“Escribir es una vía de escape a otro mundo”
Quien con el tiempo quiera saber cómo fue el Santander del siglo XX podrá consultar las hemerotecas y los libros de historia, pero se quedará sin apreciar el 'spleen' de un tiempo que solo queda recogido en la literatura y en el arte en general. Muchas son las novelas que han estado ambientadas en la ciudad, pero pocas han tenido la acogida y han sabido convertir en protagonista a una ciudad. Este es el caso de 'Felicidad', de Carmen Quintana Cocolina (Santander, 1986), quien con su novela rinde tributo a su familia, pero también a un marco urbano que conoció la emigración, las penurias de la posguerra y los principales cataclismos de una ciudad.
En este libro, la escritora y periodista retrata varias generaciones de una familia que son varias generaciones de santanderinos, con sus ilusiones y sus miedos y el paso del tiempo como gran desencadenante de la emoción. La autora, que trabaja en la Escuela de Escritores y hace su doctorado en la Universidad de Islandia y en la Complutense de Madrid, atiende a eldiario.es desde Reikiavik.
Cándido y Feli existieron y formaron parte de su familia. ¿Es 'Felicidad' un ejemplo de lo que ahora se llama autoficción? ¿Hasta dónde llega la realidad y dónde empieza la ficción?
Creo que tiene poco de autoficción porque es una historia basada en la vida de mis abuelos, no en la mía. 'Felicidad' es una novela que mezcla realidad y ficción, es cierto. Sin embargo, yo pongo muy poco de mí misma como Carmen, soy un personaje muy secundario, una de las nietas, que no tiene especial relevancia en la historia.
Tampoco soy el narrador, de hecho, he tratado de separarme lo más posible de él. No quería impregnar la novela con los sentimientos que a mí me producía estar escribiendo la historia, y he optado por un narrador en tercera persona omnisciente que fuera capaz de seguir las vidas, unas veces de Cándido, y otras de Feli, como si fuera detrás con una cámara, de una forma objetiva, y dándoles a ellos la voz para expresarse. Los protagonistas de la novela son Cándido y Feli, que se basan en cómo eran mis abuelos y no les he cambiado el nombre. Algunos personajes secundarios que aparecen se fundamentan en personas reales, otros no, pero he cambiado sus nombres, sus personalidades o sus vidas.
Quería hacer un homenaje a mis abuelos reescribiendo su historia novelada. He elaborado a estos dos personajes a partir de la personalidad, las emociones y los datos que tenía sobre sus vidas. Por ejemplo, es cierto que mi abuelo era una persona positiva, optimista y que trabajaba en los ferrocarriles, o que mi abuela no pudo ir mucho tiempo al colegio y que trabajó vendiendo pescado y limpiando casas. Sin embargo, los episodios que describo en la novela, sobre todo los de su juventud y edad adulta son totalmente inventados. Los he imaginado a partir de los datos que tenía y los que investigué antes de escribir la novela.
¿Coincide en que uno de los personajes del libro es Santander? La ciudad como personaje impregna toda la novela a través de su historia reciente y algunos acontecimientos, como el incendio de 1941.
Sí, en esta novela presté especial atención a los espacios ya que tanto para el desarrollo de la historia como para los personajes eran muy importantes. Santander podría considerarse como un personaje, y también la playa, el mar, la Virgen del Mar y sobre todo la casa de Cándido y Feli.
Para poder hablar de Santander, aunque yo sea de aquí y conozca muchas cosas de su historia, me documenté sobre episodios que habían ocurrido durante el siglo XX como, por ejemplo, el incendio de Santander, o sobre datos más prácticos como hasta cuándo estuvieron en funcionamiento los tranvías y los trolebuses, cómo era el mundo del boxeo en Cantabria, o cuándo se construyeron las casas de la Renfe.
Para mí, Santander es hoy en día mi casa. Llevo viviendo fuera de esta ciudad trece años, y en ese tiempo he pasado por siete países diferentes, pero Santander sigue siendo el lugar en el que más años he vivido y lo sigo sintiendo como mi ciudad, mi hogar. Aquí pasé mi infancia, y guardo muchos recuerdos; aquí tengo a mi familia y a muchos de mis mejores amigos.
Más personajes: el tiempo y la enfermedad o mejor el declive físico asociado al paso del tiempo. ¿No es un poco arriesgado en alguien tan joven abordar precisamente el paso del tiempo?
Quizá sí. Durante mi infancia y parte de mi juventud pasé mucho tiempo con mis abuelos y el tiempo que los conocí, los vi transitar por diferentes etapas de su vida y por diferentes procesos evolutivos o devolutivos. Con esta historia, yo no pretendo hacer un alegato sobre el paso del tiempo en general sino contar cómo fue el paso del tiempo para mis abuelos, a los que conocí bien, y todo esto, como ya he dicho antes, de una forma novelada.
Tiene formación como periodista y se está especializando en literatura. De hecho, es profesora en la Escuela de Escritores de Madrid. ¿Hasta qué punto un escritor es o necesita hacerse? Parece un mito recurrente que el escritor no necesita aprender, que le basta con escribir, pero creo que no está muy de acuerdo con esto…
Está claro que la aptitud juega un papel muy importante en la escritura, pero creo que todos los escritores necesitan formarse, aprender, hasta los de mayor talento. Yo les digo a mis alumnos que para escribir bien tienen que cultivar dos costumbres básicas: leer mucho y escribir de manera frecuente.
La escritura es un trabajo y, como todo trabajo, conlleva dedicación, estudio (en el caso de la escritura, lecturas) y práctica. Puedes tener mayores o menores habilidades naturales, talento para la escritura, pero todo siempre se puede mejorar.
En los cursos de escritura trabajamos tanto la técnica como la creatividad de cada uno en busca de un equilibrio. Hay muchos tipos de escritores, tantos como tipos de personas, pero en general pienso que en la escritura, como en cualquier otra profesión, está el adelantado, el que siempre lo hace bien y que busca un continuo desarrollo personal, el profesional medio que hace bien las cosas pero no busca un valor añadido, y el que siempre lo va dejando, le faltan ganas para hacer las cosas, para aprender…
¿Cuáles son sus influencias?
Hay muchos escritores que me influyen y me inspiran, tanto nacionales como extranjeros. Me gusta mucho leer y lo he hecho desde que tengo memoria. Tengo escritores de cabecera como Carmen Martín Gaite que, además de leer sus libros por pasión, la estudio ya que mi doctorado se centra en su obra. Este libro, 'Felicidad', está influenciado por ella y por otros escritores del siglo XX como Delibes, Sánchez Ferlosio o Ana María Matute, por el tema que trabajo y las costumbres y tradiciones que quería describir.
En general, me suelen influir los escritores que se arriesgan un poco, que experimentan, que son originales. Jhumpa Lahiri me gusta mucho, Chimamanda Ngozi Adichie, Auður Ava Ólafsdóttir, Nabokov, Orwell, Voltaire… Voltaire tiene mucho que ver con la historia de 'Felicidad'. Cuando vivía en Bruselas leí el libro de 'Cándido (o el optimismo)' de Voltaire. Es un cuento largo en tono filosófico, una metáfora sobre cómo encontrar la felicidad. El protagonista, Cándido, es un optimista empedernido al que no le importa cuántos problemas se le pongan por delante porque él tiene claro que todo sucede para bien y que vive en el mejor de los mundos posibles. Esta historia guarda relación con mi libro en muchos aspectos, y puse un fragmento de esta al principio del libro a modo de epígrafe.
Fue accésit de los Premios Hierro por 'Lugares', en 2016. ¿Qué significan los premios en su carrera?
Los premios son una forma de reconocer el valor de un texto literario, aunque no la única. No todos los premios son iguales, ni todos los jurados. Para mí, presentarme a premios ha sido hasta ahora sobre todo una manera de poner a prueba mi escritura y de marcar fechas límites para terminar un poema o un relato; un método de trabajo para seguir escribiendo, para tener constancia y escribir de manera frecuente. Muchas cosas después no las he enviado, pero me ha servido para practicar, para escribir.
Me gustaría que me contara cuáles son sus hábitos de escritura y, sobre todo, ¿por qué escribir?
Escribo porque me acostumbré a expresar mis emociones a través de la forma escrita. De pequeña me gustaba imaginar historias y algunas de ellas las ponía por escrito. Otras eran reales y las escribía en diarios, pero lo que más hacía era inventar, incluso historias sobre mí misma viviendo otras vidas diferentes a la que tenía.
Para mí escribir es una vía de escape a otro mundo. Cuando tengo una historia en la cabeza, me acompaña durante todo el día, aunque no esté escribiendo en ese momento. Puedo estar con amigos o en el supermercado y de repente se me ocurren nuevas ideas que tienen relación o no con lo que estoy viviendo en el momento. Esto ocurre de forma más frecuente cuando el texto en el que estoy trabajando es más largo, como con la novela de 'Felicidad'. Mientras estuve escribiendo la historia pasé más tiempo en el mundo de Cándido y Feli que en la realidad.
Mi forma de trabajar es bastante metódica y siempre parte de un mismo punto: una historia que me obsesiona. Con 'Felicidad', una vez que la idea de escribir esta historia no podía salir de mi cabeza, me puse a investigar, a documentarme, sobre Santander, sobre la sociedad en diferentes periodos del siglo XX en una ciudad de provincias, sobre la historia de mis abuelos… Después hice una estructura de la novela por capítulos (que han ido cambiando a medida que escribía la historia). Cuando tuve la estructura y lo que más o menos tenía pensado poner en cada capítulo, me dediqué a escribir, a escribir sin preocuparme de editar mucho, me dejé llevar. Esta fue la parte más creativa y probablemente la más satisfactoria. A partir de que tuve en mis manos el primer manuscrito, lo edité muchas veces hasta quedarme contenta con el resultado.