Puertos canarios, costas europeas
La crisis humanitaria y sanitaria que se vive y se ha intensificado desde hace meses en muchos de los puertos de las Islas Canarias es un delicado asunto que no puede pasar desapercibido para nadie, para ningún ser humano, pero en especial para ninguna de las personas que desarrollamos nuestras funciones laborales en tareas del mar, como es el caso del colectivo de los estibadores.
Se suceden los días y este drama de los viajes migratorios a través de peligrosas rutas marítimas se repite una y otra vez sin que se vislumbre una solución eficaz a corto plazo. La sociedad canaria afronta una problemática cruda, descorazonadora, que nos deja de alguna manera indefensos ante una situación casi de alarma que necesita de muchas voluntades para encontrar una solución.
Ellos, las personas que llegan en masa desde el continente africano, se juegan la vida en condiciones precarias huyendo de los males sistémicos que asolan sus tierras desde tiempos pretéritos. Muchos no llegan, pierden la vida por el camino y los que pisan tierra muchas veces quedan atrapados en una red de acogida desbordada y que ofrece soluciones deficientes.
Entendemos lo excepcional de la situación, de lo complejo de una situación cuando cientos de personas acceden de manera irregular a nuestro territorio y del difícil equilibrio entre lo humanamente exigible y lo socialmente soportable. Ahora bien, ni Canarias se puede quedar sola en la gestión de estas urgencias ni es de recibo que las soluciones se cocinen a fuego tan lento. El Gobierno de España y la Unión Europa en su conjunto deben ser parte activa y eficaz en esta problemática. Y deben serlo ya, con una política de futuro que evite que estas situaciones se repitan en posibles próximas oleadas de migrantes.
Lo que está pasado en el puerto de Arguineguín, o lo que pasado en el de Santa Cruz de Tenerife, por poner un ejemplo, dista mucho de lo que debe ser una sociedad moderna, de una Europa que quiere ser ejemplo pero que desde hace décadas peca en la misma insuficiencia para evitar que el drama de la migración desde el continente africano se convierta en un capítulo de vergüenza en nuestras costas.
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