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Sobre este blog

Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

El señor de la música sinfónica

Daniel Barenboim y Alfonso Aijón en los años setenta.
14 de junio de 2024 10:30 h

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Dos cosas han influido en la gran transformación que ha experimentado la actividad en torno a la música clásica en España durante las últimas décadas. Una fue el Plan Nacional de Auditorios que puso en marcha en los ochenta Javier Solana, entonces ministro de Cultura, con su director general José Manuel Garrido. La otra fue la creación de Ibermúsica en 1970, que inició los ciclos de conciertos de las principales orquestas del mundo, que se han convertido en una realidad habitual que dura ya 54 años. El creador de esta gran empresa cultural es Alfonso Aijón, quien acaba de ser distinguido con el Premio Alberto Anaut en su primera edición, otorgado por La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Aijón cumplirá 93 años el próximo mes de agosto y mantiene una envidiable forma física que le permite viajar habitualmente para acudir a conciertos en diferentes ciudades europeas. Ya no ejerce la dirección general de Ibermúsica, que ocupa desde 2015 Llorenç Caballero, pero permanece vinculado a la empresa y continúa teniendo una vida activa. Cuando la fundó en 1970, había sido el primer gerente de la Orquesta de Radiotelevisión Española, que echó a andar en 1966 con Ígor Markévich como director, y también jefe de Planificación Musical en la Comisaría General de la Música.

Antes de todo eso, Alfonso Aijón había abandonado los estudios de Derecho en 1957 y emprendió un exilio voluntario empezando por Alemania, donde ejerció oficios tan diversos como enterrador, minero y empleado de banca. Trabajó en la radio en Hamburgo, donde hizo contactos con compositores, como Pierre Boulez, Karlheinz Stockhausen y Werner Henze. Gracias a su relación con el cónsul general de España en Alemania, fue cónsul en Bucarest y posteriormente en Hong Kong. Viajó entonces mucho por Asia, y en Japón, como le gusta contar, fue ocasionalmente pastor de búfalos. Una vez establecido en España, solía ir una vez al año a pasar una temporada en el Himalaya. 

La afición a la música le viene de sus años de estudio en el Colegio Ramiro de Maeztu en Madrid, donde tuvo como profesores de música a los compositores valencianos José Moreno Gans y Rafael Benedito. Este último llevó a un grupo de alumnos a un concierto que dio por aquellos años la Filarmónica de Berlín en Madrid, dirigida por Hans Knappertsbusch. Aijón tenía 13 años y aquella sesión, en que se interpretó la Sinfonía Incompleta de Schubert, se convirtió en un recuerdo indeleble.

Conoció muchos músicos en los conciertos a los que asistía en los años sesenta, tras volver de su exilio. Entre ellos estaban Daniel Barenboim, Zubin Mehta y Claudio Abbado. Era la época de las sociedades filarmónicas, que organizaban sobre todo música de cámara. Pero el público pedía grandes orquestas, pues en España había muy pocas, y fueron los amigos músicos de Alfonso Aijón quienes lo animaron a impulsar una empresa que las trajera. Así nació Ibermúsica en 1970. Desde entonces hasta ahora ha pasado por varias crisis económicas, ya que siempre ha tenido pocos patrocinadores y la base de su funcionamiento ha sido el dinero que pagan los abonados. Los abonos bajaron de manera preocupante en 2015, lo que produjo una bancarrota que estuvo a punto de obligar al cierre de Ibermúsica. Se superó la crisis gracias al apoyo de los grandes directores de orquesta amigos de Aijón y a la entrada de Llorenç Caballero, impulsor de la Orquesta de Cadaqués y de la editorial de partituras Tritó.

Ibermúsica continúa en su nueva etapa con la misma línea que marcó Aijón. La temporada 2024-25, incluye orquestas como las filarmónicas de Viena y Múnich, la Sinfónica de Londres, la Philharmonia y la del Concergebouw de Ámsterdam. Entre los directores y solistas hay nombres como Daniele Gatti, Andris Nelsons, Gustavo Dudamel, Riccardo Chailly, Vladimir Jurowski y Evgeny Kissin. Y no faltan destacados músicos españoles, como Gustavo Gimeno, Josep Vicent, Javier Perianes y María Dueñas. 

Tuve la fortuna de conocer a Alfonso Aijón en 1990, cuando fui director del Palau de la Música de Valencia. Ya entonces practicaba la que considera una de sus máximas vitales: no enfadarse nunca por nada. Me impresionó su erudición musical y su conocimiento de primera mano del mundo de las orquestas y los artistas. Y también su rectitud ética y su caballerosidad en un sector en el que las conductas no son siempre ejemplares. Todo el mundo cuando habla de él lo define como “un señor”, y esa unanimidad es la que mejor lo describe.

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