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Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Nostalgias

‘Manos’

Nieves González Arrocha

Olvidé ponerme el reloj. Parecerá una tontería, pero cada día al levantarme lo primero que hago es darle un beso de buenos días a Julia, prepararle un café y colocar el reloj en mi muñeca derecha. Son pequeñas acciones que repito de manera casi inconsciente, manías de viejo, quizás, pero son mis manías y despistarme de hacerlo me supera.

No es la primera cosa que olvido, ni tampoco la más relevante. Al principio fueron detalles sin importancia como fechas, números de teléfono…, algo normal en esta época que vivimos, donde casi todo lo llevamos anotado en el teléfono móvil. Más tarde fueron dudas que podría tenerlas cualquiera: ¿dejé la plancha enchufada?, ¿cerré el coche?, ¿apagué el televisor?... Siempre he sido una persona muy despistada, así que esto tampoco me alarmó de manera exagerada.

Pero desde hace un par de meses la cosa se está poniendo más seria. La semana pasada regresé del supermercado en taxi porque olvidé dónde había aparcado el coche y esta mañana he visto dos notas sobre mi mesilla de noche que no recuerdo haberlas escrito, pero ahí están, de mi puño y letra…

Y esto no es lo único, porque cada día se repiten episodios que crean desconcierto. Es por esto que un día decidí colocar cámaras en toda mi casa, al mejor estilo Gran Hermano, y así poder ver qué pasaba cuando mi mente desconectaba. Las primeras horas captadas fueron un aburrimiento -ahí me di cuenta de que mi vida no era muy emocionante-, pero a medida que llegaba la tarde parecía que lograba animarme y la grabación se ponía interesante. Lo mismo me daba por ir del salón a la cocina, ida y vuelta hasta en cuatro ocasiones seguidas y sin sentido aparente, como me ponía a bailar y a cantar con unos calzoncillos en la cabeza al ritmo de un tango de Juan Carlos Cobián. Alucinaba muchísimo al ver aquellas imágenes de mí, capaz de cantar una letra que ahora no puedo reproducir. Realmente era ajeno a todo lo que había sucedido durante ese espacio de tiempo… Aunque he de confesar que hacía tiempo que no veía ese brillo en mis ojos, esa manera de divertirme, de ser feliz. Bueno, y tengo que admitir que me partí de la risa viéndome de aquella guisa, ¡qué pintas!

Julia es mi gran apoyo. Adoro cuando susurra el nombre de mis nietos al oído si me nota muy perdido delante de ellos. Disfruto de esos momentos en los que nos reímos juntos al darnos cuenta, ya en la calle, que llevo puesta una chaqueta suya. Pienso en la que voy a liar cuando pierda la chaveta del todo, ¡jajajá! Espero que sepa perdonarme y tenga presente todo lo que la quiero.

Reconozco que no es fácil vivir así. Al principio costó mucho aceptarlo, de hecho aún tengo días y momentos en los que lo recuerdo, me enfado, me frustro, lloro. Pero cuando olvido mi condición, vivo. Soy feliz, adoro mi vida, mi familia y por supuesto todas mis grabaciones. Y sí, mis recuerdos están desordenados, no tienen mucho sentido…; es como soñar todo el rato: digo disparates, hago locuras y suelto tremendas carcajadas cada vez que me veo. Pero ¿qué es la vida sin soñar?, ¿qué es la vida sin humor?, ¿qué es la vida sin amor? Además, deseo emprender un viaje y, y, y… ¿Qué les estaba contando?... Eh...“Nostalgias / de escuchar su risa loca / y sentir junto a mi boca / como un fuego su respiración”... ¿Les conté que olvidé ponerme el reloj? Parecerá una tontería pero...

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