“¿Estás triste? ¡No estés triste!”: la juventud valenciana en la cuerda floja
Los memes, una forma de metahumor gráfico de elevada difusión en redes sociales, son un termómetro social. En los últimos años entre el público más joven circulan miles de imágenes que con cierta sorna ironizan sobre la atención psicológica o el malestar emocional. Representaciones de visitas al psicólogo se combinan con metáforas, no siempre sutiles, de problemas de ansiedad, estrés o depresión. “¿Estás triste? No estés triste”, es un clásico sobre la respuesta del sistema de salud público al malestar juvenil.
La juventud que acucia el malestar emocional se siente “juzgada, despreciada e incomprendida”, una cuestión que aumenta la distancia emocional entre generaciones, el estigma asociado a la salud mental y contribuye a agravar los problemas. Esta es una de las conclusiones del estudio del Consell Valencià de la Joventut sobre el impacto emocional de la pandemia en los menores de 30 años. El organismo autonómico ha realizado un análisis que incorpora la percepción social de la salud mental de las personas jóvenes, centrada en las principales patologías que han aumentado con la pandemia -estrés, ansiedad, depresión, adicciones y trastornos de la alimentación-, que cuenta con testimonios en primera persona y la mirada de expertos.
La pandemia ha agudizado los problemas de salud mental, pero también ha contribuido a introducirlos en el discurso público y hacer cierta pedagogía, coinciden encuestados y expertos. Estos últimos llaman la atención sobre el aumento de suicidios y conductas autolesivas en menores de 39 años, que se agrava a medida que se reduce la franja de edad; los jóvenes, y cada vez a edades más tempranas, han aumentado sus niveles de malestar. En el informe, del que ya se avanzó una primera ola el pasado diciembre, apunta que casi el 81% de la juventud valenciana afirma haber sufrido estrés en algún momento de su vida y más del 73%, ansiedad, aunque solo un 11% estaría dispuesta a pedir ayuda profesional en el primero de los casos y un 19% en el segundo.
Las personas expertas recuerdan que los problemas son de origen multicausal y apuntan una serie de factores que los agravan: la inestabilidad económica y laboral, la imposibilidad de cumplir los cánones de belleza y un ideal de proyecto de vida, la pérdida de seres queridos, rupturas amorosas, falta de habilidades emocionales, los estudios y las restricciones sociales derivadas de la pandemia.
El acceso a la atención psicológica es “caro y complicado”, lo que acentúa la brecha de clase; los recursos “insuficientes”, mal coordinados y con largas listas de espera; y el tratamiento mediático, fundamental para abordar el estigma es “negativo, sensacionalista y morboso”. La falta de recursos humanos en el sistema público conlleva una sobremedicalización de los problemas, advierten los expertos. “La infravaloración de la problemática genera una baja e insuficiente inversión, que se materializa en un sistema sanitario y una sociedad que no están preparadas para dar respuesta”, apunta Cristina Martínez, responsable del Consell Valencià de la Joventut.
El estudio cierra con una serie de recomendaciones de actuación, que coinciden con las abordadas en la Convención Ciudadana de Salud Mental y las recomendaciones de expertos. Así, entre las propuestas más valoradas por los encuestados están “facilitar el acceso de los profesionales de la psicología en otros ámbitos diferentes al sistema de salud”, incrementar los profesionales en Atención Primaria e incrementar los centros especializados. Se propone incorporar la salud mental al currículo educativo, con especial hincapié en la educación emocional y afectiva y en la diversidad, así como la formación de docentes y profesionales de los medios de comunicación.
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