Los 117 charcos de marea que el Gobierno de Canarias planea impulsar “como recurso turístico de primer orden”
Un cartel que señale en un aparcamiento para 100 vehículos la ubicación de cuatro zonas de baño en Los Charcones (Lanzarote), un espacio natural prácticamente virgen, conformado por un acantilado erosionado de gran belleza paisajística. De ahí discurriría un sendero peatonal de 2 kilómetros que conectaría con cada uno de los charcos del conjunto denominado Punta de Julián; a su vez, en el acceso a cada enclave, se plantea crear un espacio que marque la entrada y, para el esparcimiento de bañistas, implantar estructuras desmontables. En el área natural del Mapaís de Rasca (Tenerife), se pretende señalizar en un sendero de 3 kilómetros que llega hasta el faro la ubicación de siete charcos, así como marcar sus accesos y, en la zona de estancia, se propone colocar elementos ligeros.
Son dos de las actuaciones recogidas en el Plan director de charcos de marea al que ha tenido acceso este periódico, cuyo anuncio el pasado 23 de julio provocó el rechazo del Ayuntamiento de La Laguna, de partidos políticos como Podemos Canarias y suma ya más de 12.000 firmas en contra. El documento elaborado por la empresa Jiménez y Bazán Arquitectos por encargo de la Consejería de Turismo deja claro desde el inicio que el objetivo de la iniciativa es “marcar una estrategia para concretar aquellas actuaciones que puedan consolidar e impulsar los charcos de marea de Canarias como recurso turístico de primer orden”. Sin embargo, también dicta que toda actuación que se ejecute debe potenciar y cuidar el medio natural y su biodiversidad, priorizando acciones que se mimeticen en el entorno, así como concienciar de los valores a los residentes y a los turistas.
El Plan director parte del libro Charcos de marea en Canarias. Un modelo de intervención en el litoral, del arquitecto y estudioso de esta característica de las costas volcánicas canarias, Alberto Luengo. Durante ocho años recorrió el Archipiélago para plasmar, describir y analizar 942 charcos de marea existentes en las islas. El trabajo fue editado por la Entidad Producciones MIC, contratada por 39.900 euros para este fin por la Consejería de Turismo en el marco de su proyecto Ecoáreas-Mardetodos. En la obra, también se incluye un capítulo sobre criterios de intervención en los charcos, que sirve de base al Plan director para planificar las actuaciones. “Al igual que en otros campos de la planificación urbana, como puede ser la mejora de las zonas comerciales abiertas, es fundamental que una herramienta como un plan director, pueda sintetizar la información existente y darle un enfoque estratégico”, justifica el documento.
En declaraciones a este periódico, Luengo ha dicho que el Plan director “está un poco desenfocado y tiene excesivo nivel de intervención y, por tanto, de inversión”. En concreto, para ejecutar todas las acciones planteadas, se han presupuestado 29,4 millones de euros. “Hay que reconducir la propuesta”, añade. De hecho, un mes después de anunciar la iniciativa, la Consejería de Turismo ha mantenido una reunión con Transición Ecológica para matizar que el documento contiene propuestas de mejora del entorno de los charcos en los que ya se ha intervenido. Y también ha insistido que toda acción deberá ser consensuada con las administraciones competentes, desde ayuntamientos, la Dirección General de Costas y el Mar hasta ciudadanos o científicos.
Sin embargo, en su análisis y valoración de cada uno de los 117 charcos seleccionados, el documento sí incluye propuestas de intervención en charcos de marea naturales que no han sido intervenidos. Además del caso de Los Charcones o Punta de Rasca, los 18 enclaves seleccionados de Fuerteventura, por ejemplo, desde Caleta Mansa hasta Los Islotitos, son espacios prácticamente vírgenes. El propio documento lo refleja de esa forma y, sin embargo, plantea propuestas de intervención.
“Se trata de charcos muy naturales en los que no han surgido zonas de estancia ni accesos. En cierta forma es una gran oportunidad para que estas intervenciones sean muy respetuosas con el entorno natural mediante elementos ligeros evitando la construcción con bases de hormigón. Se propone por tanto, el estudio pormenorizado de la orografica del entorno de los charcos, para resolver accesos y zonas de estancia con estructuras ligeras facilmente desmontables, bonitas y de gran durabilidad”.
Luengo considera que en el Plan director se han incluido charcos en los que no se deben plantear acciones. “En Los Charcones no se puede intervenir de ninguna manera. Tiene un escenario paisajístico brutal, de una belleza incontestable. Es la pieza de los charcos más importante de Canarias con diferencia y, en su tipo, es un paisaje de interés mundial. Es un acantilado erosionado que tiene 150 charcos de todo tipo”, explica. En el mismo sentido se manifiesta sobre Punta de Rasca, al tiempo que llama la atención sobre propuestas de intervención como la del Charco Hondo, en Tenerife, que plantea una inversión de más de 1 millón de euros “para un charco en el que caben seis personas”.
Criterios para las propuestas de intervención
Una vez se reconocen los charcos en lo que no se pueden intervenir, Luengo planea diferentes niveles de actuación, pero en los charcos ya construidos y para mejorar, por ejemplo, accesos que están en malas condiciones. Recuerda que los charcos se intervienen en las Islas desde los años 60 del siglo XX y en la década de 1990 participó en el programa Tenerife y el mar para operar en seis espacios de la isla, entre ellos La Laja o el charco del Viento. “Eran obras de poner piedra al paisaje para mimetizarse, controlando el tema del acceso y barandillas”, señala Luengo.
El Plan director incluye en su estrategia numerosos charcos, como los de la costa de Gáldar (Gran Canaria), que ya cuentan con suelo de hormigón, accesos peatonales con barandillas, plataformas de madera para colocar la toalla o escaleras y rampas para la zona de baño. “Lo fundamental es medir el nivel exacto de intervención para no errar”, añade Luengo. Y, para ello, considera que el principal criterio debe ser medir la intensidad de uso, es decir, la afluencia de personas que recibe el enclave y priorizar las acciones en los lugares donde ya se ha intervenido.
Este es uno de los criterios que emplea el Plan director, sin embargo, no está entre los fundamentales para seleccionar los 117 charcos en función de su “potencialidad como infraestructura turística”. De los 492 inventariados entre las 11 islas e islotes, realizó una primera criba en base a la conectividad insular, el acceso mínimo en vehículo o a pie, la seguridad, la salubridad de las aguas, la fragilidad ambiental y el reducido tamaño. Así, se descartaron 227 áreas, algunas en Isla de Lobos o La Graciosa.
Y para la selección final, se primaba su valor paisajístico, su accesibilidad y contar con aparcamiento. Estos cuatro indicadores prevalecían frente al resto: “Si son muy buenos, el interés turístico está garantizado”, cita el Plan director. Pero también incluía otros criterios, “relevantes, pero no fundamentales”, como el tamaño del charco, la intensidad de su uso o la situación del área de esparcimiento (si cuenta con elementos que den sombra, suelo de hormigón, plataformas de madera o si no tiene ninguna estructura). Y, por último, propone criterios de menor importancia: si está cerca de un núcleo urbano o de carreteras principales; si cuenta con señalización; si tiene compartimentos para tirar la basura o si existe socorrismo, aseos, vestuarios, chiringuito o hamaca.
Por otro lado, a Luengo también le ha resultado llamativa la ausencia de ciertos charcos en los que se podría intervenir para mejorarlos, como El Golete o El Porís en Tenerife, o incluso, ejecutar nuevos enclaves en ámbitos urbanos deteriorados, como plantea en su libro. “El caso emblemático en Canarias es el charco de Las Américas, en Arona. Hubo un conflicto eterno con la construcción de la playa artificial que eliminaba la zona porque introducía obra dentro del mar. Pero de la misma forma que se ejecutó el charco de La Laja en Gran Canaria, que se hizo excavando y no alteró la trayectoria de la ola, en Las Américas se presenta la oportunidad para hacer un charco de 30 x 600 metros en un sitio de alta intensidad de uso”.
El Plan director no contempla la construcción de nuevos charcos, pero sí añade que en el futuro esta actuación podría contemplarse, ya que estima que existen espacios adecuados. Y propone que el criterio principal para seleccionar el lugar debe ser que se encuentren en una posición buena estratégicamente. Además, todo proyecto que se vaya a ejecutar en un charco debe contar un estudio de impacto ambiental; se realizará una evaluación de impacto ambiental si está incluido en una Zona de Especial Conservación y se realizarán inventarios del medio marino para estudiar la biodiversidad de la zona. También se contempla eliminar elementos del entorno en desuso o su integración en el paisaje.
De llegar a ejecutarse las obras, aconseja que un órgano competente asuma el seguimiento y control de las acciones. También plantea crear una red con los 492 charcos inventariados y ofrecer información en webs oficiales, dando mayor relevancia a los que tienen interés turístico. También recomienda crear un logo unitario para promocionar estos espacios, con rasgos distintivos para cada isla y un mapa con la ubicación de los charcos.
“Hay que quitar cosas del plan y hay que introducir otros charcos que deberían estar y ver exactamente el nivel de intervención en cada uno”, considera Luengo. Cualquier acción en un enclave natural puede suponer, por mínima que sea, la aparición de otras. “Pueden empezar a aparecer las rampas, las papeleras, las duchas o las barandillas, eso se debe moderar”. Por ello, el arquitecto apunta que en aquellos espacios vírgenes de gran valor paisajístico, “el que quiera charcos, que baje el risco, no valen accesos”.
Estos son todos los charcos objeto de intervención recogidos en el Plan director, que incluye la inversión a realizar por cada actuación y la prioridad:
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