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Siria: el silencio y los graznidos

Bombardeos en la provincia siria de Idleb

Leila Nachawati

Especialista en comunicación y derechos humanos en Oriente Medio y norte de África —

Miércoles, 9 am. Un grupo de chavales que ha creado un nuevo medio de comunicación y a los que tengo mucho cariño me invitan a dar una charla sobre Siria. Cuando me informan con más detalle, compruebo que el segundo ponente con el que cuentan para la mesa es un profesor universitario conocido por deshacerse, siempre que tiene ocasión, en alabanzas al clan de los Asad, la dictadura hereditaria que la población siria lleva sufriendo más de 50 años. El profesor, fan confeso de los Asad, los legitima en público negando sus crímenes y esgrimiendo que el régimen es en realidad una víctima del imperialismo estadounidense, y en privado con comentarios que superan lo grotesco. 

“Queridos, hace tiempo que establecí ciertas líneas rojas para mi participación en debates”, respondo a los fundadores (jóvenes, listos, rebosantes de entusiasmo) del nuevo medio. “Del mismo modo que boicoteo a negacionistas del Holocausto o a sionistas que niegan la existencia histórica de Palestina, también me niego a participar en actos donde se dé voz a negacionistas de los crímenes del régimen de Asad en Siria”. 

Miércoles, 7 pm. Un conocido medio de comunicación cercano a planteamientos progresistas y de izquierdas (aunque quién sabe ya qué significa este término) me pide un análisis sobre los últimos bombardeos químicos en la zona de Ghouta. Las imágenes son espeluznantes y llevo días evitando enfrentarme a ellas, así que en estos momentos dudo si puedo ofrecer un análisis a la altura del lodazal en que se ha convertido Siria. Necesitaría leer mucho, hacer unas cuantas entrevistas, contactar con mucha gente en el terreno y cercana a él, contrastar distintos materiales que me han ido llegando… “Ya, te entiendo”, me responde la amabilísima responsable de Internacional del medio. “Lo que ocurre es que nos están llegando muchas propuestas de artículos de gente que alega que todo es un montaje de EEUU y completamente acrítica de la responsabilidad de Asad en las masacres contra civiles en el país. Nos gustaría que escribieses tú algo desde el rigor y el conocimiento del país”. 

Me lo pienso. Prefiero que no sea un análisis dogmático, sectario, una de esas loas al imperialismo ruso en Oriente Medio la que se imponga, pero me flaquean las fuerzas para enfrentarme a las imágenes e historias que me llegan a diario desde Ghouta. Como les flaquean a la mayoría de periodistas, activistas y defensores de derechos humanos sirios, o cercanos a Siria, que conozco, tras siete años de levantamiento popular, represión brutal, rebelión armada, guerra, con todas las potencias geoestratégicas del mundo buscando avanzar sus intereses a costa del pueblo sirio. No flaquean, en cambio, quienes analizan el país a vista de pájaro, reduciendo cualquier forma de oposición a terrorismo, ninguneando a los sirios, obviando las dinámicas internas, el sufrimiento, la pérdida y las resistencias cotidianas de la población. No sé si se han fijado. Quienes graznan apenas conocen Siria. Quienes la conocen, apenas la cuentan ya. 

Se ha vuelto insoportable el ruido, la propaganda, las visiones del mundo en dos ejes, los análisis de conflictos como si fuesen partidos de fútbol en los que hay que jalear a un equipo. Hay quien jalea al equipo EEUU/Israel/Arabia Saudí y hay quien jalea al equipo Rusia/Irán. En esos acercamientos los sirios están ausentes, no forman parte de los análisis, como si no hubiese activistas, intelectuales, académicos, hombres y mujeres sirias de todas las procedencias económicas y sociales que tuviesen algo que contribuir al presente y futuro de su país. 

Esos análisis a vista de pájaro, reduccionistas del Otro, que abundan hoy, son en realidad un reflejo macabro de la realidad del país: Siria ya no es de los sirios/as. Las demandas de libertad, justicia y dignidad que empujaron a tantas personas a las calles de Siria y del resto de Oriente Medio llevan tiempo ahogadas, secuestradas, aplastadas por intereses geoestratégicos de las grandes potencias, principalmente por Rusia, Irán, Turquía y (de un modo tremendamente errático desde los inicios) EE.UU. El secuestro del país va de la mano del secuestro de la Justicia (nadie está siendo juzgado, nadie pide perdón a nadie, no hay proceso de rendición de cuentas ni posible reconciliación a la vista), de la Memoria (“no hubo levantamiento popular”, “no hubo resistencia pacífica”, “todos los sirios que se oponen a Asad son terroristas”), de la Historia, del pasado y el presente del país, de su futuro. 

Quienes mantenemos un discurso de condena de los fascismos domésticos (Asad / ISIS) y de las injerencias externas (Rusia, EE.UU., Irán, Arabia Saudí, Turquía, Israel...), y seguimos tratando de ampliar la voz de la población siria en el país o en la diáspora, nos enfrentamos a una violencia que encuentra un eco ensordecedor en canales de internet y que no ha dejado de arreciar en los últimos años. Se han vuelto cotidianos los insultos, las agresiones y vejaciones por parte de personas que por lo general no conocen el país, la región, su historia, su contexto político, sus dinámicas internas, su idioma. 

Quienes conocen el país guardan, cada vez más, silencio. Un silencio tejido de trauma, de pérdida inabarcable, imposible de asimilar. Uno se prepara para perder a una madre, a un padre, puede asumir perder a un hermano, a un amigo, o un miembro de su cuerpo, pero no un país. La idea de perder un país no encaja, no estamos programados para asimilar eso. Un duelo que en realidad no se puede completar, porque la violencia no cesa, la impunidad no deja de aumentar y la herida sigue siempre abierta. Pero es un silencio tejido también de recogimiento frente a lo abrumador de la violencia, de respeto y de vergüenza frente a las víctimas, a las que ya no sabe una qué decir, qué ofrecer frente al avance de la impunidad. “No hay justicia, no la esperes”. ¿Seré capaz de decirle esto a Noura, la mujer de Bassel Khartabil, fundador de Creative Commons y uno de los padrinos de la internet siria, asesinado por el régimen sirio? 

Quienes conocemos el país y la región, cada vez más, nos hacemos a un lado. Nos callamos. El ruido es ensordecedor, la violencia, la falta de empatía, los gritos, los graznidos en todos los espacios de internet en los que uno se atreve a asomarse y que adquieren un cariz espeluznantemente machista y misógino cuando quien habla, además de especialista en Oriente Medio, es una mujer. 

Elijo no enlazarlos aquí, pero les animo a echar un vistazo a mi perfil en Twitter o en cualquier otra red social o espacio en el que se mencione mi nombre o mi trabajo, a los comentarios a cualquiera de mis artículos en este mismo medio, a este mismo artículo en cuanto pasen unas horas de su publicación. Comentarios machistas, fascistas, racistas, misóginos, conspiranoicos, de burla a las víctimas y aplauso a responsables de crímenes contra la humanidad. Graznidos que, cada vez más, veo sin ver. Los he normalizado. Se han convertido en cotidianos a mi trabajo, al de todas las personas que tratamos de aportar matices para la compresión del país, y guardan una relación directa con la apatía y con la falta de empatía hacia las víctimas, con la impunidad que no deja de aumentar. 

Y, sin embargo, seguir contando Siria es hoy más necesario que nunca. Porque la historia que no se comprende se repite, porque cuando necesitemos mecanismos de protección de civiles ya no los habrá para nadie, porque la impunidad que avanza en Siria nos afecta a todos y a todas. Porque mientras los graznidos se vuelven ensordecedores, ya nadie escucha a las víctimas.

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