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Andalucía, líder en altas temperaturas pero no en muertes por calor gracias a la adaptación de su población al clima

Imagen de personas al lado de un termómetro en las calles de Sevilla a 47 grados de temperatura, a 24 de julio de 2024

Consuelo Durán

Sevilla —
12 de septiembre de 2024 19:58 h

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Los medios de comunicación británicos alertaban en junio de una ola de calor con 26ºC para sorna de muchos andaluces en redes sociales. Lo cierto es que, por lo general, se pierde de vista la diferencia entre alertas meteorológicas y sanitarias por temperaturas extremas. Una diferencia que ayuda a entender también por qué siendo el Valle del Guadalquivir el lugar de España donde se registran las temperaturas más elevadas cada verano no es, sin embargo, donde más mortalidad se atribuye a esta causa. 

En Andalucía se han registrado en agosto 76 muertes atribuibles a las elevadas temperaturas y 69 en julio, según el panel 'Mortalidad notificada, observada, esperada y atribuible a temperatura', el conocido como MoMo, del Instituto Carlos III. Viene a ser prácticamente la mitad que el año pasado con respecto al séptimo mes y tres veces menos si se observa el octavo. Ha sido, pues, un verano benévolo en este sentido. También, el segundo julio menos mortífero en 10 años de registros -por detrás del de 2017, con siete muertes- y el segundo mejor agosto tras el de 2022, con 73 defunciones.

En el conjunto del país, en cambio, ha sido el segundo peor agosto de la década, con 1.386 muertes, sólo superado por el del pasado año, con 1.990, y un julio con 771 fallecimientos, y por tanto, ligeramente peor al de 2023 (686), y el cuarto desde que en 2015 empezó esta serie. Por comunidades autónomas, tanto en julio como en agosto de este verano, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña y Comunidad de Madrid han tenido más muertes en números absolutos que Andalucía, estando menos pobladas. Es más, hasta la Comunidad Valenciana la ha superado, aunque en este caso sólo en agosto.  

“Influye la habituación al calor. El impacto es menor cuando se tienen medidas de protección contra las altas temperaturas, generalizadas en el sur y no en el norte, como aire acondicionado, casas pintadas en blanco, calles estrechas para que circule el viento, que la población sepa que no se puede salir a las cuatro de la tarde y se eche la siesta... También influye la calidad de las construcciones, el aislamiento contra el calor, que hace que las viviendas en el sur estén diseñadas para soportar esas temperaturas. O la pirámide de población, dado que las elevadas temperaturas afectan más a los mayores de 65 años. Incluso la soledad, y por eso en las ciudades el impacto de las temperaturas extremas es mayor porque nadie se preocupa de que una persona sola no salga a la calle y que esté hidratada. Si hay enfermedad mental, además, a veces no se tiene la sensación de sed, por ejemplo. En un ambiente rural la persona que vive sola está más controlada por sus propios vecinos, que se preocupan si de repente no la ven”, resume Julio Díaz Jiménez, profesor de investigación y codirector de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto Carlos III.

En este sentido, aclara que hay que coger como referencia las definiciones de olas de calor del Ministerio de Sanidad y no las meteorológicas. “Si se habla de salud, no se puede simplificar con un valor meteorológico. En el 52,5% de los casos la definición de ola de calor del Ministerio de Sanidad, con datos del Instituto Carlos III, está por debajo de la meteorológica. Es decir, que en más de la mitad de los casos, no se están dando alertas cuando se debería. Porque no coinciden la ola de calor meteorológica con la de salud. Se ha hecho un esfuerzo enorme en determinar esas temperaturas, pero la información que sigue llegando a través de los medios de comunicación es la meteorológica. Es una batalla en la que llevamos desde 2015, la de romper esa inercia de dar sólo las olas de calor meteorológicas. Igual que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) da información de riesgo de incendio forestal, podría dar la de riesgo para la salud. Si se limita a decir que va a haber muchos lugares por encima de 40 grados, ¿qué tiene que ver? Primero hay que comunicar bien: si hablo de salud, alertas en salud; y si hablo de incendios forestales, riesgo de ello, porque a lo mejor la información meteorológica es útil en agricultura o en transporte, no lo sé, pero no es lo misma”, prosigue el científico.

Distintos tipos de riesgo

Para hacer esta información más precisa, este año el Instituto Carlos III ha establecido 182 áreas “para tener una mejor forma de ver a qué temperatura está expuesta la población, en lugar de hacerlo a nivel provincial con 52, porque en una misma provincia no es lo mismo vivir en una sierra que en un valle”. Pero insiste en que lo importante no es la temperatura que se alcance, sino la desviación sobre los umbrales de riesgo para la salud establecidos en cada lugar. “Si en Sevilla son 41 grados y se alcanzan 42, por ejemplo, es uno más sobre el umbral, pero imagine que en Galicia la definición son 25 y hay un día con 32. ¡Son 7 grados por encima y su impacto mucho mayor! No importa el calor desde punto de vista absoluto, sino cuánto se separa de las temperaturas umbrales, porque es a partir de éstas cuando aumenta la mortalidad”, aclara Julio Díaz Jiménez.

De hecho, en 2003 cuando empiezan a funcionar los planes de prevención, las máximas se alcanzaron en Córdoba con 46,2 grados, seguida por Sevilla, con uno menos, “pero donde más muertes se atribuyeron a las elevadas temperaturas fue en el norte y el este de la península, donde no estaban acostumbrados a tener olas de calor”.

“La población local está adaptada al clima. Por eso el umbral fijado para calor extremo en Sevilla es de 32 grados, como temperatura media diaria. Se alcanzó tres veces en julio de este año. En cambio, Málaga tuvo siete días extremos. Pero, además, debemos tener en cuenta las características demográficas de cada provincia”, apunta por su parte Dominic Royé, responsable de Ciencia de Datos de la Fundación para la Investigación del Clima (FIC).

Esta entidad ha desarrollado junto al Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea-CSIC) y la Universidad de Valencia una aplicación web que usa los datos oficiales del MoMo y de las temperaturas registradas por la Aemet para calcular la mortalidad atribuible al calor moderado, el calor extremo y el calor excesivo de los meses de junio a agosto en España. Denominada Mortalidad Atribuible por Calor en España (MACE), se actualiza diariamente y ofrece datos de los últimos cinco años, siendo 2022 el más significativo con un registro de 3.012 muertes por calor durante los 28 días que hubo temperaturas extremas en verano. 

“La aplicación pretende ser una herramienta de monitorización de la mortalidad atribuible al calor en España. Desde este año, incorporamos el nivel provincial. Vemos una mortalidad atribuible de 1.135 al calor extremo en el mes de julio de 2024 a nivel nacional, con un 0,9% de todos los fallecidos observados. En junio, no ha habido días extremos. Las provincias más afectadas fueron Soria con un 10%, y le siguen Zamora, Guadalajara, Zaragoza y Lleida con más del 6%. En Andalucía, es la provincia de Málaga, con un 3,7% de muertes atribuibles al calor extremo, la que está a la cabeza”, comenta Dominic Royé.

“Debemos poner todo en el contexto de los últimos dos años (que se puede consultar en MACE) y vemos que de momento estamos lejos de las cifras de 2022, pero también de 2023, años en los que alcanzamos 8.133 y 4.363 muertes por calor extremo en todo el verano”, prosigue.

No es lo mismo que golpe de calor

El Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Junta de Andalucía recogía del 15 de mayo hasta el 31 de agosto de 2023, cinco muertes y 26 casos graves de golpes de calor. Y podríamos pensar que esto no cuadra con los datos del MoMo o de MACE, pero es que no son lo mismo las muertes atribuibles a elevadas temperaturas, más difíciles de medir y pueden producirse en los días de episodios extremos, que las ocasionadas por golpes de calor, diagnosticadas prácticamente en el momento. “Los muertos por golpe de calor son el 2% sólo. El 98% es por agravamiento de otras enfermedades”, explica Julio Díaz Jiménez.

Cabe recordar que el Instituto Carlos III usa dos modelos: el MoMo, para estimar el exceso de muertes cada día atribuibles a altas temperaturas, y el índice Kairós, que brinda información complementaria, predicciones a cinco días vista, sobre la probabilidad de estas defunciones. Todo ello, en relación a tres variables: las defunciones diarias de los últimos diez años, excluyendo las de 2020 debido a la influencia de la pandemia y procedentes del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Ministerio de Justicia, las temperaturas registradas a nivel provincial por la Aemet y la población por grupo de edad, sexo y provincia.

Pero no define un número de personas fallecidas. Calcula una estimación diaria del exceso de mortalidad atribuible al calor utilizando series históricas de fallecimientos y temperaturas mediante técnicas estadísticas.

Las causadas por el frío bajan

La tendencia es de aumento de muertes por calor y disminución de las provocadas por el frío, debido a la progresiva subida de la temperatura. De los diez veranos más cálidos desde que en 1961 la Aemet hace sus registros, nueve pertenecen al siglo XXI. Los tres más calurosos han sido por este orden: 2003, 2022 y 2023.

Según el MoMo, esos años la mortalidad atribuible al exceso de temperatura en España ha sido de 6.570 defunciones de exceso en 2003; 4.789, en 2022; y 3.009 en 2023. En ese periodo, Andalucía ha ido alejándose de los primeros puestos de la tabla. De hecho en ese 2022 que se revela como el peor verano reciente, la mayor mortalidad atribuible a esta causa se registró en la Comunidad de Madrid (1.301), seguida por Castilla y León (579), Cataluña (578). Fueron 439 en Andalucía.

La realidad es que el mapa de salud del Instituto Carlos III, que ofrece el Ministerio de Sanidad, sigue pasando desapercibido, frente a los meteorológicos de las televisiones, por lo que los expertos urgen unificar umbrales. Se ha creado recientemente el Observatorio de Salud y Cambio Climático, y el objetivo fundamental es unificar esos umbrales, que ya se han calculado. “Porque el Ministerio de Sanidad manda alertas a los que se dan de alta en su sistema, pero en los medios de comunicación sigue saliendo otra información”, lamenta Julio Díaz Jiménez.

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