Cuando las ideas comienzan a penetrar en el inconsciente colectivo se vuelve muy difícil separar la imaginación de la realidad, y el límite de ésta, a su vez, se desdibuja donde nacen todos nuestros temores más atávicos.
Hace unos años descubríamos Inception, estrenada en España como Origen, una interesante cinta de Christopher Nolan protagonizada por unos Di Caprio y Cotillard en estado de gracia, arropados por el fantástico equipo que formaban Ellen Page, Joseph Gordon-Levitt, Ken Watanabe, Tom Hardy, Cillian Murphy, Tom Berenger y el incombustible Michael Caine.
En el film, Nolan dibujaba una fabulosa alegoría sobre el modo en que las ideas más irracionales pueden llegar a penetrar en nuestro inconsciente y, cómo son susceptibles de llevarnos a tomar decisiones –individuales o colectivas- totalmente alejadas de la realidad, coartando completamente nuestra libertad de acción aun cuando creemos estar tomando decisiones de una forma completamente libre.
En nuestros días encontramos ideas que comienzan a instalarse en el discurso dominante, fundamentadas en torno al impacto que la cuarta revolución industrial va a tener sobre el mercado de trabajo, la equidad o incluso sobre el crecimiento económico a largo plazo.
Se habla de cotizaciones a la seguridad social por parte de los robots para poder sostener el Estado del Bienestar y que podamos llegar a cobrar nuestras pensiones; quizá se trate finalmente de impuestos a los robots o incluso de sencillos coeficientes reductores que impliquen una corrección del porcentaje de la amortización total, al menos para aquellos activos físicos que resulten susceptibles de sustituir puestos de trabajo desempeñados por los humanos.
Se comienza a evidenciar con datosy a partir de rigurosos análisis desde la academia científica. Los economistas Karl Benedikt Frey y Michael Osborne, dentro del Programa Oxford Martin de empleo y tecnología, estiman que, del total de empleos existentes en Estados Unidos, el 47% tiene un alto riesgo de ser automatizado, el 19% tiene un riesgo medio y sólo el 33% tiene un bajo riesgo de automatización.
Aplicando esta misma metodología, el Banco Mundial estima que el alto riesgo de automatización de tareas se eleva para países como Argentina (65%), India (69%) o China (77%).
El discurso de la pérdida de empleos en base a la tecnología comienza a volverse central en la agenda pública y articula el debate en los medios de comunicación.
Llegarán las corrientes neoluditas, es posible, pues sabemos que desde la máquina de vapor las innovaciones tecnológicas u organizativas han destruido a corto plazo más empleo del que han creado a largo plazo.
Además, nuestros jóvenes intuyen una duda razonable. Quizá la capacidad de la economía para crecer esté agotándose. Puede que, por primera vez en muchas generaciones, los hijos no disfruten de mayores niveles de desarrollo y bienestar que sus padres.
Ambas certidumbres penetran en nuestras mentes como hiciera la idea depositada por Leonardo Di Caprio en la mente de Marion Cotillard en Origen. El malestar colectivo gestado a partir de estas primeras evidencias debe ser confrontado con nuevas ideas.
En este sentido, la educación juega un papel primordial. Según Karl Benedikt Frey, el aprendizaje virtual trazará las principales vías de la educación, que será completada con tutores online con los que los estudiantes podrán trabajar de forma interactiva. El reto consiste en que cada vez sea más fácil adquirir conocimiento cualificado únicamente a través de la red, pero también, más allá de favorecer el acceso a la educación de calidad vía online, es necesario que los profesionales de la sociedad del futuro desarrollen competencias transversales, especialmente en torno a dos ejes: el innovador y el emprendedor.
Hace unos años, en 2012, comenzamos a trabajar en lo que ha terminado tomando forma como un complejo modelo de desarrollo e innovación docente.
Se trata del Modelo ACEC, y está dirigido a la integración transversal de los currículos como respuesta reactiva a un mundo tan complejo como cambiante.
Con el proceso de digitalización y la irrupción de la inteligencia artificial, el desempleo tecnológico se configura con un tsunami que no podemos parar. Los efectos de la digitalización suponen un cambio de enorme magnitud que la sociedad debeestar preparada para gestionar.
El Modelo se ha aplicado con éxito en el sistema universitario español dentro del EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) y sus resultados son prometedores, tanto en la re-configuración curricular como en su fit sobre las demandas del mercado de trabajo. Además, la satisfacción de sus usuarios (alumnos) es muy elevada pues contribuyen como actores centrales en el proceso de diseño de las diferentes acciones formativas a través de la elección participativa de nuevas metodologías –gamificación, role playing, sistemas de síntesis, prospección de tendencias, etc- y se vuelven protagonistas de su propio proceso de aprendizaje, participando de él, como sus más implicados beneficiarios.
Si con las primeras revoluciones industriales se crearon empleos que requerían escasa instrucción y, por tanto, con niveles de ingresos más bajos, en la actualidad comienza a suceder lo contrario: la transformación digital conlleva la creación de nuevos trabajos que requieren amplios conocimientos tecnológicos y cuya retribución abre un importante gap con respecto al resto de trabajadores. El problema de inequidad está servido.En el futuro, decía Jeremy Rifkin, encontraremos millones de personas que aun queriendo trabajar no podrán hacerlo. O si lo hacen, su nivel de renta les situará, por primera vez tras más de tres siglos, en una especie de ciclo malthusiano con la subsistencia como única opción viable.
Hay motivos para estar preocupados, en efecto. Pero debemos racionalizar las acciones con las que podemos abordar toda esta complejidad multivariante que se acerca a gran velocidad.
Además de fomentar el aprendizaje autónomo, es necesario que los estudiantes participen activamente en el diseño de las experiencias docentes que, desde su punto de vista, puedan resultar de más adecuada aplicabilidad, mejorando su interés y el aprendizaje participativo. Pero una de las premisas del modelo es que, en su secuencia integradora, las acciones de aprendizaje queden estructuradas en torno a cuatro etapas (analizar, conectar, experimentar y crear)configuradas para el desarrollo dinámico de competencias transversales en los estudiantes, siempre apoyándose en el uso de las nuevas tecnologías y desde una filosofía transmedia.
Los primeros resultados del Modelo ACEC han sido presentados en diversos foros académicos y ponen de manifiesto que la asimilación de contenidos teóricos por parte de los alumnos mejora y queda subsumida en un análisis prospectivo de la realidad empresarial que les circunda, fomentando de manera activa y continuada su espíritu crítico.
Al llevar a cabo esta conexión con la práctica profesional, tanto estudiantes de enseñanzas regladas como trabajadores y desempleados, logran vincular los preceptos teóricos de la materia en cuestión con las innovaciones de tipo tecnológico, mecánico u organizativo que se están dando en el ámbito de práctica profesional que le resulta natural al currículo de su titulación –o al perfil de su puesto de trabajo- y que representan sus opciones laborales más probables en el futuro.
Ante la eclosión imparable de las nuevas tecnologías, los futuros profesionales deberán ser capaces de encontrar soluciones rápidas a problemas complejos. Hacerlo en colaboración cross cultural, en tiempo récord y con información incompleta. Deberán hacerlo experimentando y creando propuestas de valor que resulten plenamente competitivas en el mercado. El Modelo ACEC dota a los futuros egresados de una potente iteración basada en el learning by doing mientras activan el desarrollo de competencias de orden superior.
El cambio debe mostrarse como una oportunidad. En los próximos meses, el Modelo ACEC será implantado en otros niveles educativos como la formación profesional, la formación in company y executive para trabajadores en activo (formación de demanda) e incluso –y especialmente- en la formación orientada al colectivo de desempleados (formación de oferta).
Es cierto que tras la catarsis surgen profesiones totalmente nuevas, pero no menos cierto es que estas nuevas clases profesionales vienen siendo, desde la primera revolución industrial, siempre de una más elevada sofisticación.
Esta vez la revolución es mucho más acelerada. En apenas unas décadas vamos a vivenciar lo que nuestros antepasados tuvieron que vivir en prácticamente un siglo.
Blockchain, algoritmos y big data, digitalización de procesos e industrias por completo, robotización 4.0, impresión 3D y una progresiva reducción de los costes logísticos que se suman a un fuerte impacto de la economía circular sobre las operaciones industriales, todo ello unido, sumerge a la sociedad en el aturdimiento y en el miedo.
Es posible que muchos se muestren tentados a vivir la crisis y los tiempos del futuro presente como una desagradable pesadilla. Como le ocurría al personaje de Leonardo Di Caprio en la última secuencia de Origen, quizá no se trate tanto de lograr despertar del nivel más profundo de sueño, sino tan solo de comprobar que la peonza finalmente se detiene.
La sociedad en su conjunto debe prepararse. Las empresas y los centros formativos deben hacerlo. Las nuevas metodologías docentes muestran áreas de empleabilidad que resultarán irremplazables. Sólo así la creación de propuestas de valor será singular.
La nueva conceptualización de la gestión del conocimiento permitirá que, desde un proceso de aprendizaje socrático, sea posible alimentar y guiarla construcción del futuro.