“El mundo está preñado de guerra y de fascismo”
El alemán Wolfgang Fritz Haug (1936), editor de Argument Verlag y director de Das Argument, es uno de los mejores conocedores de la obra de Karl Marx. Habla pausadamente un castellano que practica durante buena parte del año, ya que reside bastantes meses en Canarias. De vez en cuando suspende su discurso para buscar la traducción más correcta de un concepto o comenta el significado de algún término con Gustau Muñoz, ensayista y editor con el que tiene una amistad de hace años y que participa en la conversación. Coordinador del monumental Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo, el pasado martes, día en que los norteamericanos hicieron presidente a Donald Trump, Haug estuvo en Valencia para ofrecer una conferencia-coloquio en la Facultad de Ciencias Sociales sobre su libro Lecciones de introduccción a la lectura de El Capital y participar en la sede histórica de la Universitat en la presentación de un número de la revista Pasajes dedicado al “Inquietante siglo XXI”, en el que colabora con un artículo sobre el capitalismo de alta tecnología en la época digital.
El capitalismo triunfa a estas alturas del siglo XXI, ese capitalismo tecnológico y financiero que parece haberse hecho con las riendas de todo...
Nunca ha habido tanto capitalismo en el mundo como ahora y no hay una teoría capaz de explicarlo mejor que la teoría de Marx. Muchos de la burguesía lo saben. Por ejemplo, Carlos Slim, en México, organiza para sus directivos cursos sobre El Capital. Hacen la cuenta sin el camarero. Con todo, las reformas del capitalismo pueden funcionar en un primer momento, pero el resultado, después de unos años, será otras crisis.
¿Lo que ha pasado, entonces, está dentro del análisis formulado por Marx en El Capital?
Tal vez es más real que en tiempo de Marx. En aquel tiempo había menos de un 5% de trabajadores asalariados en la población inglesa, y hoy en Alemania, por ejemplo, más del 80% son gente que depende de sus sueldos.
Pero existe el asalariado pobre, que no puede vivir con lo que gana... ¿Hasta qué punto eso supera lo que pudo imaginar Marx en su momento?
El punto paradójico de la crisis consiste en que el capitalismo ya no puede dar los medios de vida al trabajador.
¿Sus “lecciones” sobre El Capital van en el sentido de hacer lecturas del libro a partir de lo que está pasando ahora?
Mi libro se escribió a partir de notas para las lecciones que impartí en la Universidad Libre de Berlín en el invierno de 1999-2000. Con Brecht, siempre digo que un buen libro no tiene que distraer la atención de la gente del mundo sino atraerla a él. Una gran parte de mi trabajo es análisis del capitalismo existente. Estoy terminando una trilogía sobre el capitalismo high tech y mi primer clásico fue La estética de las mercancías, de 1971, que seguía el método de Marx rigurosamente, y que creo que fue aceptada internacionalmente.
¿Sigue vigente el materialismo histórico pero ya no lo está el materialismo dialéctico?
Es el punto central de mi presentación. Depende de cómo se entienda. Tradicionalmente se entendía como un determinismo, en el que los sujetos y la práctica no jugaban ningún papel. Si se entiende lo que significa dialéctica para Marx, que no es la hegeliana, el materialismo histórico sin esa dialéctica y la dialéctica sin la práctica no funcionan. Es un poco más complicado, pero podría resumirse así. Al fin y al cabo son palabras. Marx nunca utilizaba el término materialismo histórico. Fueron Engels y la primera generación de marxistas a quienes no gustaba llamarse marxistas. Consideraban paradójico que una doctrina que dice que no son los grandes hombres los que hacen la historia llevara el nombre de un gran hombre. Uno de los marxistas más importantes de primera generación, Antonio Labriola, dijo que la filosofía del marxismo es la filosofía de la práctica. Gramsci recogió esa idea una generación más tarde.
Sin embargo, ahora, hay muy pocas izquierdas que se reclamen marxistas. Ni las viejas izquierdas parecen hacerlo, ni los socialdemócratas, ni las izquierdas que emergen.
Es así sobre todo aquí, en España, donde había un marxismo ilegal muy fuerte que en la Transición sufrió como una implosión. Pero en América Latina es diferente, y en Estados Unidos es diferente, y lo es también en Inglaterra. En Estados Unidos existe una tendencia que no se llama marxista sino “marxish”, con un periódico en internet muy interesante llamado Jacobin. El padre del reformismo, Bernstein, también usaba esa palabra.
¿Por qué se aleja la izquierda más del marxismo cuando más está triunfando el capitalismo?
Se entiende fácilmente. Por la experiencia del Este.
¿Por culpa de la Unión Soviética y el fracaso del bloque comunista?
Culpa no es la categoría justa. Rusia era un país muy poco desarrollado y políticamente muy en el pasado, con el 80% de la población de campesinos pobres que no sabían leer ni escribir, y con una fuerte presencia de una Iglesia anticuada. Los soviéticos suplantaron la religión. Hicieron algo que Marx siempre había rechazado: luchar contra la religión. Él decía que había que luchar contra las condiciones que hacen necesaria una religión para la gente. Suplantaron, pues, aquella religión verdaderamente premoderna por el marxismo. Ese fue el problema.
Eso ocurrió en la URSS, ¿pero no contaminó también a los intelectuales occidentales, que acabaron admitiendo el comunismo como una especie de religión, en nombre del cual aceptaban cosas inadmisibles?
Así fue. Y se dio siempre la misma tragedia. Los intelectuales más intelectuales se convirtieron en disidentes dentro de los partidos comunistas. Henri Lefebvre, por ejemplo, que era el filósofo del partido, unos años después pertenecía a la chusma para ese mismo partido. Fíjese en Ernst Bloch, el más importante filósofo marxista del siglo XX en alemán, que fue rechazado en la República Democrática Alemana (RDA).
¿El partido comunista maltrataba a sus intelectuales?
Porque se acercaban a Marx. En el Diccionario Filosófico de la RDA no hay un artículo sobre el marxismo, pero sí que hay un artículo sobre el marxismo-leninismo. Empieza diciendo que Marx y Engels eran los fundadores del marxismo-leninismo, y no es así. A mí me pasó lo mismo. Yo no era una persona muy aceptada en la RDA. Y la formulación es suave. En realidad, me consideraban un agente del imperialismo. A los ideológos y jefes de los partidos comunistas, el de la RDA pero también el de la República Federal, que era mi parte de Alemania, la occidental, les citaba la frase del Evangelio: quienes van a transportarte al cementerio ya están a la puerta. Diciéndolo con Brecht, el Estado marxista debería ser una máquina con la tarea de hacer ciertas funciones innecesarias, el éxito sería la deconstrucción, el autogobierno.
En Estados Unidos, como reacción a los estragos del capitalismo y la globalización, la clase obrera blanca, en lugar de montar un partido revolucionario, vota a Donald Trump. Y algo parecido ocurre en Europa...
En Alemania también... Y en Francia hace tiempo que ocurre.
¿Cómo analiza esos movimientos de extrema derecha?
Me temo que estamos en una época similar en algunos rasgos a la de inicios de los años treinta, una época de preguerra. [Parafraseando a Lenin] El mundo está preñado de guerra y de fascismo. Es un fascismo que no tiene una visión de un futuro grandioso sino que quiere volver atrás.
De posiciones muy reaccionarias...
Eso es. La victoria de hace 100 años de la Revolución de Octubre en Rusia fue en cierto sentido una victoria pírrica. Fue muy grande para la época, tremenda, pero ha dejado pueblos enteros vacunados contra el socialismo.
Usted conoce la situación de China, donde pervive un comunismo oficial que se ha vuelto capitalista en la práctica.
La primera vez que estuve allí, en 1981, tres años después de la caída de la “banda de los cuatro”, venía de ser casi el primer invitado que había estado en Corea del Norte en un viaje financiado por el Gobierno de Bonn. En Pionyang, me había sentido agarrotado. Sentado a la mesa solo, al borde de un lago, con un cocinero para mí, en un ambiente de riqueza increíble. Me saltaban las lágrimas y mi cuerpo se resentía. Al llegar a Pekín, me recibieron los directores del Instituto de Marxismo-leninismo y de la Academia de las Ciencias Sociales y me sentí de repente como en Italia. Era un clima de anarquismo. ¡No se lo puede imaginar! Lo primero que hicieron fue quejarse de que un campesino ganaba más que ellos. Así que, ¡atención!
¿Quiere decir que hay un fuerte contraste entre la rigidez de la cárcel que es Corea del Norte y las contradicciones y contrastes que se dan en China?
Y la libertad de hablar.... Nosotros publicamos en Das Argument dos libros sobre China. El primero es sobre la gran contradicción, la categoría bajo la cual hay de entender lo que ocurre allí. No puedo decir qué pasará en 50 años, pero preparémonos para sorpresas. Hicieron al principio un comunismo radical, a partir del campesinado. Después vino la transición al capitalismo. Se produjo de un modo distinto a cómo el partido la había previsto. Cientos de millones de hijos de campesinos se trasladaron a las ciudades. Fueron inteligentes. Se dieron cuenta de que aquello era como un río peligroso que puedes utilizar. ¿Cómo controlas a millones de personas? ¿Con el ejército? El de China es un capitalismo anárquico con un régimen muy estricto que funciona como un dique para ese río. Ahora bien, el río tiene que correr. No se podía hacer socialismo sobre la base del campesinado, es antimarxista. Por eso la dictadura ha optado por dejar que el capitalismo haga su trabajo.
¿Y eso qué consecuencias tendrá?
Según un estudio, creo que del Deutsche Bank, la mayoría de la clase media del globo son chinos. Estoy muy interesado en ver qué pasará y, si es posible (ríe), tratar de influir un poco.
¿Qué opina de Thomas Piketty y su obra 'El capital en el siglo XXI'?
Piketty tiene una gran importancia porque ha ayudado a trasladar el mensaje de esa maquinaria que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Ese es un gran mérito. Teóricamente, no está muy bien fundado. Pero es muy importante. Ha puesto mundialmente a la orden del día el problema de la desigualdad.
¿No es la desigualdad el gran tema?
Lo es. Y el reformismo es ahora lo único que se puede hacer. Tal vez el momento de la revolución, como la entendía Marx, pasó para siempre.