El barrio de Barcelona en el que hay un piso ocupado por cada bloque
Apenas cinco minutos tardó Laura en dejar a sus hijos en casa de una vecina y salir corriendo para ayudar a Noemí, la madre que acababa de encontrarse con que habían tapiado con sus hijos dentro el piso que ocupaban. Lo vio en el WhatsApp de la asociación de vecinos y no lo dudó: ella también es madre y ocupa. En su barrio, Ciutat Meridiana, uno de los más castigados por los desahucios de toda Barcelona, cientos de familias viven en esta situación.
Si durante los años más duros de la crisis de las hipotecas se bautizó este barrio como 'Villadesahucio' para denunciar los múltiples desalojos diarios, a estas alturas se podría añadir 'Villaocupación' al apodo. Las estimaciones de la asociación de vecinos, a partir de los casos que se han dirigido a ellos, son que al menos 250 hogares están ocupados, lo que supondría el 6,8% de los 3.669 que hay en el barrio.
Con unos bloques que tienen un mínimo de diez viviendas, las cuentas salen a un piso ocupado por cada comunidad de vecinos. “Tenemos constancia de escaleras en las que propietario solo hay uno”, asegura Filiberto Bravo, histórico portavoz de la asociación de vecinos.
El Ayuntamiento de Barcelona no tiene datos de ocupaciones al ser situaciones irregulares, pero sí de pisos vacíos. Hay como mínimo 85, según el último censo, un 2,15% del total. En proporción, es el segundo barrio con más vivienda desocupada después de Trinitat Nova (2,34%), también en el distrito de Nou Barris. “La mayoría son de entidades financieras y grandes tenedores”, sostiene Janet Sanz, teniente de alcaldía y concejal del distrito.
Noches en la calle antes de ocupar
En el bloque de Laura, que prefiere dar un nombre falso por ser víctima de violencia de género, hay tres pisos ocupados por familias sin recursos. Ella vive en los bajos con sus tres hijos, de 10, 5 y un recién nacido de tan solo un mes.“Muchas de las que ocupamos somos mujeres con criaturas, porque para nosotras es mucho más difícil encontrar trabajo”, explica esta madre de 38 años, que llegó hace años a España desde Bolivia.
Antes de recurrir a la ocupación, ella y sus entonces dos hijos pasaron por dos habitaciones de alquiler, una en Calella y otra en Barcelona, ya en Ciutat Meridiana. Cuando les echaron de esa última anduvo con sus niños buscando techo por el barrio sin éxito, hasta el punto que llegaron a dormir todos una noche en un parque de la zona. “Al día siguiente, una mujer nos vio y me dijo que nos acogía un tiempo en su casa, donde estuvimos varios días. Fue ella, que también ocupaba, la que me dijo que buscáramos un piso vacío”, relata Laura. Lo consiguieron en la calle Rasos de Peguera al enterarse de que una persona dejaba el suyo porque había encontrado un alquiler social.
Desde entonces ha pasado un año y medio y Laura, con la ayuda de la asociación de vecinos del barrio, continúa en el piso, aunque ha tenido que hacer frente a dos intentos de desahucio. El último, el 12 de diciembre, cinco días después de que naciera su hijo. “Vinieron la comitiva judicial y los Mossos d'Esquadra, pero al ver que tenía un bebé tan pequeño, pararon”, explica.
En Ciutat Meridiana se producen desahucios a diario, según la asociación de vecinos, si se cuentan las ejecuciones de hipoteca, los impagos de alquiler y los desalojos de viviendas ocupadas. Es la punta del iceberg de la pobreza que afecta al que es el barrio con menos renta per cápita de la ciudad, 34 puntos en un índice municipal en el que la media es 100. La tasa de paro es del 14%, exactamente el doble que la del conjunto de la ciudad.
La compra de llaves de los pisos ocupados
La ocupación de pisos vacíos, la mayoría de entidades financieras fruto de anteriores desahucios por impago de hipoteca, es la solución de emergencia que encuentran muchas familias para no quedarse en la calle. Pero no son ellas las que dan la patada en la puerta para entrar. “Esto es un mito”, cuenta Bravo. En la mayoría de casos, compran las llaves a personas que previamente han reventado la puerta y cambiado la cerradura. Indagaciones policiales han apuntado hacia la existencia de mafias que se dedican a este negocio fraudulento, aunque este activista asegura que son más bien buscavidas que van por libre.
Bravo es consciente de que esta práctica genera fuertes tensiones entre los vecinos, pero sabe a la vez que es la única forma de procurarse un techo para cientos de personas, al menos en un barrio como Ciutat Meridiana. A la asociación se han acercado familias que han pagado por unas llaves desde 50 o 100 euros hasta 1.000 y 2.000, relata. A todas ellas la entidad está dispuesta a ayudarlas, pero siempre bajo dos condiciones: que comprueben en el registro de la propiedad que el piso es de un banco o una inmobiliaria y que se apunten a la Mesa de Emergencia para que les otorguen un alquiler social.
“Para que nadie pueda decir que es gente que ocupa por la cara”, explica. De hecho, en cuanto la familia encuentra un sustento económico suele abandonar estos pisos. Es lo que ocurrió en el de los niños que quedaron encerrados, cuya madre lo había ocupado recientemente después de que lo dejara una familia brasileña, que estaba en contacto con la asociación de vecinos, y que ya podía pagar un alquiler. “Nadie quiere estar en esta situación”, razona Bravo.
Este activista asegura que la rotación en los pisos ocupados provoca un cierto efecto llamada hacia Ciutat Meridiana de personas que buscan piso sin tener dinero para pagar un alquiler. En el sentido contrario, también hay gente abandona el barrio en cuanto puede pagar un piso en otra zona. Esto último lo reconoce la concejal Janet Sanz, que entiende que este barrio “no puede ser visto como la UCI de la ciudad, que recibe los casos más extremos del que la gente se va en cuanto su situación mejora”.
De los 50 pisos adquiridos por el consistorio en el distrito de Nou Barris en este mandato ha adquirido, 30 han sido en Ciutat Meridiana. El Ayuntamiento también ha empezado mediaciones con las propiedades de pisos ocupados en precario con el resultado de diez alquileres sociales. Pero el problema va mucho más allá. Además de las causas socioeconómicas –el paro elevado, la falta de establecimientos y comercios en el barrio, malas comunicaciones en transporte público– está la cuestión orográfica: Ciutat Meridiana es un barrio de calles empinadas, que junto a los bloques sin ascensor, complican la vida a la gente mayor.
Llevarán el piso tapiado a Fiscalía de Menores
El caso de Noemí y sus tres hijos que se quedaron encerrados en el piso que ocupaban porque lo tapió un operario acabará en la Fiscalía de Menores. Tanto la CUP como la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) anunciaron que lo denunciarán al Ministerio Público al considerar que se puso en riesgo la integridad de los niños, que aseguran que nadie llamó al timbre antes de sellar la puerta metálica ‘antiocupas’, que la familia mantenía abierta para poder entrar y salir.
Desde el Banco Sabadell, que gestiona la vivienda -aunque la vendió a un fondo de inversión recientemente- insisten por contra en que el operario sí tocó el timbre en más de una ocasión. Y añaden que se limitó a cerrar la puerta metálica después de que varios vecinos les hubieran alertado de que entraba y salía gente del piso.