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“Los menores víctimas de violencia de género sufren el mismo tipo de trauma que los que sufren la guerra”

“Los menores víctimas de violencia de género sufren el mismo tipo de trauma que los que sufren la guerra”

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Los menores víctimas de violencia de género fueron invisibles durante años. Fue en 2013 cuando se comenzaron a contabilizar en España a estos niños y niñas y  tan solo en cinco años la cifra es, cuando menos, impactante. 221 menores huérfanos y 25 asesinados, según Save the Children. En estos datos no figura el número de damnificados por vivir en sus casas episodios diarios de violencia machista. La vocal de igualdad y violencia de género del Colegio Oficial de Psicología de Las Palmas, Virginia Suárez, resalta la importancia de tener en cuenta a los pequeños. No contar con ellos es “perpetuar la violencia de género”.  La trascendencia del tema es tal que “los menores víctimas de violencia de género sufren el mismo tipo de trauma que los menores que sufren trauma de guerra”.

Suárez resalta que hasta 2015 los menores víctimas de violencia de género eran “total y absolutamente invisibles”. El argumento que se utilizaba es que a ellos no se les agredía físicamente y que por ello no eran tomados en cuenta. La psicóloga, que durante muchos años trabajó con mujeres y menores víctimas, explica que la violencia psicológica a la que están sometidos y tener que presenciar continuamente la situación de maltrato hacia la madre y las conductas violentas del padre les genera un trauma vicario (estar expuesto de forma continua a situaciones angustiosas).

Reconocer a los niños y niñas como víctimas de violencia de género no ha sido un trabajo fácil. Ha habido mucha presión por parte de las asociaciones, entidades y grupos de mujeres que durante años han luchado para que se reconozcan los derechos de los menores. Save the Children, al igual que profesionales de la psicología, trabajadores y educadores sociales, ha tenido su responsabilidad en este logro.

El problema radica en que los pequeños que hayan vivido en contextos de violencia durante su vida pueden tender a repetir patrones. Las niñas pueden volver a ser víctimas de violencia de sus parejas desde muy jóvenes, tiene consecuencias en niños que son diagnosticados con traumas, altamente medicados en la adolescencia y que cuentan con conductas problemáticas. “Si no vemos a los niños y a las niñas víctimas de violencia de género no estamos haciendo la verdadera prevención de la violencia y la salud mental”, avisa la psicóloga.

La representante de igualdad del Colegio Oficial de Psicología de Las Palmas reconoce que trabajar con menores víctimas de violencia de género es “muy bonito”, pero “muy duro.” El primer paso es hacer una entrevista en profundidad con la madre cuyo objetivo es valorar la situación de violencia que se ha vivido en casa y desde cuándo para, a continuación, empezar a trabajar con ellos. Es importante ser conscientes de lo que ocurrió en la época gestacional. Suárez explica que se ha demostrado empíricamente que el no desarrollo del feto está influido por los niveles altos de cortisol de la madre, es decir, el estrés que pudo llegar a vivir. Si durante el embarazo existía violencia en el núcleo familiar, el bebé es víctima de la violencia del padre incluso sin haber llegado al mundo.

En este punto hay que tener en cuenta que cada situación es única y hay que mirarlos como casos particulares. Los resultados se empiezan a ver a largo plazo, ya que en muchas ocasiones “son niños con un apego desorganizado y desestructurado”, observa la psicóloga. Las buenas noticias vienen cuando los menores llegan a entender de dónde vienen y por qué han llegado a vivir estas situaciones. “Cuando un niño es capaz de entender y comprender las cosas, todo es mucho más rápido y mucho más fácil”, aclara. “Es un trabajo muy largo y una intervención muy lenta que va muy despacio porque estamos todo el tiempo hablando de trauma y al trauma tenemos que acercarnos de una forma muy precisa”.

La profesional hace hincapié en la importancia de trabajar con estos menores y subraya la necesidad de tener en cuenta que hablar de un menor víctima es hablar de un padre que está detrás. Abordar la situación es “muy complicado”, porque en muchas ocasiones los pequeños sienten que están faltando a la lealtad de su padre o, incluso, sienten miedo. “Hay que ser muy cuidadoso cuando trabajamos con ellos porque al fin y al cabo es su padre y eso hay que respetarlo”, apunta.

Por ello, cree que deberían existir más servicios de atención exclusiva para niños y niñas. En la isla de Gran Canaria, la red insular de violencia de género del Cabildo no cuenta con un servicio exclusivo para trabajar con menores. Se suele compartir el profesional que trabaja con la madre. “Lo ideal es que haya equipos especializados solo para menores y equipos especializados solo para mujeres, ya que los ritmos de trabajo son diferentes”, recalca. No obstante, aplaude la labor que se hace en la isla de Tenerife, donde existen cuatro unidades especializadas.

Otra de las políticas pendientes en Canarias es la implicación de la Atención Primaria con estos menores. Los médicos de familia que son conscientes de que entre sus pacientes hay víctimas de violencia de género deberían tener en cuenta si esas mujeres tienen hijos y comunicárselo a los pediatras, ya que “probablemente van a desarrollar determinados trastornos o enfermedades psicosomáticas que provienen de la situación de maltrato. Los menores siguen invisibles a los ojos de los centros de salud canarios”, advierte.

Virginia Suárez resalta que el perfil de víctima no existe. “Lo que hay alrededor de la victomología de violencia de género son muchos mitos que la sostienen”. La psicóloga cree que si de verdad existiera un prototipo el problema se hubiera atajado mucho antes. La misma situación se da con los pequeños. Los casos dependerán de la estructura de la familia de la que provenga, aunque es cierto que, si existe precariedad familiar, el maltrato puede llegar a ser mayor.

Sobre la relación de los menores con su maltratador, explica que muchos se posicionan al lado de ellos, ya que es su padre y es “la figura fuerte de la familia”. Otros se acercan y tratan de apoyar a la madre. “El posicionamiento de un niño con respecto a su papá va a depender mucho del tipo de violencia, de las circunstancias familiares y de que haya pasado en ese contexto familiar además del orden que ocupe en la familia”.

Son niños que acuden a las consultas “atemorizados”, cuenta, al igual que ocurre con las mujeres víctimas de violencia de género“.  La psicóloga aclara que lo primero que tiene que hacer una víctima para salir del problema en el que vive es reconocerlo. ”Muchas veces no se reconocen porque no saben ni quien son directamente. Han perdido la perspectiva de quiénes son. El maltrato es tan grande que llega un momento en el no recuerdan quiénes eran“, sostiene. ”Tienen que volver a encontrarse de nuevo“, sentencia Virginia Suárez.  

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