Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

El poder y sus demonios

Teodoro Sosa, Onalia Bueno y Román Rodríguez

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1.- Nueva Canarias-Bloque Canarista. Uno de los partidos más decisivos estos últimos tiempos en la política ultraperiférica, Nueva Canarias (ahora apellidado Bloque Canarista) atraviesa la que puede considerarse su peor crisis interna desde su fundación, descontando, claro está, aquel lapsus administrativo que casi lo manda a la ilegalidad por no presentar sus cuentas a tiempo. Una revuelta de alcaldes encabezada por el de Gáldar, Teodoro Sosa, a resultas de los malos resultados obtenidos por la formación en las autonómicas de 2023, ha sido el punto de partida de una convulsión muy seria por la que se pide el relevo de la cúpula de la formación, la que forman entre otras personas Román Rodríguez, Pedro Quevedo y Carmelo Ramírez.

Otros resultados electorales, los de las pasadas europeas del 9 de junio, han servido para dar el empujón definitivo a una operación que se venía fraguando desde hacía meses.

Teodoro Sosa fue el alcalde más votado en toda España en las últimas municipales y tiene todos los motivos para creer que su vocación municipal ya ha terminado y le corresponde iniciar nuevas aventuras políticas, verbigracia, la presidencia del Cabildo de Gran Canaria.

La dirigencia de su partido, que lo sabe desde hace tiempo porque él es muy locuaz y transparente, lo colocó de número dos a todos los efectos en la candidatura a la primera Corporación insular, a la sombra del parece que insustituible Antonio Morales. Así que desde hace más de un año Sosa compatibiliza dos cargos de altísima responsabilidad: la alcaldía de su ciudad (24.000 habitantes y 40 millones de presupuesto) y la Consejería de Presidencia del Cabildo de Gran Canaria (866.000 habitantes, más de 900 millones de presupuesto).

Pero eso no es suficiente. Para garantizar que su futuro va a seguir siendo de éxito, que puede ser inicialmente la presidencia del Cabildo y luego quién sabe qué designios, el alcalde de Gáldar necesita un partido fuerte, especialmente fuerte en Gran Canaria, que aglutine para sí los votos canaristas, nacionalistas, soberanistas y todos los istas que se puedan acumular en una formación que pueda disputar de manera clara la primacía al Partido Socialista y al Partido Popular.

Y para eso, cree Teodoro Sosa y quienes le acompañan en la aventura que es necesario remover los obstáculos precisos para tantear un nuevo reencuentro, refundación, reunificación (o llámalo como quieras) con Coalición Canaria.

2.- Coalición Canaria. Fernando Clavijo no quiere oír hablar ni por asomo de cualquier escenario que se aproxime lo más mínimo a la derrota electoral que sufrió en 2019 de manos de Ángel Víctor Torres. Cuatro años así no se los desea más que a sus adversarios políticos: dos imputaciones penales salvadas gracias a su aforamiento ante el Supremo; un fortalecimiento popular inaudito del líder socialista en la isla de Tenerife y un riesgo extremo de que su formación pasara en algunas islas a la insignificancia eran factores que ponían en peligro el invento que en 1993 se sacó de la manga el nunca bien ponderado José Carlos Mauricio (por cierto, ¿qué ha sido de Mauricio?).

Así que una vez recuperado el poder a pesar de volver a perder las elecciones por segunda vez, Clavijo se ha propuesto dejarse de paños calientes y resolver el problema que le plantean islas como Gran Canaria, donde la presencia de Coalición Canaria es casi testimonial y donde el liderazgo de Pablo Rodríguez está a punto de ser discutido incluso por Pablo Rodríguez.

Así que nada mejor que aprovechar el carácter expansivo que ha demostrado tener la alcaldesa de Mogán para encomendarle la reconquista de Gran Canaria. Efectivamente, Onalia Bueno se ha convertido en la nueva musa de Coalición Canaria en la isla redonda, y no porque atesore todas o una buena parte de las virtudes que deben adornar a un prometedor dirigente político: honradez, brillante gestión, empatía, respeto por la buena democracia y el ordenamiento jurídico… sino porque ha demostrado ser una imponente captadora de votos, incluso comprándolos, como algunos testigos han manifestado en sede policial y judicial sin que haya valido ni siquiera para sentarla en un banquillo.

Onalia Bueno se ha tomado tan en serio su tarea de reunificar el nacionalismo (o llámalo como quieras, Fernando) que está dispuesta a asumir ella en persona la responsabilidad de liderar la nueva Coalición Canaria, es decir, la que en sus cálculos debiera suceder a la que ahora mismo encabezan, en sus respectivas formaciones, Pablo Rodríguez y Román Rodríguez, a los que da por amortizados.

Bueno asegura que cuenta con un montón de alcaldes y/o portavoces municipales de CC y de NC para emprender la aventura, aunque de ella dicen no querer saber nada los del partido de Teodoro Sosa, quien se santigua cuando alguien le pregunta si es verdad o no que se ha reunido alguna vez con su homóloga de Mogán. Yo le he preguntado y se ha santiguado dos veces.

Es precisamente la presencia de Onalia Bueno en la combinación por la que se pretende la reunificación del llamado nacionalismo canario (y olé) la que espanta a los que dentro de Nueva Canarias creen, de buena fe, que no es disparatado activar un ciclo de renovación que dé paso a la primera línea a dirigentes como Carmen Hernández, Minerva Alonso, Luis Campos o Esther González. Pero la inmensa mayoría del partido no quiere ni oír hablar de regresar a la casa madre de ATI, como se conoce en Gran Canaria a Coalición Canaria.

Más preferirían algunos ensayar modelos de entendimiento con los partidos a la izquierda del PSOE, cada vez están más desangelados como consecuencia de sus propios desvelos. Y piensan en hacer algo muy al modo que intentó Nueva Canarias en estas pasadas europeas con Sumar con un resultado cercano a lo catastrófico. Producto, por supuesto, del boicot ejecutado por la muchachada de Teodoro Sosa y Óscar Hernández (alcalde de Agüimes), claros opositores a una alianza así que no ha sido muy entendida en la organización.

Román Rodríguez, por su parte, no desfallece. Curtido en mil batallas políticas, tanto institucionales como orgánicas, no parece estar especialmente alarmado por las escaramuzas que le están montando los suyos ante sus narices. A sus 68 años ha visto de todo y ha sobrevivido a todo. Apuesta ahora por sumar, más que por restar, pero la única suma en la que no le salen las cuentas es la que pasa por regresar a Coalición Canaria diecinueve años después.

Prefiere tantear un acuerdo con las fuerzas de izquierda que se quedaron fuera del Parlamento por la irrupción de Alberto Rodríguez y su proyecto Drago, o la marcha de Meri Pita de Podemos y su proyecto Reunir. Porque entre Drago, Sumar, Reunir y Podemos, el pacto de las flores se fue a hacer puñetas. Y ahí puede estar la clave.

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