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CV Opinión cintillo

Qué pasa en Compromís

Aitana Mas, a la izquierda, y Mireia Mollà en un pleno del Consell celebrado en Orihuela.

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Cuando los diputados de Compromís cabían en un taxi, Mireia Mollà ya estaba allí. Eran los tiempos de la oposición al PP y de la denuncia de la corrupción. No fue la única, pero sí estuvo entre las figuras parlamentarias destacadas que combatieron con contundencia a la derecha en las Corts Valencianes. Mantuvo su escaño tras la victoria de la izquierda en 2015, con el Pacto del Botánico entre la coalición valencianista, el PSPV-PSOE y lo que ahora es Unides Podem, que dio pie a los gobiernos de la Generalitat Valenciana presididos por Ximo Puig. Se incorporó en la siguiente legislatura a la segunda edición de ese pacto, a partir de 2019, como consellera de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica. Esta semana la ha destituido de forma inopinada la vicepresidenta Aitana Mas, que sucedió hace apenas cuatro meses a Mónica Oltra tras su traumática dimisión. Oltra, Mas y Mollà no solo son de Compromís, sino que pertenecen dentro de la coalición al mismo partido, Iniciativa del Poble Valencià, una formación cuyo núcleo originario procedía de Esquerra Unida, que se define como ecosocialista y que ha desempeñado un papel fundamental en la fórmula de éxito de Compromís hasta este momento.

El relevo de Mollà y su sustitución exprés por otra dirigente de Iniciativa, Isaura Navarro, han sido justificados por la vicepresidenta Aitana Mas en que la consellera cesada habría actuado de forma personalista y contraria a favorecer “la cohesión” en el Ejecutivo autonómico. En otras palabras, que no se llevaban bien, tal vez porque proceden de la misma comarca (una es de Elche y la otra de Crevillent, en el Baix Vinalopó) y militan bajo las mismas siglas. En el trasfondo, unas declaraciones de la destituida en las que pidió al resto del Gobierno valenciano que se implicara en la autorización de plantas fotovoltaicas, dado el retraso que la transición energética sufre en esa materia precisamente por el freno a esos proyectos desde una dirección de política territorial gestionada por otra dirigente de Compromís. Pero nadie esperaba una crisis a poco más de medio año de las elecciones autonómicas. Y ha causado impacto por la trayectoria y la personalidad de la víctima, que no es una figura menor; por la adscripción de la ejecutora y su cercanía a Mónica Oltra, y porque ha dejado abierta en canal una formación sin la cual el trípode sobre el que está construido Compromís puede perder sus singulares equilibrios.

En efecto, la líder indiscutible de Compromís, Mónica Oltra, no pertenecía al partido mayoritario de la coalición, que es Més Compromís (el antiguo Bloc), lo que funcionaba muy bien a efectos de captar la adhesión de unos sectores de la izquierda más amplios que los de la estricta adscripción valencianista representada por la formación más grande. En buena medida, la fuerza de la exvicepresidenta al frente de esa fórmula explica la transversalidad electoral de Compromís, cuya tercera pata descansa en el ecologismo político de Verds-Equo. Como no podía ser de otra manera, la retirada de Oltra, forzada por la investigación judicial de la gestión de su departamento, el de Igualdad y Políticas Inclusivas, sobre la denuncia de abusos a una menor tutelada por la que fue condenado su exmarido, ha sacudido el tinglado. Aunque se apresuró a cubrir el puesto de número dos del Gobierno valenciano con Aitana Mas, una persona de su máxima confianza, no hay un liderazgo equiparable al de Oltra en Compromís. De ahí que el anuncio reciente del diputado en el Congreso Joan Baldoví de que ha decidido optar a encabezar la candidatura a la Generalitat Valenciana no sentara bien a los socios minoritarios de la coalición, no únicamente porque Baldoví es de Més Compromís, sino también porque la gente de Oltra pensó que si ella no puede volver a presentarse debido a que la imputación judicial no lo permitirá, Aitana Mas podía ser la candidata a potenciar para ese papel. La maniobra de Baldoví, rápida y concisa, ha frustrado tal pretensión.

Llegados a este punto, se podía abordar la situación con la altura de miras y la visión estratégica que recomienda el hecho de que el asunto no va de quién lidera qué sino de revalidar en las próximas elecciones autonómicas una mayoría de izquierdas en las Corts Valencianes. Y hoy por hoy son Baldoví y, sobre todo, Joan Ribó, el alcalde de València, que no milita en ninguno de los tres partidos de Compromís, los que tienen más proyección política. Pero la escaramuza de la defenestración de la rival de orden interno más cercana (en la que ha influido sin duda la discrepancia sobre la conveniencia o no de que Oltra acabara dimitiendo) ha revelado bruscamente que el de la vicepresidenta valenciana, tanto la anterior como la actual, es un partido pequeño y fratricida. Justo lo que menos conviene a Compromís y al Pacto del Botánico. ¿Consecuencias del hiperliderazgo? ¡Quién sabe!

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