Pol Morillas, politólogo y director del CIDOB: “La defensa del 'mi país primero' es una mala receta”
El Barcelona Centre for International AffairsBarcelona Centre for International Affairs (CIDOB) es uno centro de pensamiento que ha conseguido ser referencia mundial por el rigor de sus investigaciones. El director de este think tank, Pol Morillas, considera que la pandemia provocada por el coronavirus confirmará una tendencia que ya se venía observando y es una mutación del orden mundial hacia una visión más multipolar en la que Asia seguirá ganando protagonismo.
Morillas pronostica que esta crisis ha demostrado que hay que reforzar los organismos de gobernanza internacionales pese al riesgo evidente de que los Estados se dejen llevar por lo que define como el “egoísmo nacional”.
Defiende que el coronavirus puede ser un punto de inflexión en la era de la globalización. ¿Qué cambios cree que se pueden producir?
El principal es la consolidación de un cambio del orden internacional que ya lleva tiempo en marcha. Cada vez más las potencias tradicionales europeas pero también Estados Unidos van perdiendo poder relativo respecto al Este, ya sea a nivel económico, militar o digital. Este cambio material ya existe, no está generado por el coronavirus. Lo que sí que hay es un cambio que definiría como ideacional, de cómo pensamos el mundo. Los referentes de cómo se ha gestionado esta crisis pasan por países como Corea del Sur, Singapur, Taiwan, China o Japón. Un sistema internacional que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha estado dominado por un orden establecido por Occidente poco a poco va mutando hacia un orden más multipolar en el que Asia tiene un papel mucho más central.
A raíz de la respuesta que se ha dado a esta crisis se empieza a reabrir el debate sobre el concepto de seguridad y si en Occidente debe plantearse del mismo modo que en algunas sociedades orientales. ¿En nombre del bien común existe el riesgo de que aquí se produzca una involución en derechos adquiridos?
Efectivamente la manera de organizar las sociedades es diferente pero los elementos culturales acostumbran a pasar a un segundo término respecto a los elementos políticos. El uso que China hace de las instituciones internacionales que le permiten mantener su estatus dentro del orden internacional no viene dado por elementos culturales puesto que tiene más que ver por elementos geopolíticos. Lo que sí que se produce es un replanteamiento sobre nuestros valores. La incidencia del control de los datos y la capacidad de Europa de tener el control sobre determinados servidores donde almacenar esos datos queda por detrás de la que tienen muchas sociedades asiáticas y también Estados Unidos.
Se debate mucho sobre cómo está siendo la respuesta de los diferentes gobiernos para hacer frente a esta crisis. Parece que en este momento es menos importante el tipo de fórmula, más democrática o más autoritaria, que la velocidad a la hora de frenar la pandemia.
No creo que pase por contraponer democracia a más autoritarismo porque en cierta manera es un dilema falso. Ha habido democracias que han gestionado la crisis de manera correcta y todo el mundo cita como ejemplo a Corea del Sur y otras democracias como Italia o España o Estados Unidos que están teniendo muchas más dificultades. En el otro lado, el autoritarismo chino tampoco es un ejemplo de buena práctica ya que silenció voces internas que alertaban de lo que estaba pasando, y se contribuyó a la expansión de la pandemia y a una mayor inestabilidad global provocada por ella. Lo que hay que mirar son las medidas que se toman y esto es lo que dará legitimidad a los gobernantes que las adopten. Si la población entiende que un régimen del tipo que sea ha dado respuesta a su salud y economía le reforzará, sea un régimen democrático o autoritarista.
¿Situar esta crisis como un dilema entre salud y economía es correcto?
También es un falso dilema porque sin salud y bienestar de la ciudadanía no tienes una economía fuerte. Del mismo modo, si no tienes una economía sana y socialmente justa tampoco puedes hacer frente a la mayor parte de las consecuencias de la pandemia. Con un sistema sanitario debilitado no tienes capacidad de dar una buena respuesta.
¿Existe el riesgo de que el miedo acabe beneficiando a los movimientos populistas?
En cuanto a la capacidad de respuesta a la pandemia, el populismo más bien se ha visto debilitado. Hemos visto como Trump o Boris Johnson han virado respecto a su discurso inicial y han adoptado la respuesta normal de cualquier otro país, siguiendo las recomendaciones de los expertos. Han normalizado aquello de lo que querían distanciarse: la centralidad de las instituciones y la de los expertos. Ahora bien, lo que sí estamos constatando un refuerzo de la acción nacional porque las medidas que se toman están en este ámbito. El marco internacional ha ido a remolque.
¿Se reforzará el papel de los Estados?
Se ha reforzado porque son los que tienen los mecanismos de acción, ya sea en materia sanitaria, de control de fronteras o planes de estímulo económico. Pero una evidencia de que lo global no desaparece es el hecho de que, por mucho que se tomen medidas nacionales, su efectividad siempre dependerá de las medidas que tomen otros estados, y en particular los vecinos, en la contención de los contagios, por ejemplo. Por lo tanto, esto muestra los límites del tratamiento nacional de la crisis y la necesidad de que las estructuras de gobernanza europea e internacional funcionen. Y muestra también como la defensa del 'mi país primero' y el egoísmo nacional sólo son una mala receta.
¿Cómo valora la actuación que está teniendo la Unión Europea?
La Unión Europea ha reaccionado como lo hace en las crisis. En primera instancia las crisis siempre le pillan por sorpresa. La segunda reacción fue el recurso al repliegue de los diferentes estados mirando cada uno por sus propios intereses con el cierre de fronteras y las limitaciones a exportaciones de material sanitario. Cuando llega al tercer estadio es cuando la UE se da cuenta de que si sigue así el proyecto europeo no tiene sentido y empieza diseñar mecanismos de acción conjunta. De ahí que saliese el BCE, la Comisión Europea garantizando material y los primeros instrumentos para mejorar la respuesta económica. La fase en la que la UE acostumbra a encallar es en la cuarta, la de la reforma de los mecanismos de fondo del funcionamiento. Los coronabonos serían un avance en la dirección de una mejor Europa.
¿De esta crisis puede salir una Unión Europea aún más desunida y debilitada?
Sí, puede salir una Unión Europea más fragmentada si los diferentes estados siguen tomando como lógica de referencia su interés nacional.
De cada crisis, ya fuese el crack del 29 o la del 2008, se pueden extraer lecciones. ¿Cuál sería la lección de esta pandemia?
Diría que es que el cambio de orden internacional ya no puede postergarse más. Es necesario un replanteamiento de los sistemas de cooperación internacional mucho más adaptados al mundo en el que vivimos. Desde la Guerra Fría hemos ido a remolque, aguantando con el sistema del final de la Segunda Guerra Mundial. Ahora queda claro que hay que hacer una reforma para hacer frente a esta crisis o a las que vendrán. Ya no volveremos a una lógica en la que cada Estado se valga por sí solo.
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