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La propiedad de la Mezquita de Córdoba: una historia tergiversada

Inmobiliaria Iglesia católica, amparada por ley desde 1946

Alejandro García Sanjuán

Profesor de Historia Medieval, Universidad de Huelva —

El pasado sábado 15 de Junio se presentó en Córdoba el Informe elaborado por la Comisión de Expertos nombrada por el Ayuntamiento de la ciudad para abordar el problema desencadenado a raíz de la inmatriculación de la Mezquita Catedral por el obispado cordobés en el año 2006. Desde ese momento, diversos medios han publicado informaciones dirigidas a desacreditar el Informe, del que he sido coautor, en particular por lo que se refiere a su parte histórica, en la que se aborda el tema crucial de la propiedad de la Mezquita a raíz de la conquista de la ciudad por el rey Fernando III en 1236.

Conviene, en primer lugar, reparar en la naturaleza profundamente contradictoria de las declaraciones de los portavoces del episcopado, eclesiásticos y académicos, durante los últimos tiempos. Por un lado, se ha repetido de manera insistente que la propiedad de la Mezquita está perfectamente acreditada desde 1236 a través de abundantes e incuestionables testimonios históricos bien conocidos por todos.

Sin embargo, lo cierto es que, hasta ahora, no se ha aportado testimonio documental alguno que avale la supuesta donación de la Mezquita por el rey Fernando a favor de la Iglesia. El argumento de que en la Edad Media no existía el registro de la propiedad tal y como hoy lo entendemos, parece bastante endeble, pues lo que sí existían entonces, como hoy, eran los archivos, y todos los historiadores sabemos que la Iglesia es la institución que posee la más prodigiosa memoria histórica, en particular a la hora de acreditar los muchos privilegios que se le han concedido a lo largo del tiempo. Los archivos de todas las catedrales peninsulares conservan numerosos documentos de donación realizados por los reyes a su favor.

A raíz de la publicación del Informe de la Comisión, sin embargo, los argumentos han vuelto a cambiar, pues, en sus últimas declaraciones, la iglesia cordobesa afirma que tales documentos están ‘bien guardaditos’ a la espera de ser entregados al juez que los requiera. Si realmente existiera esa documentación que acreditara de manera irrefutable la propiedad, parece lógico pensar que la Iglesia los hubiese mostrado hace tiempo. Ello, además, habría hecho totalmente innecesaria la inmatriculación del año 2006.

Frente a los vaivenes y elucubraciones de la Iglesia, la conclusión alcanzada por la Comisión de Expertos ha sido muy clara en un punto: las fuentes históricas existentes no permiten afirmar que la Mezquita de Córdoba fuese donada a la Iglesia por el rey Fernando III en 1236. Muy al contrario, lo que las evidencias indican es que, en realidad, dicha donación nunca existió, y que la Mezquita permaneció como propiedad de la Corona.

A la ya comentada ausencia de documentos se añade el testimonio de los textos narrativos. Existen dos crónicas coetáneas a la conquista de Córdoba por Fernando III, escritas por dos personajes muy importantes pertenecientes a la jerarquía eclesiástica de la época y que, por lo tanto, formaban parte del entorno directo del soberano. Estas dos crónicas son los testimonios fundamentales para conocer el reinado del ‘rey Santo’. Me refiero, por un lado, a Rodrigo Jiménez de Rada, conocido como El Toledano, autor de la obra Historia de los hechos de España, y por otro a Juan de Soria, obispo de Osma y canciller del rey Fernando III, con quien estuvo presente en la toma de Córdoba, siendo considerado autor de la obra anónima conocida como Crónica latina de los reyes de Castilla.

Ambos personajes hablan en sus respectivas crónicas de la conquista de Córdoba por Fernando III y dedican atención detallada a la Mezquita, prueba de la enorme importancia que, ya entonces, se daba a ese espacio singular. De hecho, Juan de Soria participó personalmente en la ceremonia de consagración. Sin embargo, ninguno de ellos menciona la donación de la Mezquita por parte del rey a la Iglesia. ¿Alguien puede creer seriamente que si un edificio tan extraordinario hubiese sido dado en propiedad a la Iglesia, dichos autores, miembros de la jerarquía eclesiástica y muy cercanos al rey, habrían pasado por alto semejante acontecimiento?

Lo que estos cronistas dicen, sencillamente, es que la Mezquita fue consagrada como iglesia y que el rey la dotó con bienes para su mantenimiento: 'y el rey Fernando otorgó a la nueva iglesia una dote adecuada', dice, textualmente, Jiménez de Rada. De donación, nada. Insisto en que se trata de personajes pertenecientes a la élite eclesiástica de la época y que se mueven en el entorno directo del rey. Resulta, por lo tanto, sencillamente descabellado pensar que la supuesta donación pudiera haberles pasado desapercibida.

Por último, vayamos a la legislación, que nos permite conocer las normas vigentes en la época de la conquista de Córdoba. A este respecto, el testimonio principal es el texto de las Siete Partidas, elaborado en época de Alfonso X, hijo y sucesor de Fernando III. La referencia a la propiedad de las mezquitas se encuentra en la última Partida, la séptima, en el título referido a los ‘moros’, y su tenor no puede ser más claro: ‘Y las mezquitas que tenían antiguamente deben ser del rey, y puédelas él dar a quien se quisiere’. El enorme peso de la tradición en las normas de la sociedad medieval nos permite asumir, sin mucho margen de error, que se trata de la puesta por escrito en época de Alfonso X de una norma legal bien asentada en la Corona de Castilla desde épocas anteriores.

En definitiva, ni los documentos, ni las crónicas ni los textos legales del siglo XIII acreditan que la Mezquita de Córdoba fuese donada por Fernando III a la Iglesia de Córdoba. Se trata de una conclusión bastante obvia a la luz de los testimonios históricos existentes y que contradice cualquier pretensión en contra por parte de la Iglesia y sus portavoces académicos.

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