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Entrevista

Àlex Gutiérrez, periodista: “TV3 era monárquica porque Pujol no se fiaba del PSOE”

El periodista Àlex Gutiérrez

Pau Rodríguez

13 de diciembre de 2021 22:03 h

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Los días de octubre del 2017, en que el 155 planeaba sobre las distintas instituciones de Catalunya, en TV3 había una cámara a punto las 24 horas del día. Para poder grabar si entraba la Guardia Civil. ¿Por qué no se intervino finalmente la cadena? Àlex Gutiérrez, periodista catalán especializado en medios de comunicación y actual redactor del diario ‘Ara’, comenzó indagando en este episodio, pero se dio cuenta rápidamente de que había demasiados capítulos de la historia de la cadena sin explicar. No había un libro que contase su recorrido desde una perspectiva política, con sus entresijos, presiones y disputas desde que nació en 1983 la gran empresa pública de comunicación en Catalunya

Ahora, tras entrevistar durante dos años a los principales periodistas, directivos y políticos vinculados a la cadena, publica ‘Objectiu TV3’, una larga intrahistoria de los 38 años de la televisión pública catalana. El libro es testimonio de cómo TV3 ha sido desde sus inicios uno más de los campos de la batalla política en Catalunya. En una jugosa anécdota, Gutiérrez explica que ante las quejas de Pilar Rahola, entonces diputada de ERC en el Congreso, de que nunca la sacaban en la tele, Pujol le respondió: “No es censura, es control de los intereses de Catalunya. Me hace daño, Rahola”, en una evidencia más de que Pujol solía confundir los intereses de Catalunya con los de su partido.

TV3 fue en su día inicialmente una cadena monárquica, aunque también se convirtió una de las primeras que hizo sátira del rey. Es conocido que la Casa Real llamó a Pujol y este hizo los propio con el director de TV3 para pedir la cabeza de Miquel Calçada, que había hecho burla de la monarquía en el programa Persones Humanes. La dirección lo mantuvo, aunque el programa siguiente se emitió en diferido por si acaso. 

A lo largo de la entrevista, Gutiérrez se muestra más cómodo en el papel de cronista de TV3 que a la hora de dar su opinión sobre la cadena. Pero no lo rehúye. De hecho, termina el libro con un decálogo de propuestas. Sobre su pluralidad, eterna discusión que rodea a la cadena, este periodista defiende que debe “reconquistar la transversalidad” sin renunciar a tener una mirada propia sobre Catalunya y el mundo. Con una gobernanza menos política, con financiación a la altura y sin renunciar al catalán.

En la historia de TV3 hay una especie de pecado original, que es la primera dirección de Alfons Quintà, un periodista de métodos abominables pero sus entrevistados le atribuyen parte del éxito del arranque.

Excepto con Jaume Roures [fue periodista de TV3 en su primera etapa], que es el único inequívocamente crítico con la contribución de Quintà, realmente el resto de personas con las que he hablado, que son bastantes, coinciden que el impulso que da a TV3 es innegable. Al margen de sus barbaridades, claro. En un momento en el que nadie sabia cómo hacer una tele si no era replicar el de TVE él aportó un modelo distinto, abierto y con vocación nacional e internacional.

Pero quiero pensar que su visión del trabajo hoy sería intolerable, desde el acoso constante a los trabajadores a sus arbitrariedades. En el libro cuento cómo a un candidato que acudió a una entrevista con manga larga, pese a ser verano, Quintà lo rechaza porque deduce que es un heroinómano. Hacía este tipo de cosas. A Roures lo echó un día por cómo vestía. Al día siguiente, Roures volvió al trabajo y Quintà no solo no se reafirmó en el despido, sino que le dio dinero para que se comprase trajes. Quintà dejó una estela de dolor en muchas personas, tanto en su vida como en su escaso paso por TV3. 

Para entender el nacimiento de TV3 resulta clave explicar también las trabas que se ponen desde TVE y el Gobierno para ponerla en marcha. ¿Por qué?

En TVE había la idea de un grupo de profesionales, y en el ámbito político y cultural, de que Catalunya debía tener una televisión en catalán, pero que esta la tenía que servir TVE. Y se trabaja en ese tercer canal. Pero se encalla, porque desde Madrid lo ven como un gasto fuerte y que perderán audiencia para su primer canal en Catalunya. Y luego está la cuestión política; la concepción centralista en el primer felipismo, aunque después los pactos con Pujol lo rompen. TVE pretendía que la televisión en catalán fuese folclórica en el peor sentido del término, que hiciese castellers y caramelles. Pero de pronto se dan cuenta de que TV3, cuando nace, les roba la serie Dallas. TVE va a comprar los derechos y se encuentran con que la cadena catalana ya lo ha hecho antes.

Jordi Pujol impulsó TV3 como una herramienta claramente de construcción nacional y de creación de identidad. 

Totalmente. Él es consciente de la fuerza de los medios de comunicación, pero hasta entonces no había tenido mucha fortuna en sus experiencias con los medios, como con el diario Avui, que no acababa de consolidarse. Él tenía muy claro que era una herramienta fundamental de difusión del catalán. Y así lo ha sido.

El debate sobre la politización de TV3 es tan antiguo como el origen de la propia tele y de ello habla usted bastante en el libro. Para empezar: ¿hasta qué punto la controlaba Pujol?

Un exdirector general de TV3 me explicó que antes de aceptar el cargo, Pujol le hizo una metáfora de rugby: la touche. Un jugador debe sacar la pelota en medio de dos hileras de jugadores rivales y debe hacerlo justo en medio, porque si lo hace claramente hacia su bando el árbitro pitará. Pero si lo decanta un poco hacia el suyo, sin que se note… Pujol mandaba y tenía TV3 bajo su vigilancia. Y Lluís Prenafeta [conseller de Presidencia y mano derecha del president] mandaba. 

Es cierto que Joan Granados, director general durante 12 años, hacía bastante de pararrayos, y por lo tanto en la casa tienen buen recuerdo de él. Pero luego había vetos. Como por ejemplo al periodista Enric González, al que quisieron fichar para el programa 30 minuts. Él deja El Periódico, llega a TV3, firma el contrato… Y entonces pasan las horas y la empresa no lo firma. Hasta que le dicen que Prenafeta ha dicho que no se firme el contrato. Había control y vetos. Pujol no dictaba editoriales, pero su gente afín tenía capacidad de coger esa pelota de rugby y decantarla hacia sus intereses políticos. 

Resulta curioso porque Pujol se quejaba que la plantilla de TV3 era de izquierdas.

Es que tras muchos años de lucha antifranquista es el momento de la izquierda. Y en general es fácil que los periodistas se identifiquen con los valores del progresismo (aunque ahora quizás esto haya cambiado). En este sentido, el método de Quintà de fichar a gente, que era absolutamente arbitrario y aleatorio, favoreció que CiU no entrase de forma sectaria en la tele, aunque probablemente el partido tampoco había creado entonces a los periodistas afines que acabó teniendo. 

Y después había un punto paternalista de Pujol, que hacía sus tours por los pueblos y le pasaba al periodista de TV3 un papel con las preguntas que quería. Y el redactor lo hacía o no. ¿Era una presión? Sí, claro. Pero este no es el centro del problema. El problema eran los vetos a hablar de alguien o a fichar a determinadas personas para la tele. 

Una de las cosas del libro que sorprenderá a las generaciones más jóvenes es que TV3 era profundamente monárquica. 

Hay poca información de fondo sobre TV3 y hay una parte de la historia que las nuevas generaciones ni se imaginan, porque hoy la tele se identifica como republicana. Fue monárquica porque Pujol no se fiaba del PSOE y quería tener a favor al rey. Una de las frases que desvelo en el libro es la confidencia que le hace la reina Sofía a Joan Granados, director general. “Es que los socialistas no nos sacan, nos sacáis más vosotros”, le dice. ¡Esto es muy fuerte dicho por la reina!

Vinculado al rey está uno de los episodios más polémicos de la historia de la tele: el intento de echar a Miquel Calçada del programa Persones Humanes por haber hecho sátira de la monarquía. 

Ahora, por suerte, la monarquía está en un plano de casi normalidad en lo que respecta al tratamiento de los medios. Pero antes no se publicaba nada. Y a TV3 se le ha de reconocer haber sido de los primeros medios que empuja para que esta institución pueda ser criticada como las demás. Ese episodio generó además de rebote la dimisión de El Gran Wyoming en La 2. Tuvo un impacto que superó Catalunya. Wyoming dimitió porque quería invitar a Quim Monzó [el escritor catalán había sido protagonista de la sátira a la Casa Real en Persones Humanes] a su programa y en TVE se lo vetan. 

¿Qué hace que una televisión esté más o menos marcada políticamente?

Es una mezcla de varias cosas. Lo que hay es una suma de presiones, de capacidad de nombrar personas en lugares sensibles… Que los partidos puedan nombrar los miembros del Consejo de Gobierno de la tele tiene un cierto sentido, porque la cadena responde ante el Parlament. Se puede discutir el modelo, pero es comprensible. Lo que no lo es es que durante la mayor parte de la historia de TV3 el president de la Generalitat nombrase al director. Este es un vínculo perverso. Y esto pasaba de forma directa en el pujolismo. Después se han cambiado las fórmulas, pero lo cierto es que difícilmente llegas a ese cargo sin el beneplácito del president. El Consejo de Gobierno escoge en función de lo que pactan los partidos. 

En el plano económico y de funcionamiento de TV3, ha preguntado a muchos exdirectores sobre la contratación de las productoras, para saber si se ha favorecido excesivamente el negocio de algunas de ellas. ¿Qué conclusión extrae?

Lo que muestra el libro es que durante algunas etapas previas a 2012 había contrataciones que eran incómodas. Todos los controles que se han añadido a partir de entonces para contratar programas, que fijan el margen comercial que deben tener las productoras, son la respuesta evidente a la noción que había en TV3 de que los márgenes comerciales eran tan amplios que permitían a algunas productoras usar ese dinero de formas anómalas. Había empresas de comunicación que hacían campañas gratuitas a CiU porque a cambio les habían dado un muy buen contrato televisivo. Y está el caso de la productora Triacom, a quien un empresario dice que facturó 750.000 euros por indicación de Convergència y por trabajos inexistentes para cobrar dinero que le debía el partido. No se ha podido demostrar que hubiese conciencia desde TV3 para hinchar ese precio, pero la cadena queda evidentemente en mala posición. Triacom estaba dirigida por un exgerente de la TV3.

Albert Sáez, expresidente del Consejo de Gobierno de la Corporación durante el último Tripartit, da a entender que Mediapro, de Jaume Roures, era intocable.

Constata que había unas votaciones en el Consejo que él siempre perdía, en las que todo el mundo se ponía de acuerdo, que eran las de Mediapro. Es cierto que Mediapro ha tenido una entrada muy fuerte en TV3. Pero también es cierto, sobre el discurso hacia ciertas productoras, que producir tele no está al alcance de cualquiera. Que unas empresas tengan muchos programas guarda cierta relación con su capacidad de producir. Mediapro es un monstruo: se ha comido al Terrat, hace series, produce eventos deportivos… Esto no lo hace nadie en Catalunya.

En el ámbito económico, los años más duros son los de los recortes a partir de 2012, cuando de la plantilla de más 2.000 trabajadores se marchan 285. Lo sorprendente es que esto ni siquiera sirvió para adelgazar el presupuesto de la cadena. ¿Cómo es posible? 

Es bastante gordo. Por las indemnizaciones y los retornos posteriores de lo que se había recortado. La conflictividad laboral envenena las relaciones con la empresa durante años, finalmente se pacta una salida de trabajadores y no acaba marchándose nadie que no quisiese. Pero aun así, y pese a la guerra civil interna que se desató, no se consigue menguar la masa salarial. El tema es: ¿se debería reducir?

Es el gran debate sobre si TV3 está o no sobredimensionada. ¿Usted cree que lo está?

Aquí hay una disyuntiva. Tú puedes tener una tele donde todo se hace internamente. Es un modelo. A mí me parece que este modelo tiene inconvenientes graves, porque te condena a la rigidez, a hacer lo que sabes hacer solamente, y no puedes comprar talento externo. Luego, si decidimos que debemos poder comprar más fuera, o tenemos más recursos que ponga la Generalitat –porque con publicidad no está pasando– o se baja la masa salarial para liberar, entre comillas, recursos. Si se opta por esto, lo que está claro es que solo se puede hacer a unos cuantos años vista y de forma no traumática, no aplicando procesos de empresa privada. Porque no es posible. 

Tras la etapa del conflicto laboral llega la del procés y el 1-O. ¿Cómo marca esto TV3?

En primer lugar, el españolismo más confrontacional, el que puede encarnar Ciudadanos, pone el cuerno contra TV3 y la considera la madre de todos los males. Supera la crítica razonable, que se puede hacer, para hacer una campaña de demonización extrema de la tele que no se sustenta en los hechos.

TV3 también descubre aquí el beneficio polarizador y habla mucho del procés, lo cual puede ser criticable, pero a la vez hay que entender que era un evento que apuntaba a histórico. El tema es más bien si en 2021 debe seguir hablando tantas horas de esto. Si miras los informes del Consejo del Audiovisual de Catalunya, es cierto que en TV3 en las tertulias el balance puede ser de 3 a 5 a favor de los independentistas, pero es que en las otras españolas era de 8 a 0. 

Además, TV3 descubrió que el procés le salva la audiencia. Estaba a punto de perderla y sube 4 puntos de golpe. Deja de ver su liderazgo amenazado. 

Una encuesta del CEO constató hace poco que el porcentaje de no independentistas que miran TV3 es cada vez menor.  

Yo tengo dudas metodológicas sobre esa pregunta concreta del CEO. Los audímetros, que los conozco bien por mi trabajo, dicen que la gente mira de todo. Cuando se responsabiliza a TV3 del procés y del independentismo, respondería que tiene un 14% de share. El resto mira a Ana Rosa Quintana y Susana Griso. Se sobredimensiona esta capacidad. Los audímetros dicen que los independentistas miran claramente teles no independentistas, y los no independentistas miran también TV3. No tanto, o no tanto los Informativos o el FAQS, pero sí. 

En tu decálogo final de propuestas sí dices que hay que examinar cómo la televisión pública debe recuperar transversalidad.

Una cosa es que haya un relato interesado que dice que TV3 solo la miran los independentistas, que con los datos que yo trabajo no es así, pero esto no quiere decir que no se deba examinar si se habla y se sirve a todos los catalanes por igual. Si todos los catalanes se sienten identificados con ella. En el tema del humor, por ejemplo. ¿Se es justo con todas las partes? Las quejas salen solo del bando unionista. O bien los otros no se quejan nunca o el humor contra Ciudadanos es más hiriente. Aquí probablemente entrarían las ideologías personales. Pero yo, por ejemplo, entiendo que el humor contra Vox sea más duro, porque es un partido que violenta mucho más toda una serie de valores.

Otro de los retos pendientes es el de llegar a población joven a través de plataformas digitales. Sorprende la poca apuesta que se ha hecho por ello. ¿A qué se debe?

Tiene que ver con falta de presupuesto. La gente de allí tiene ideas, pero no hay dinero ni la estabilidad política ni la renovación de cargos que permitiría hacer planes. Se han ido luchando los presupuestos año a año, pero estos proyectos requieren programas plurianuales. Es cierto que del futuro hablo poco, porque lo mío más que un ensayo es una crónica periodística de hechos. Pero mi opinión es que esto se soluciona con dinero y estabilidad política, pero sobre todo dinero. 

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