primera ruptura de una tradición de siglos que abarcaba tanto a Rusia como a la Unión Soviética: la del hombre fuerte –en una ocasión fue una mujer–, había terminado. En el extranjero, Putin seguía actuando cual halcón y en casa no se dudaba a la hora de usar el palo contra la sociedad civil o cualquier protesta antigubernamental.

El ascenso político, Leningrado y la amistad

El ascenso político de Medvédev se debió casi en exclusiva a su alianza con Putin. Ambos venían de la Leningrado soviética. Mientras Putin recordaba una infancia dura, de clase obrera, Medvédev creció con alguna comodidad más. Pero sin subversión alguna. Practicó la halterofilia y escuchó música rock. Cuando llegó al Kremlin, invitó a Deep Purple a tocar allí.

A la hora de decidir sus estudios, allá por 1982, Medvédev coqueteó con la idea de estudiar lingüística pero, como tantos, cayó ante el Derecho y la Universidad Estatal de Leningrado. Fue su vínculo, durante su etapa estudiantil, con Anatoly Sobchak, su profesor de Derecho civil, lo que le arrastró por el camino del servicio público.

En 1990, el ambicioso Sobchak regresó de Moscú, donde había participado en el Gobierno y pasó a integrar el ayuntamiento de la ciudad. Llegaría a alcalde. Entonces Medvédev se convirtió en uno de sus asesores. Otro era Putin, agente encubierto del KGB recién regresado de la Alemania oriental.

Cuando Medvédev y Putin comenzaron a trabajar juntos, este dirigía el Comité de Asuntos Exteriores y aquel lo asesoraba. El comité se reunía un par de veces por semana en el Instituto Smolny, un edificio neoclásico que Lenin convirtió en su cuartel general durante la Revolución de Octubre. Se hicieron buenos amigos.

Putin, ocho años mayor y con una visión del mundo forjada desde lo soviético, era la figura dominante de esa pareja. Una dinámica que ha durado tres décadas. Medvédev fue su abogado personal y cuando Putin se convirtió en primer ministro en 1999, se llevó a Moscú a parte de sus colaboradores de San Petersburgo. Medveded no tardaría mucho en convertirse en viceprimer ministro y después en presidente. Con su retirada, Rusia y el mundo pueden ir preparándose para más Putin. Hasta 2024 y más allá.

Traducido por Alberto Arce

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