'The Boys' firma una temporada 3 de altura con su irreverencia habitual por bandera

Butcher y Homelander, en la tercera temporada de 'The Boys'

Pedro Zárate

“Todo es posible con los Loonie Tunes”, le dice el Pato Lucas a Michael Jordan en una escena de la primera Space Jam: esa en la que el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos ve, con cara de asombro, cómo dos personajes animados irrumpen en la pista y resucitan al humano Stan Podolak (Wayne Knight) con una de esas bomba de aire que se utilizan para inflar los balones. El nombre de Michael Jordan también aparece mencionado en los nuevos capítulos de The Boys, pero lo que acerca a la serie de Amazon Prime Video con la película de animación es que, pese a su limitada condición de producto de acción real, se las apaña para construir un universo en el que también todo es posible.

Un universo en el que los superhéroes existen y habitan entre la ciudadanía, y donde tan pronto te encuentras un homenaje a una de las imágenes más icónicas de la filmografía de Pedro Almodóvar -probablemente de forma involuntaria- como a un personaje rompiéndose el brazo de forma voluntaria. Un universo en el que, puestos a imaginar, Stan Podolak no resucitaría tras convertirse en un globo lleno de aire, como ocurría en Space Jam, sino que moriría con sus sesos reventados como consecuencia de lo anterior.

'The Boys' vuelve a dejar huella con su sangrienta acción

Porque ya sabemos que la gente en The Boys no muere, directamente explota y baña de sangre con los restos de sus órganos a todo aquel que está a su alrededor. De ello presumió la ficción de Eric Kripke durante su primera y segunda temporada basándose en las viñetas del cómic homónimo de Garth Ennis y Darick Robertson; y también lo hace en la tercera, que se estrena este viernes 3 de junio con el lanzamiento de sus tres primeros episodios.

Al fin y al cabo, la sangre desmedida y las escenas de acción grotescas, inimaginables para la inmensa mayoría de la población humana, son las marcas de la casa de la serie. Las imágenes que más quedan grabadas en la memoria del público -la tercera temporada no es una excepción en este sentido-, y bajo las que se esconde, no cabe olvidarlo, una sátira superheroica tan pertinente en este Hollywood actual repleto de justicieros y enmascarados.

También una crítica velada de nosotros mismos, claro. Porque los superhéroes, a pesar de contar con ochenta años de vida en las viñetas, son un producto muy actual gracias a su sobreexposición en el Hollywood del siglo XXI. Y The Boys, más allá de utilizarlos para ofrecer un festín de tortazos y efectos especiales de primera categoría televisiva, se apoya en ellos para ironizar sobre temas contemporáneos como la obsesión por gustar en las redes sociales, y otros asuntos de mayor calado como la cuestión racial o el uso de armas en la sociedad estadounidense, abordadas en los nuevos capítulos con el estilo característico de la serie.

Carnicero y Patriota repiten como los reyes de la función

Todo ello dentro de una temporada que, como las dos anteriores, vuelve a encontrar en Carnicero/Butcher (Karl Urban) y Patriota/Homelander (Antony Starr) a sus dos pilares. Ha pasado un año desde que los viéramos por última vez, y ambos, a su manera, parecen guardar un perfil bajo. Especialmente Butcher, que lleva un tiempo sin meterse en líos y trabajando para el gobierno bajo la supervisión de Hughie (Jack Quaid). Pero, claro, hablamos de The Boys, y hablamos de Butcher y Homelander, así que la cosa no tarda mucho en irse de madre.

El primero pronto entra en una espiral autodestructiva que le lleva a hacer cualquier cosa -y cualquiera es cualquier cosa, porque en el universo The Boys todo es posible- con tal de satisfacer sus propios intereses. Su absoluto descontrol avanza en paralelo a los nuevos intentos de Butcher por acabar con él. Una ardua tarea para la que parece haber encontrado la solución definitiva: seguir el rastro de Soldier Boy (Jense Ackles), un trasunto del Capitán América que podría esconder en su pasado la clave para matar al líder de Los Siete.

El desequilibrio de Homelander y la misión de Butcher marcan la pauta en una tercera temporada que, por momentos, se presenta como una lucha entre dos posturas bien enfrentadas. Una que trata de convencerse de que el resto de personajes de The Boys pueden volar por sí solos, y otra que asume que todos los caminos conducen irremediablemente a Homelander y Butcher, pues son ellos, y principalmente ellos, los que elevan el interés y el espectáculo.

De hecho, hay escenas y acciones muy reveladoras al respecto en los nuevos capítulos, aunque puestos a llegar a una conclusión, esta debería ser que ambas partes se necesitan. Que ante el más que probado atractivo narrativo de los dos primeros, personajes como MM / Mother's Milk (Laz Alonso), Frenchie (Tomer Capon), Kimiko (Karen Fukuhara), A-Train (Jessie T. Usher) o Profundo / The Deep (Chace Crawford) pueden compensar sus escasos momentos de ausencia. Sin embargo, no siempre cuentan con las herramientas para conseguirlo. No, al menos, para compensar la balanza.

Kimiko, por ejemplo, se beneficia de las escenas de acción -de hecho, protagoniza una de las mejores de la temporada-, pero su trama con Frenchie, aunque entrañable por momentos, coquetea con lo predecible. A-Train y The Deep cuentan con material para jugar -los intentos para combatir el racismo, en el caso del primero; su peculiar relación con los animales de mar, en el del segundo-, pero no terminan de redondear la jugada. Y la relación entre Hughie y Luz Estelar / Starlight (Erin Moriarty), aun siendo fundamental para el desarrollo de la historia, no escapa de la dependencia de Homelander y Butcher, aunque las interacciones de Hughie con este último se mantienen como uno de los activos de la serie.

Afortunadamente, el conjunto de personajes, aun con sus descompensaciones, permiten que la tercera temporada de The Boys sea una continuación madura dentro de la autoconsciente inmadurez de la serie de Amazon Prime Video. Hoy por hoy, uno de los títulos más diferentes de la ficción actual, y en la que lo emotivo se entremezcla con lo irreverente, lo satírico y lo sangriento para formar un refrescante coctel que, tres tandas de episodios después, sigue dejando un buen sabor de boca.

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