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Andalucía no está en venta
Si tuviese que empezar por algún punto de nuestra corta relación, diría: ¡En la batalla nos encontramos y, en ella, Andalucía nos unió!
Una extraña sensación me sacude el alma. Se ha marchado José Luis, sí, nuestro José Luis Serrano, el de Podemos, el de Graná, el libertador de Andalucía, el que escribió versos sobre la Alhambra, el que sintió el ecologismo desde la filosofía del derecho.
Ese mismo hombre que llevó sus elocuentes palabras desde las cálidas aulas de la Universidad de Granada a las herméticas paredes del Parlamento; un lugar donde nuestra historia, la historia de Andalucía, se mancilla con aire bochornoso ante la eterna mirada de una tierra que aún sigue prisionera de su pasado.
No es difícil entender qué hacía un hombre como José Luis en un lugar como éste: ¡Otorgarle dignidad! Porque lo que José Luis Serrano perseguía era el sueño de una Andalucía digna y libre, hermosa y grande pero, sobre todo, justa.
Creo que el sentimiento de ese profundo sueño al que aspiraba José Luis Serrano desde el Parlamento se podría resumir en la ya célebre frase “Andalucía no como una más, sino como la que más”. Porque lo que José Luis quería era que Andalucía fuera considerada como la comunidad histórica que por derecho propio un 4D los andaluces y andaluzas decidieron, la que un 28F se autoproclamó mediante un proceso constituyente, y la que un 15M conquistó las calles.
Lo que nos unió, definitivamente, fue el sentimiento de lucha contra quienes aspiraron, y continúan haciéndolo, a teledirigir desde sillones capitalinos la Comunidad Histórica más poblada de España, la que más voluntades reúne, la que más votos proporciona al Estado. Sí, nos unió la lucha contra quienes desconocen la historia del pueblo andaluz, quienes no tienen sentimiento de arraigo, porque nunca lo heredaron ni lo cultivaron, y viven como infantes sin pasado, egoístas y ensimismados.
¡Ay, José Luis, qué lejos te encuentras y, sin embargo, qué cerca te tengo! Tranquilo, no te has ido, nos sigues acompañando en este trayecto, ante el que ni las balas ni los cantos de sirena nos permitirán perder el rumbo de nuestro destino. Ya todos saben que no hay performance ni eslogan creíble de quien ni el corazón ni la sabiduría entiende de las palabras “pueblo”, “tierra”, “cultura” y “razón”. No hay juego de tronos más ridículo en esta batalla que el que se consume sin entender que, por tanto querer andar solo, solo se va quedando en el camino.
España es un Estado plurinacional, Andalucía es una comunidad histórica como la que más. No hacen falta juegos de artificio. Tan sólo ser andaluz —ni tan siquiera vale ser extremeño, con todo el respeto a los extremeños—, para entender el sentimiento que esconde la bandera blanca y verde y la letra de Blas Infante. Aquí no valen promesas de ministerios plurinacionales. La palabra autonomía, federalismo, es más grande que la de Estado, y menos paradójica que las voluntades teledirigidas desde despachos de quienes a la tierra no les unen más lazos que el pragmatismo. La palabra Andalucía no necesita más Ministerio que el pueblo andaluz —no el de Aragón, Castilla o Baleares— decida libremente a través de la elección primaria de sus legítimos representantes en las Cortes Generales del Estado.
Ninguna paradoja suscita mayor resquemor y descrédito que la de quien defiende la plurinacionalidad, negando al mismo tiempo la voluntad sagrada de elegir y ser elegido, y organizarse libremente, desde los pueblos, los territorios y los símbolos, que nos hacen diferentes, y que a la vez nos unen. ¡José Luis, tú lo sabes bien! Si a ti eso que sabemos te rompió el corazón. Y es que en eso, en la defensa de lo que ahora somos reflejo, que es nuestro amor por Andalucía, fuiste tú nuestro padre.
¡No!, ¡Andalucía no está en venta! Que nadie venga con su altiva charlatanería a fantasear sobre posibles idilios, a buscar alianzas desde el tacticismo del viejo timo de la estampita, pues no hay nada más vergonzante que querer comprar voluntades desde la distancia de una tierra de personas libres. ¡Qué equivocación! Que nadie intente recorrer las sendas enmarañadas que el PSOE ha tejido durante 37 años en nuestra tierra, haciendo de un pueblo de gente libre una sociedad súbdita al dictado del guión de los jefes de Estado de los cavernáculos muros de la Moncloa. ¡Pues así nos va! En esa lucha, como personas libres que somos, no nos vamos a rendir. Porque Andalucía, José Luis, no está huérfana. Con tu ida perdió a un padre, pero en tu camino sembraste semillas, dejaste frutos y, con ellos, hijos de nuestra Matria. Las palabras pueblo, tierra, cultura y razón nos brindaron cariño, nos dieron seguridad, nos permitieron encontrarnos con nuestras raíces, y nos proporcionó una Madre que lucha por “Andalucía como la que más” desde esa tacita de plata que ilumina nuestra tierra hermosa y libre.
Recojo las palabras de tu otro yo, Antonio Manuel Rodríguez, para decirte, José Luis, que te quiero, y que ahora y aquí te digo: ¡gracias y perdón!
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