El sueño de Abou, el niño futbolista llegado en patera que intenta rehacer su vida pese a las trabas de la FIFA
“Había un problema. Mamá tenía hijos y no tenía dinero para cuidarlos”. Abou sostiene su bolsa de deporte y aguarda impaciente en la puerta de los vestuarios a que llegue la hora de entrenar. Llegó a la costa de Fuerteventura solo desde Costa de Marfil en junio de 2020, pero su odisea comenzó hace siete años, cuando su madre abandonó el hogar para llegar a Francia a través de la ruta de Libia. Con 11 años, se convirtió en cabeza de familia. “Ella trabajó y ahorró un poco de dinero para irse a París a buscar una vida mejor”, recuerda. Él, a petición de su madre, hizo lo mismo. Tomó un avión a Marruecos y desde allí cogió una patera hasta Canarias. Entre las personas que viajaron con él había tres menores no acompañados más. De todos los niños, Abou era el mayor. “Salimos a la una de la madrugada y llegamos a las cinco de la tarde”, recuerda con detalle. En diciembre, su vida comenzó a recomponerse gracias a una familia de acogida y al fútbol.
Víctor y Adelaida subsisten gracias a un pequeño negocio familiar de alimentación situado en La Laguna, Tenerife. Hace unos años entraron en el programa de acogida de menores extranjeros no acompañados del Gobierno de Canarias, pero la pandemia lo paralizó todo. Fue en diciembre cuando recibieron el aviso de que había un niño en un centro de Fuerteventura que necesitaba con urgencia formar parte de una familia. “El equipo de psicólogos y trabajadores sociales concluyeron que la situación en el recurso de acogida no era la más adecuada para él”, cuenta Víctor.
Ahora Abou forma parte del club de fútbol base de Tegueste, la cuna del internacional español y del F.C. Barcelona Pedri, y ve en este deporte la posibilidad de ayudar a su familia. Por el momento, debe conformarse con entrenar, ya que la FIFA no le permite federarse para jugar en la competición insular. Una tarde, el pequeño marfileño llegó por primera vez a la cancha de Tegueste. “Fuimos solo a preguntar si podía inscribirse y lo primero que hicieron los miembros del club fue sacarle unas botas para que empezara a jugar”, recuerda su padre de acogida, Víctor Afonso.
La pasión de Abou por este deporte ha reconciliado a Víctor con el fútbol. “Nunca me ha gustado ese fútbol de coches de multimillonarios, pero ahora lo veo como una herramienta de integración para los niños”, confiesa. Además, entrenar ha permitido a Abou “despejar la mente” y hacer amigos. “A él le alivia ir a un lugar en el que solo tenga que jugar. No hacen falta palabras, solo pasión”, cuenta su padre de acogida en el interior de los vestuarios, que se han convertido en la segunda casa del niño.
Sin embargo, en el camino siguen sorteando obstáculos. El último, las dificultades para poder federar a Abou y que juegue en la liga insular. Carlos, su entrenador, nunca se había enfrentado a una situación igual. “Es una pena que él sea el único niño al que no puedo convocar para los partidos de los fines de semana, aunque no falle ni a un solo entrenamiento”.
La normativa de la FIFA, según explica Carlos, prohíbe fichar a extranjeros de menores de 18 años para evitar así traspasos entre clubes que puedan derivar en explotación infantil. El entrenador defiende que debe haber “excepciones a la regla” y pide que se valore el caso para que Abou pueda jugar. El 18 de abril comenzó la “lucha” y el vaivén de papeles. Entre ellos, una carta del niño explicando por qué necesita federarse. Pero “el gran problema de Abou” en la actualidad “no tiene una fácil solución”. Víctor asegura que esta decisión contradice la ley española de 2007 que pretendía poner fin a la discriminación en el deporte. “Él ahora está en una familia de acogida y sus derechos deben ser los mismos que los de un niño adoptado. Les privan de algo que podría ser bandera de la integración y la fraternidad”, concluye.
No jugar partidos ha librado a Abou de sufrir comentarios racistas. “Puede que hubiera tenido que escuchar algún comentario”, apunta Carlos. Tanto el entrenador como la familia de acogida lamentan la persecución que los niños y niñas migrantes han vivido: “Es una vergüenza que se criminalice a niños que tienen que dejar a su país y a su familia”.
Ahora, la unidad familiar sigue recibiendo apoyo de psicólogos y trabajadores sociales que permitan a Abou, entre otras cosas, a liberarse de las pesadillas que le persiguen. Además, se encuentran inmersos en un proceso que permita la reagrupación de Abou con su madre en Francia. “Va a ser duro, pero cuando entras en el programa de acogida tienes asumido que es algo temporal”, apunta su padre tinerfeño. El niño se comunica a diario con su madre biológica y también con su abuela y su hermano pequeño de nueve años, que siguen aún en Costa de Marfil. “Mi madre quiere que mi hermano venga, pero no hay manera”, relata el marfileño.
Mientras tanto, no pierde el tiempo y no desaprovecha ningún balón. Cada patada es un paso más hacia su sueño: ser delantero y recuperar la vida en familia que perdió en 2014. Víctor lo observa con cariño y orgullo: “Es su pasión. Lo necesita como el pan de cada día”.
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